Dificultades de apego en los niños
Al hablar de dificultades de apego, solemos hacer referencia a problemas en el establecimiento del lazo emocional entre un niño y su cuidador o cuidadores principales. Con estas personas, el niño debe sentir seguridad, afecto y cierto miedo a la separación.
Al nacer, los bebés son desconocedores del mundo y las relaciones humanas, son hojas en blanco listas para ser escritas. Durante su crecimiento, crean unos “mapas mentales” acerca de cómo funciona el mundo y cómo deben relacionarse con él. Para la construcción de esta guía vital, toman nota de las personas que les procuran cuidados: sus padres. Es aquí donde se pueden empezar a gestarse las dificultades de apego en niños.
El desarrollo de un apego seguro
La investigación científica ha determinado que los primeros meses de vida son fundamentales para el establecimiento del apego, aunque este puede ser modificado por experiencias posteriores.
La existencia de dificultades de apego en los niños dependerá, en gran parte, del modo en que los padres responden sus necesidades. Para desarrollar un apego seguro es importante captar a tiempo e interpretar adecuadamente las necesidades, así como confiar en sus crecientes capacidades y ser un modelo de autocontrol.
Si los cuidadores principales consiguen hacer un buen equilibrio entre cubrir las necesidades y darles espacio para ser más autónomos, el niño desarrollará un apego seguro. Esto sucede cuando en los niños que comprenden y regulan sus emociones, que buscan la proximidad emocional y se dejan consolar por sus figuras de apego. Parece algo muy complicado, pero, en realidad, la mayoría de los niños desarrollan este tipo de apego.
Cuando existen dificultades de apego
Como hemos comentado, una pequeña parte de los niños sufre ciertas carencias que favorecen que su visión del mundo sea amenazante. Un hecho que, además, suele precipitar la búsqueda de un lugar seguro a través de conductas generalmente poco adecuadas.
En algunas situaciones, los padres pueden responder a las necesidades del niño y otras veces no; es decir, que el cuidado se caracteriza por la inconsistencia. Así, se crea un sentimiento de inseguridad y miedo, pues el niño no sabe vaticinar si los cuidadores estarán allí o no para él cuando lo necesite.
Puede ocurrir que los cuidadores tengan problemas emocionales, como depresión o ansiedad, lo que conducirá a que sean estrictos en su educación o usen el castigo afectivo. En la infancia y la edad adulta, los niños con este apego denominado ansioso-ambivalente pueden desarrollar sentimientos de angustia, miedo al abandono y relaciones dependientes o ambivalentes.
A veces, los padres no han podido cubrir estas necesidades básicas y, de alguna forma, los niños han intentado ser autosuficientes para sobrevivir. Hablamos de niños se caracterizan por no presentar ninguna respuesta ante la separación de los padres; también por un cierto distanciamiento emocional que, a veces, puede confundirse con una independencia positiva. Estos jóvenes y adultos de apego evitativo pueden crecer evitando las relaciones afectivas y sintiendo gran incomodidad en la intimidad.
Por último, el apego desorganizado es el estilo con peor pronóstico de todos los anteriores y también el menos común. Suele darse en casos de negligencias, abusos graves o abandonos tempranos y, en cuanto a su forma, estaría en el lado opuesto del continuo de apego seguro: los niños con este tipo de apego pueden tener sentimientos de miedo hacia sus padres y, por lo tanto, hacia el resto de las personas.
Primeras señales de dificultades de apego en las familias
¿Cómo podemos saber entonces si existen dificultades de apego en los niños? A continuación, exponemos alguna de las señales más habituales, tanto en los niños como en sus cuidadores.
- Cuando se le intenta consolar, lo rechaza.
- Se muestra demasiado cariñoso con personas que apenas conoce.
- En la cercanía emocional, se muestra impredecible: a veces agradable y otras desagradable.
- Tanto los padres como el niño se sienten bloqueados a la hora de mostrar ciertas emociones.
- No tiene relaciones adecuadas con otros niños.
- A veces, sus muestras de cariño parecen sobreactuadas.
- En ciertos momentos, parece muy bloqueado por el miedo o irritado, sin razón aparente.
Podemos modificar nuestro apego
Aunque como hemos comentado, las dificultades de apego son un elemento fundamental en la salud mental infantil y posterior, este es un aspecto modificable. Durante todo el desarrollo personal, este apego se irá configurando a través de todas las experiencias sociales con las que nos iremos encontrando: los amigos, las parejas, la vida escolar y laboral, etc.
Por esta razón, si has identificado alguna de estas señales y eres un papá o mamá preocupado por este tema y lees este artículo, significa que ya estás movilizando un cambio, el cual empieza al observar tu visión de tu manera de relacionarte y la de tu hijo.
En cambio, si eres un joven o adulto que se ha identificado con alguna de estas señales durante tu infancia, debes saber que todas tus experiencias vitales siguen escribiendo en tus hojas en blanco y tu concepto sobre el afecto, por lo que puedes empezar un nuevo capítulo siempre que lo necesites.
“Las cosas no cambian, cambiamos nosotros”.
-H.Thoreau-