Duelo congelado o retardado, el dolor que se cronifica

Aceptar una pérdida nunca es fácil. Tanto es así que hay quien no puede manejar el sufrimiento y lo deja a un lado, negándose a aceptar la ausencia. El duelo retardado puede durar décadas y conforma esa realidad donde el dolor se vuelve silencioso y crónico.
Duelo congelado o retardado, el dolor que se cronifica
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 26 enero, 2022

El duelo congelado hace referencia a una pérdida no superada. Es el dolor que se cronifica, que se arrastra de manera permanente y que se manifiesta de muy diversas maneras: ansiedad, estrés, agotamiento, apatía, irritación constante… Así, y por llamativo que nos parezca, estamos ante una realidad clínica que se da con bastante frecuencia.

Hay quien no sabe muy bien qué hacer con ese conjunto de sensaciones adversas, con ese sufrimiento que paraliza y sitúa a la persona en un vacío muy difícil de gestionar. Otras se aferran a su cotidianidad, a su trabajo y obligaciones intentando convencerse de que pueden seguir adelante. Se dicen a sí mismas que no pasa nada, que el dolor se puede esconder como quien guarda un objeto personal en una caja fuerte.

En ambos casos se genera una misma anatomía del sufrimiento: la del duelo patológico, ese donde no hay un cierre ni una aceptación de la pérdida. De este modo, si hay algo que debemos entender es que el dolor no tiene fecha de caducidad, puede durar décadas e integrarse en cada cosa que pensamos y hacemos. El duelo congelado se enmascara en múltiples enfermedades y opaca por completo nuestra oportunidad de volver a ser felices.

“Llorar es hacer menos profundo el duelo”.

-William Shakespeare-

burbuja de hielo para simbolizar el duelo congelado

Duelo congelado o retardado ¿qué es?

El dolor puede congelarse, quedarse en suspensión o incluso permanecer atrapado como una semilla en una gota de ámbar. Lo hacemos así cuando nos negamos a afrontar una realidad dolorosa, cuando nos decimos a nosotros mismos que es mejor aparcarla a un lado y retomar nuestras vidas evitando pensar en esa persona que acabamos de perder.

Si hay algo que los especialistas en materia de duelo saben bien, es que este proceso psicológico se vive en cada uno nosotros de manera muy diferente. Ahora bien, la visión general que suele tenerse del tema es que una pérdida es sinónimo de tristeza y que, por término medio, se tarda entre un año o año y medio en poder avanzar y dar por finalizado un duelo.

Estas ideas no son del todo correctas. Para empezar cuando se pierde a alguien se experimenta algo más que tristeza. Hay rabia, hay desconcierto y hasta angustia. Asimismo, la vivencia de un duelo se relaciona de manera directa con la personalidad de cada uno, con los recursos de los que tenga y también del apoyo social y personal del que disponga.

De este modo, tal y como nos explican en un estudio llevado a cabo por la doctora Katherine Shear, de la Universidad de Columbia, Nueva York es que es muy difícil predecir cómo afrontará cada persona la pérdida de un ser querido. Es más, se estima que cerca de un 5% de la población, llevará a cabo en algún momento un duelo congelado o retardado. Las características de este proceso serían las siguientes.

Síntomas del duelo retardado o congelado

El duelo congelado o retardado aparece como mecanismo de defensa. La persona se niega a aceptar la realidad de lo sucedido, no puede afrontarla, se siente incapaz de lidiar con semejante sufrimiento. De ahí, que el cerebro opte por negar o simplemente, ‘congelar’ el sufrimiento dejándolo para otro instante.

Ahora bien, todo ese sobreesfuerzo psicológico y esa contención emocional tiene consecuencias:

  • Es común padecer trastornos de ansiedad y estrés.
  • La persona sufre hipersensibilidad. Cualquier imprevisto o evento fortuito se vive de manera sobredimensionada.
  • Se puede derivar en trastornos alimentarios o en conductas de adicción.
  • Hay a su vez una clara negativa a hablar o nombrar la pérdida de esa persona significativa.
  • Aparecen síntomas psicosomáticos como problemas digestivos, alergias, cefaleas, dolores musculares, problemas de piel, caída del cabello.
  • Surge una falta de visión o planificación de futuro. Uno deja de tener planes y objetivos vitales.
  • Surgen también problemas a nivel relacional. Falta la alegría, la paciencia, las ganas de compartir, de disfrutar de instantes de ocio… Es más, en ocasiones hasta se deja de conectar con los demás de manera auténtica, falla la empatía porque el sufrimiento interno no aceptado opaca casi cualquier cosa.

¿Cómo se trata un duelo congelado o retardado?

La persona que convive con un duelo congelado debe saber que en algún momento toda esa carga emocional acabará emergiendo. En ocasiones, basta con un desencadenante repentino para que se mezclen un sinfín de sensaciones capaces de desbordarnos. Así, la muerte de una mascota, ver a alguien enfermo o incluso sufrir un pequeño percance, desencadena toda una avalancha de sentimientos que no saben bien cómo gestionar.

En el Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) no aparece como tal la condición clínica del duelo congelado. Sin embargo, sí incluye criterios de diagnóstico para el “trastorno de duelo complejo persistente”. Ahora bien, sabiendo que existe este tipo de duelo patológico, en los últimos años se han desarrollado nuevas terapias que están resultando muy efectivas.

Un ejemplo de ellas es la presentada en un estudio del 2012 por parte de la doctora Julie Wetherell de la Universidad de San Diego, California. Se trata de un enfoque que combina la terapia cognitivo-conductual, la terapia interpersonal con técnicas de exposición prolongada. El propósito básico es facilitar la aceptación de la pérdida, trabajar las emociones y un aspecto que suele surgir en muchos casos: la sensación de culpa.

Chica triste haciendo terapia para tratar el duelo congelado

Para concluir, afrontar una pérdida es algo para lo que nadie está preparado. El duelo no es un proceso ni universal ni normativo, es dinámico, descarnado, complejo y hasta patológico en muchos casos. Ser capaces de pedir ayuda (y dejarnos ayudar) nos permitirá transitar por esta realidad de manera más ajustada y saludable.


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