El desarrollo humano
El desarrollo humano es un concepto socialmente construido, cargado de contenido ideológico y de connotaciones culturales. Sin embargo, lo cierto es que todas las sociedades del mundo aspiran a progresar, de acuerdo con su propia concepción del bienestar.
El desarrollo humano implica el progreso de las condiciones de vida de las personas. De este modo, por definición, no existen estadios “desarrollados” y “no desarrollados”, todas las personas y todas las sociedades avanzan, retroceden o se estancan. Por lo tanto, el desarrollo se concibe como un proceso inagotable.
A pesar de esto, incurrimos frecuentemente en contradicciones semánticas, como la distinción entre “países desarrollados” y “países en desarrollo”. El objetivo de este artículo es analizar una de las variantes de este concepto: el desarrollo humano. Entendido este como un concepto multidimensional y que se ve concibe como un derecho humano inalienable.
El desarrollo conceptual
El concepto de desarrollo es relativamente reciente, en concreto, data de mediados del siglo XX. A lo largo de seis décadas de debate, se ha ido modificado su concepción; desde una concepción unidimensional (económica) a una noción multidimensional (económica, social, política, cultural y medioambiental).
La concepción del desarrollo como un proceso de cambio estructural encuentra sus orígenes tras la II Guerra Mundial. Se consideraba el desarrollo como el proceso de transformación a través del cual los países transitaban desde una economía tradicional (agrícola) a una moderna (urbana e industrial). Este enfoque se medía a través de la tasa de crecimiento de la renta.
Sin embargo, esta concepción meramente económica del desarrollo presenta una serie de problemas:
- Se asume que el crecimiento económico eleva el bienestar general de la sociedad. Pensando que se filtra hacia abajo desde las rentas más altas (las que generan la inversión y reciben el grueso de los beneficios del crecimiento) hacia las rentas más bajas.
- Se tiende al “determinismo histórico” derivado de la asunción de que el progreso consiste en reproducir las experiencias vividas en los países desarrollados en aquellos más atrasados. Se entiende la industrialización como el “camino universal” hacia el progreso económico. De este modo, se considera el crecimiento económico como fin último del desarrollo y no como un medio para mejorar las condiciones de vida de las personas.
De este modo, algunos economistas comenzaron a criticar la priorización del crecimiento económico en las estrategias de desarrollo, argumentando que es necesario promover el cambio social y político para mejorar el bienestar. Así, ni la industrialización ni el crecimiento económico son estrategias factibles de bienestar…, a no ser que vayan acompañadas de medidas redistributivas.
Se empieza a entender el desarrollo como un concepto multidimensional y se empiezan a utilizar otros indicadores para medir el bienestar, no solo la renta.
A modo de resultado, surgen índices como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que permite medir el progreso a través de tres dimensiones: salud (esperanza de vida al nacer), educación (años promedio de instrucción y años de instrucción esperados) y estándar de vida (ingreso nacional per cápita).
Este índice ha resultado muy útil ya que ha permitido resumir en un solo indicador la compleja información multidimensional del desarrollo humano, por lo que ha resultado especialmente atractivo para los medios de comunicación y la opinión pública.
El desarrollo hoy en día
Tras seis décadas de debate doctrinal, el desarrollo humano se entiende como un “proceso de expansión de las libertades de las personas para llevar una vida saludable, prolongada y creativa; conseguir las metas que consideran valiosas y participar activamente en darle forma al desarrollo de manera sostenible y equitativa en un Planeta compartido” (PNUD). Así, las personas son al mismo tiempo beneficiarias y agentes motivadores del desarrollo humano, colectivamente y como individuos.
De este modo, el desarrollo se percibe como un proceso forjado por las personas y que beneficia a las personas. Por lo que las políticas de desarrollo humano han de diseñarse de manera participativa y sus beneficios han de redistribuirse. Al final, lo importante es abordar con justicia los principales conflictos que surgen en una comunidad en constante crecimiento, dentro de un mundo finito y compartido.
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