El locus de control y su relación con la salud mental

¿Te sientes responsable de tu propia vida o consideras que buena parte de lo que te sucede es cuestión de suerte y azar? Esto tiene que ver con el locus de control. Descubre el término y cómo afecta al bienestar mental.
El locus de control y su relación con la salud mental
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 25 marzo, 2023

En el transcurso de la vida todos experimentamos éxitos y fracasos, situaciones adversas y otras más agradables. Sin embargo, hay diferencias significativas en cómo interpretamos lo que nos sucede. Podemos sentirnos responsables de lo ocurrido o, por el contrario, culpar a los otros o al azar. Y esta es una tendencia repetitiva. Es el llamado locus de control, el cual guarda una importante relación con nuestra salud mental.

No es igual sentir que vivimos en un universo incontrolable y que nuestra realidad está dominada por fuerzas externas, a percibir que está en nuestras manos modificar y hacer que tengan lugar los acontecimientos. Así, el grado en que nos identificamos como agentes causales determina la autoestima y autoeficacia, demás de la probabilidad de sufrir ansiedad, depresión u otros trastornos psicológicos.

No obstante, esta asociación no es siempre lineal y directa. En otras palabras, no siempre un mismo tipo de locus de control es el apropiado. Te contamos por qué.

¿Qué es el locus de control?

Este término se define como el lugar en el que la persona coloca el origen de los acontecimientos en su vida; puede ser interno o externo. Este concepto lo describió Julian B. Rotter, para designar las atribuciones que las personas hacen sobre las causas de lo que les sucede.

Así, por ejemplo, una persona con locus de control interno se siente responsable de su realidad y entiende que esta es el resultado de sus propias actitudes, habilidades y conductas. Por el contrario, quienes poseen un locus externo perciben que están en manos del azar, de las otras personas o de los factores ambientales. Se entienden a sí mismos con escasa capacidad para influir en su devenir y adoptan una actitud pasiva.

Este locus se crea ya en las primeras etapas de la vida y permanece relativamente estable. Interviene en él la genética, por lo aprendido de los primeros modelos de conducta y también por las experiencias vividas. Pero está tan normalizado que a muchas personas les cuesta identificar qué estilo poseen.

Mujer deprimida con control del televisor en una mano
El locus de control está vinculado con el nivel de proactividad de las personas.

¿Cómo se relaciona el locus de control con la salud mental?

Es importante entender cómo está configurado nuestro locus, ya que este tiene una importante relación con la salud mental. Principalmente, se asocia con los siguientes elementos.

Falta de proactividad

Quien tiene un locus externo concerniente a la salud considera que no está en sus manos conservarla, mejorarla o que poco puede hacer al respecto. Si su bienestar depende, en gran medida, de la suerte y de elementos ambientales fuera de su control, no se hará cargo de aquello que sí está en sus manos.

Es cierto que los trastornos mentales tienen un componente hereditario e influyen en ellos los estilos de crianza y experiencias tempranas; aspectos sobre los que no podemos actuar. Sin embargo, sí podemos trabajar a nivel interno, en nuestras creencias, emociones y reacciones. Podemos adquirir nuevas estrategias de autoregulación y habilidades de afrontamiento y adherirnos al tratamiento psicológico o farmacológico.

Ahora bien, un locus externo nos llevará a considerar estas acciones como carentes de valor e influencia y optaremos por anclarnos en el «soy así», «es lo que hay, he tenido mala suerte».

Depresión

Se ha visto que los síntomas depresivos están vinculados con un locus externo, porque da lugar a lo que se conoce como desesperanza aprendida. La persona asume que no tiene control sobre su entorno y que sus respuestas no tienen capacidad de influir en el curso de los acontecimientos. Es decir, cree que no puede generar refuerzos y que no puede escapar de los castigos.

Asimismo, las respuestas son diferentes en función del contexto. Ante eventos negativos, la persona con depresión suele emplear un estilo atribucional interno, estable y global (en otras palabras, infiere que son su culpa, que seguirán ocurriendo y que afectarán a todas las áreas). En cambio, ante eventos positivos, usa un estilo atribucional externo, inestable y específico (asume que se deben a causas externas, que no siempre estarán presentes y que ocurren en un contexto puntual).

Ansiedad

Ese mismo estilo de atribución negativo también se liga a la ansiedad, por lo que se considera que puede ser un factor de vulnerabilidad para diversos trastornos mentales. Si en la depresión el locus externo se traduce en una incapacidad de producir resultados positivos, en la ansiedad se relaciona con una fuerte sensación de incertidumbre, con la preocupación que esto conlleva.

Ahora bien, es cierto que el locus externo conduce a la pasividad, pero el interno no es siempre la mejor alternativa. Y es que, en muchos casos, los síntomas ansiosos aparecen cuando la persona pone una excesiva carga, presión y responsabilidad sobre sí misma; sucede porque considera que es responsable de absolutamente todo y tiene que ocuparse de que salga bien.

Esto ocasiona, por ejemplo, la idea de que preocuparse es positivo y necesario (muy frecuente en el trastorno de ansiedad generalizada). O lleva a las personas con trastorno obsesivo-compulsivo a utilizar diferentes rituales para controlar su entorno y evitar que se produzca aquello que temen.

Mujer con ataque de ansiedad
La depresión y la ansiedad son otros elementos ligados a la configuración del locus de control.

La importancia de buscar un equilibrio en cuanto al locus de control

A la vista de lo anterior, se deduce que la clave reside en hallar un sano equilibrio. Es preferible mantener un locus interno, que nos permita sentir que tenemos las riendas de nuestra vida y nos proporcione la motivación y energía para actuar. Sin embargo, hay que ser realista y tener en cuenta que ciertos factores ajenos a uno mismo también afectan los resultados.

En este punto, conviene aprender a discernir entre lo que sí está en nuestras manos y lo que no. Si ajustamos tales atribuciones dejaremos de sentirnos culpables, presionados o indefensos; y, por el contrario, lograremos una buena aceptación de la realidad que nos permita trabajar y mejorar dentro de nuestro rango de actuación.


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