Dice más de las personas hacia dónde van... que de dónde vienen
Las personas solemos definirnos por nuestro pasado, incluso ser predecibles gracias a él, pero no siempre revela lo que somos. Muchos de nosotros encontramos en nuestras experiencias aprendizajes para afrontar nuestro presente, y esto puede reflejar más fielmente cómo somos en la actualidad. Las personas no somos permanentes e inmodificables, todo lo contrario: el proceso de transformación es una lucha cotidiana.
No puede haber transformación sin el componente de la emoción. Las emociones que experimentamos son las principales causantes de nuestros comportamientos. El destino no se puede cambiar, de lo contrario no sería destino. Pero el hombre sí que puede cambiar, de lo contrario ya no sería hombre.
Las metas que perseguimos desvelan en gran parte como somos. Conseguir nuestras metas no es tan importante como en lo que nos convertimos al perseguirlas. Las personas tenemos un lugar en el presente, qué importa quienes éramos la semana pasada si sabemos quiénes somos hoy.
“Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”
-Proverbio árabe-
Solo un 20% de nuestro cerebro está en el momento presente
A nuestro cerebro le encanta ir del pasado al futuro y del futuro al pasado sin parar en el presente, ni siquiera a repostar. El 40% del cerebro humano dedica sus recursos a conjeturas e hipótesis que jamás se materializarán. El otro 40% está anclado en situaciones y conflictos del pasado, dejando solo un 20% a lo que verdaderamente importa, lo que somos en este momento presente.
Por esto es tan común que, tanto los demás como nosotros mismos, nos describamos desde un enfoque ya pasado. Algunas investigaciones sugieren que el presente es un lugar difícil de alcanzar para el cerebro, pero esto puede ser entrenado. Tener objetivos y una dirección en la que ir nos hace estar más conectados con nuestro entorno.
El pasado nos da mucha información de cómo fuimos, pero el presente nos da información de cómo somos. Pero, para nuestro cerebro es mucho más fácil quedarse con la información del pasado (ya la ha procesado), por eso a muchos de nosotros nos cuesta vernos como somos realmente, teniendo una imagen desfasada de nuestra esencia y de nuestro sentido en la actualidad.
Lemas como “todo tiempo pasado fue mejor” nos muestra cómo nuestro cerebro sesga algunos acontecimientos pasados. El cerebro reinventa nuestros recuerdos, para hacerlos más positivos. La memoria toma fragmentos del momento presente y los inserta en el pasado para que encajen mejor en nuestro mundo actual.
“Los tontos hablan del pasado, los sabios del presente y los locos del futuro”
-Refrán popular-
De dónde venimos puede ser fortuito, hacia dónde vamos es nuestra elección
Todos tenemos un pasado, y a veces ese pasado no ha sido fruto de una elección nuestra. Conforme nos erigimos con el control sobre nuestra vida, vamos eligiendo y conformando las actitudes y formas de vida que más se adaptan a nuestros gustos y a nuestros valores. Saber hacia dónde vamos implica que uno ha crecido en autocontrol, criterio y generosidad (o al menos que está en disposición de hacerlo).
Cada elección tiene una consecuencia. Si no nos gusta nuestra elección y su consecuencia, en vez de regresar al pasado con nuestra mente, debemos buscar una nueva elección y una nueva consecuencia. ¿El camino que elegimos es siempre el correcto? Son consecuencias que no podemos saber de ante mano, pero sí que lo correcto, más que en el acierto, está en la elección.
Podemos elegir deshacernos de creencias que nos limiten y construirnos otras que nos hagan la vida más divertida, incluso que traigan más fortuna. Solo los fantasmas se revuelcan en el pasado, explicándose a sí mismos con descripciones basadas en sus vidas ya elegidas, vividas y de alguna manera cerradas. Nosotros somos lo que elegimos ser hoy en día, no lo que antes elegimos ser.
“Puedo enseñarle a cualquier persona cómo conseguir lo que quiere en la vida. El problema es que no puedo encontrar a quien pueda decirme qué es lo que quiere”
-Mark Twain-