El sencillo ejercicio propuesto por A.Ellis para deshacernos de la vergüenza
La vergüenza es una emoción que se activa cada vez que pensamos que hemos faltado a una norma social. Cumple una poderosa función de regulación social: gracias a ella, nos hemos asegurado durante millones de años la aceptación del grupo y en consecuencia, la supervivencia.
Actualmente, la vergüenza sigue presente en nuestra estructura emocional, pero en ocasiones se manifiesta en situaciones poco acertadas.
Hay momentos en los que nos tenemos que enfrentar a una situación que para nosotros supone un riesgo porque sabemos que es muy probable que pasemos vergüenza. ¿Es que vamos a ser rechazados por el grupo social? Probablemente no, pero de forma errónea nosotros pensamos que sí y además, le añadimos la etiqueta de terrible a este hecho improbable.
Como creemos de forma anticipada que vamos a ser rechazados, activamos a la vergüenza, y esta promueve en nosotros acciones encaminadas a protegernos de ese posible rechazo.
Existen dos formas de librarnos de la vergüenza disfuncional: una es convencernos a nosotros mismos, mediante diálogo interno, de que no tenemos pruebas para anticipar la desaprobación de nuestro entorno y de que, si así fuese, tampoco necesitamos la aceptación de todo el mundo. La otra es arriesgarnos a pasar vergüenza y hacerlo de forma voluntaria. En este sentido, el psicólogo cognitivo Albert Ellis diseñó una serie de ejercicios encaminados a conseguir la auto aceptación incondicional.
Los ejercicios de ataque a la vergüenza de Albert Ellis
Lo que Albert Ellis pretendía conseguir mediante estos ejercicios es que la persona que los llevaba a cabo se diese cuenta de que el valor personal es inalterable. Seamos como seamos o actuemos como actuemos, nuestro valor siempre va a seguir siendo el mismo.
Pensar de esta manera nos hace vivir mucho más libres y conforme a nuestras necesidades, valores o criterios y no dependiendo de un entorno que puede o no aceptarnos.
Si nos valoramos a nosotros mismos -y también a los demás- partiendo del hecho de ser, de tener una existencia, será muy complicado que nos privemos de ser nosotros mismos. De esta manera no estaremos tan necesitados de la aprobación social, lo que nos hará personas más auténticas.
En general, se nos ha enseñado a sentir vergüenza cada vez que hacemos algo que la sociedad ha etiquetado como reprobable. Cuando experimentamos esa vergüenza, en realidad nos estamos diciendo a nosotros mismos que somos seres despreciables, que nunca sabremos actuar de otro modo, que nadie nos va a querer y un sin fin de frases interiores irracionales y amargas que lo único que consiguen es hundirnos.
Para que esto no ocurra, Ellis propone que pensemos en algo que en el marco de nuestra cultura pueda parecer ridículo de manera que no contribuya precisamente a mejorar nuestra imagen. ¿Ya lo tienes? Una vez que lo hayas pensado y sea posible llevarlo a la práctica, sin pensarlo dos veces, tienes que tomar acción y hacerlo.
El objetivo es exponernos a sentir vergüenza y a las críticas, miradas por encima del hombro y desprecios de los demás. ¿Qué conseguiremos con esta exposición? Simplemente darnos cuenta de que nada terrible ocurre.
Lo peor que puede pasar es obtener rechazos ajenos, pero, pensémoslo detenidamente ¿Ha matado a alguien el rechazo? ¿Qué quiere decir que el otro no me apruebe tal y como soy? ¿Quién tiene el problema, el otro o yo?
Algunos ejercicios que Albert Ellis nos muestra como ejemplo son pasear un plátano por la calle como si fuese nuestra mascota. Se trataría de hablarle, acariciarlo, tirar de él con una cuerda…
Otro ejercicio es parar a alguien por la calle y decirle que acabas de salir del manicomio y que te gustaría saber en qué año estamos. También podemos optar por sacar a relucir nuestra mejor voz y cantar en plena calle esa canción que tanto nos gusta o bien ir vestidos de una forma extravagante.
Elijas lo que elijas, tiene que ser algo que active tu vergüenza de verdad. No vale algo que en realidad a ti no te produzca ese sentimiento. La idea es que aprendas a tolerarlo y a relativizar lo que va a ocurrir.
Puedes sorprenderte…
Seguro que estás pensando: “¡No haría esto en la vida, me tacharían de loco!”… y puede que tengas razón, pero lo sorprendente es que no serán muchas personas las que lo hagan. Tendemos a montarnos catástrofes inexistentes en forma de remolinos de pensamientos. Así, llegamos a creer que todos nos van a rechazar, que nunca seremos aprobados, que será terrible, que el rechazo de los demás significará indudablemente que somos unos gusanos, etc.
Cuando realizamos el ejercicio, finalmente nos damos cuenta de que todos estos errores de pensamiento -generalización, dramatismo, atención selectiva…- que cometemos nos llevan a conclusiones poco realistas.
Es cierto que algunas personas nos mirarán de forma negativa y otros incluso nos insultarán, pero si nos fijamos suelen ser gente cuyo rostro denota insatisfacción, tristeza… Es decir, ellos ya están mal con la vida, no tiene nada que ver contigo.
Sin embargo, otras personas -la mayoría- se reirán con nosotros, algunos incluso se unirán a nuestro pequeño espectáculo y no nos juzgarán duramente. Incluso podemos hacer nuevos amigos.
No olvidemos que al fin y al cabo los demás también son personas. Ellos también meten la pata y hacen el ridículo a veces, se equivocan, rectifican, sienten emociones, etc. Si te juzgan, solo será problema de ellos, nunca tuyo. Mientras no hagas daño a nadie eres libre de actuar como te plazca. A ti, ¿Se te ocurre algún buen ejercicio para atacar a tu vergüenza? ¿Te atreves a hacerlo?