Los efectos secundarios del castigo en niños
Cuando dejamos a nuestro hijo sin ir al concierto de su cantante favorito o le prohibimos usar el ordenador en un par de días por su comportamiento, estamos tratando de penalizar sus malas conductas. Es decir, el castigo en niños persigue suprimir una serie de actuaciones indeseadas. Sus principales ventajas son dos. Por un lado, tiene un efecto muy rápido y, por otro, elimina comportamientos inadecuados y reorganiza los deseados.
Sin embargo, el castigo en niños produce una serie de efectos secundarios posteriores que muchas veces no son contemplados por los adultos. Esta serie de reacciones, principalmente de naturaleza emocional y conductual, nos hacen pensar que quizá no sea la mejor manera de terminar o disminuir la frecuencia del mal comportamiento.
Castigo positivo
Esta técnica de control, por tanto, es usada para suprimir determinadas conductas no deseadas. En concreto, nos vamos a centrar en el conocido como castigo positivo. Es decir, en la entrega de un estímulo aversivo, entendido como aquel que tiene consecuencias desagradables para quien lo recibe.
Un ejemplo de este tipo de condicionamiento podría ser cuando un niño se muerde continuamente las uñas y se le aplica un producto muy amargo para que deje de hacerlo. Así, cada vez que se lleve los dedos a la boca va a tener una sensación desagradable. Si lo repite en muchas ocasiones, terminará por abandonar el hábito con tal de no sufrir ese amargor.
Eficacia del castigo en niños
Para que el correctivo sea lo más eficaz posible, es necesario tener en cuenta una serie de variables:
- Intensidad: la relación entre un castigo intenso y su efectividad es directa.
- Duración: si se extiende en el tiempo parece garantizar mayor eficacia.
- Contigüidad: el hecho de que el castigo se produzca inmediatamente después de la actitud o conducta que se quiere eliminar. Si se demora la aplicación del estímulo aversivo, la efectividad disminuye.
- Contingencia: no se debe retirar hasta que cese el mal comportamiento. Si éste deja de ser castigado antes de haber desaparecido por completo, se producirá una recuperación a corto plazo y muy rápida de la conducta. Cuando los niños nos ponen a prueba con preguntas del tipo “¿me levantas el castigo?”, hay que saber decir “no”.
- Experiencia estimular: si el castigo es novedoso para el niño tiene un efecto mucho más acusado que si es familiar.
- Alternativa: es importante que el individuo tenga una respuesta alternativa sustitutiva a la castigada.
Además, ha de reparar, en lo posible, el daño que ha causado con su comportamiento. Por ejemplo, si un niño está jugando en casa a la pelota, cuando sus padres le tienen dicho que no lo haga y, sin querer, rompe un jarrón. El padre le castiga haciendo que limpie, recoja y pegue todos los trocitos de la cerámica.
Desventajas del castigo
Los resultados del conductismo instrumental (respuesta – consecuencia) son muy útiles en la práctica. Las personas actuamos guiados por motivaciones e intereses, tendiendo a repetir aquellos comportamientos o actitudes por los que obtenemos recompensa. No obstante, cuando esta filosofía se traslada al aprendizaje infantil, el castigo en niños no siempre es la manera más conveniente de educar. Algunas de sus desventajas son las siguientes:
Respuestas emocionales
El estado emocional de una persona a la que le acaban de castigar es, por lo general, bastante frustrante. Va asociado a pensamientos negativos contra la persona que lo administra y genera una sensación de impotencia. Por ello, se pueden producir una serie de respuestas emocionales, tales como lloros, gritos, pataleos, rabietas… y hasta conductas agresivas. Y no solamente dirigidas a la persona que ha administrado el castigo, sino también al resto que se encuentren presentes.
Estímulos señal
La persona que administra el castigo y otros estímulos del entorno pueden convertirse para el niño en estímulos desagradables por sí mismos o en señales de aviso de que se aproxima una consecuencia desagradable. Por eso, la conducta castigada no aparecerá en su presencia, pero sí en su ausencia. Este efecto secundario es el prototipo del comportamiento en el aula: los niños se portan mal cuando no hay ningún profesor en clase y dejan de comportarse así en el momento en que uno entra por la puerta.
Sustitución por otros comportamientos inadecuados
El castigo en niños también puede promover la sustitución de la conducta penada por otras igualmente indeseables. De ahí que sea tan importante aplicar la sanción junto a una alternativa para que el niño pueda saber qué está bien y qué es lo que se está castigando. Aunque castigar sirve para eliminar conductas, su aplicación provoca conductas de escape y evitación de las propias consecuencias del mismo.
“No” al castigo físico
La persona que aplica el escarmiento puede sobrepasarse. Por supuesto, si el castigo es físico y supone la administración de una bofetada o un cachete, el efecto es doblemente negativo. No solo porque esté penado por ley, sino que los padres son modelos para sus hijos y el ejemplo que se está dando al niño abofeteándole es pésimo. Los pequeños aprenden todo lo que se les enseñe. Incluidos los malos hábitos y las conductas erróneas, aunque sean correctivas y dirigidas a corregir su comportamiento.
Moderación y disciplina
Cuando hay varias alternativas de respuesta, y una es la indeseable que se quiere suprimir, se puede recompensar la realización de cualquiera de las otras respuestas si son incompatibles con la realización de la indeseable. Este método conocido como reforzamiento diferencial de otras conductas (RDO) suele dar mejores resultados a la larga que el castigo de la respuesta indeseable.
Es importante no educar a los niños en un constante intercambio de recompensas o prohibiciones, porque no aprenderán a dar valor a ser disciplinados. Es decir, no harán los deberes porque consideren que les sirve para el futuro, sino porque saben que así van a poder salir el fin de semana con sus amigos. Darán resultados, pero éstos tendrán una buena parte de motivación extrínseca, memorizando sin aprender y buscando solamente el premio.
En consecuencia, el castigo debe aplicarse con cuidado y moderación, porque el exceso puede convertir al niño en un ser antisocial.