El cofre mágico de la memoria
La memoria es muchísimo más que un repaso intelectual de hechos o situaciones que tuvieron lugar en el ayer. Cuando vuelves al pasado, conscientemente haces un recuento de lo sucedido, pero no te percatas de que en ese ejercicio tu mente selecciona y matiza. A través de un complejo proceso de decantación, tu mente organiza los recuerdos y los olvidos en función de tu mundo interno y no necesariamente de lo que efectivamente ocurrió, ni de la manera como pasó.
La palabra “recordar” viene del latín “recordari”, formado por “re” (de nuevo) y “cordis” (corazón). Así que estrictamente hablando, por su etimología, recordar significa “volver a pasar por el corazón” o “traer de nuevo al corazón”.
Las memorias y los olvidos se expresan a través de la mente, pero están fijados por el corazón. Ese corazón que tiene una cara conocida y una oscura, a donde van a parar muchas de las situaciones más importantes de tu vida.
La memoria es creativa
Normalmente todos tenemos una versión establecida de nuestro pasado, donde hay un lugar preferente para los hechos que consideramos relevantes. En otras gavetas de la memoria guardamos situaciones que nos parecen menores y en algunas más no sabemos lo que hay.
Lo que nos lleva a organizar los recuerdos de una manera y no de otra, es un conjunto de decisiones que hemos tomado de manera inconsciente. Eventualmente podríamos construir una nueva versión de nuestro pasado, si organizamos los recuerdos de otra manera o encontramos que nuestra vida tiene un sentido distinto al que le da la historia que hemos construido hasta ahora.
Es lo que ocurre con la historia oficial de un país, la que te enseñan en la escuela. A veces la aprendes pensando que, tal vez, uno de los grandes héroes nacionales fue una figura virtuosa y sin tacha. Puedes investigar un poco más y darte cuenta de que esa versión falta a la verdad. Quizás no era tan maravilloso, sino mucho más humano de como lo viste inicialmente. Tal vez incluso termines pensando que el dichoso héroe fue más bien un perfecto mediocre o hasta un canalla.
La memoria no es estática, sino que cambia permanentemente en función del sentido que logremos otorgarle a una historia, propia o ajena. No se recuerdan las cosas como ocurrieron, sino como las organizamos para recordarlas.
Por algo en la mitología griega, Mnemosina, la diosa de la memoria, fue también la madre de las nueve musas. La memoria es ante todo creación.
Las zonas oscuras
Tan importantes como las memorias son los olvidos. De hecho, desde el punto de vista del psicoanálisis, los olvidos son mucho más reveladores que los mismos recuerdos. ¿Olvidaste apagar la luz? ¿O el nombre del nuevo compañero de trabajo? ¿O la cita que tenías con una vieja amiga de la escuela? Siempre que ocurre esto simplemente exclamas “¡Cómo pude olvidarlo!”. Quizás si respondieras esa pregunta encontrarías un valioso camino hacia esas zonas oscuras de ti mismo, que no terminas de conocer.
A esos olvidos cotidianos se suman otros de mayor envergadura. ¿Recuerdas cuándo, cómo y por qué terminaste teniendo miedo a las arañas, las cucarachas, los ratones o cualquiera de esos bichos a los que tantos les tenemos repulsión? ¿Te hicieron algo para que los detestes?… ¿Te acuerdas del día en que naciste?… ¿Te acuerdas de la primera vez que te dieron un golpe o te dijeron una palabra ofensiva?… ¿Qué recuerda tu cuerpo?…
Es posible que hayas olvidado esos hechos. Pero ahí están, en alguna gaveta. Son esas situaciones que no olvidaste por irrelevantes, sino todo lo contrario: tan importantes fueron que no sabes cómo abordarlas y por eso las expulsas de la conciencia. Si hay que volverlas a traer o no, depende de cuántas cosas hagas o dejes de hacer hoy en día, sin tener la menor idea de por qué, o sabiendo que contradicen lo que conscientemente quieres hacer.
Tu memoria, ese exquisito espacio de tu ser, también estará llena de sabores, de aromas. Habrá miradas que no se te borran, caricias que recordarás siempre. La memoria está hecha de piel, de sensaciones. Es un cofre mágico en donde reposa lo más valioso de tu ser, todo aquello que, a la hora de la hora, queda de ti.