El resentimiento vive de rencor y muere por amor
Nuestro lenguaje es tan bello e inteligente que en muchas ocasiones dentro de sí esconde su significado. Resentimiento no es más que el sentimiento que se repite, una y otra vez, sin dar tregua, sin permitirnos subir a la superficie para respirar y llenar de oxígeno nuestros pulmones. Un eco que, cuando anida, no calla.
El resentimiento al mismo tiempo es ese enfado, ira en muchos casos, al que encerramos en nuestro interior por diferentes razones. Puede ser porque de manera lógica no estemos muy seguros de su justificación: sabemos que quizás no tenemos derecho a enfadarnos porque alguien no cumpla nuestros deseos o porque diga que no a algo que le pedimos, sin embargo esa negativa no deja de enfurecernos. No la podemos explicar porque sentimos al mismo tiempo que no es justificada.
En muchas ocasiones, nos guardamos el enfado porque no queremos mostrar vulnerabilidad. No queremos dar la imagen de personas dependientes y que el otro se de cuenta de que lo que nos ha negado era importante para nosotros. No queremos darle ese poder o mostrarle que ese es nuestro punto débil, si alguna vez ocurre un enfrentamiento le estaremos dando armas como enemigo para que nos haga daño.
Por otra parte, las personas que albergan este tipo de temor suelen tener tendencia al resentimiento. Porque hay personas con tendencia a experimentar este sentimiento, como hay personas que tienen tendencia a experimentar cualquier otro.
Este tipo de personas se suelen caracterizar por una tendencia, casi obsesiva, a “apuntar mentalmente” lo que consideran ataques de los demás. Quizás lo hagan para tener balas si algún día se abre una batalla, pero eso mismo que apuntan también se vuelve su contra en los momentos de bajón, ya que entonces la lista se trasforma en el conjunto de pruebas que sostienen un sentimiento profundamente triste, el de no sentirse queridas.
“El resentimiento no se calma con el resentimiento, solo con amor paciente deja de existir, ésta es una verdad constante”
-Buda-
Guardamos en enfado bajo siete llaves y paredes finas
Entonces…nos lo tragamos. Lo encerramos en nuestro interior y desde allí empieza a pegar golpes que, aunque no nos demos cuenta, trascienden también a cuenta gotas en los demás. Son esas palabras hirientes que le regalamos a nuestro amigo porque llega un poco tarde, las maldiciones que soltamos cuando se nos cae la tostada por el lado de la mermelada o el silencio con el que recibimos a nuestra familia cuando llega a casa. Golpes desviados, que no son al vacío y que también dañan.
Por otro lado, alguien con un profundo resentimiento es un portador de una poderosa bomba que está a punto de explotar. Solo hace falta que no pueda más o que se enfade por un motivo que sí piensa justificado para que se produzca la explosión.
El resentimiento es uno de los peores enfermedades en cualquier pareja. Desgraciadamente empieza a crecer cunado la comunicación se rompe y los daños que quedan sin reparar se acumulan. El hecho de que no tengan palabras no significa que se borren, todo lo contrario, es uno de los mejores indicios de que se acumulan.
Lo hacen tanto que, el día que salen a la luz, los dos miembros de la pareja se suelen dar cuenta de que llevan tiempo viviendo con una persona desconocida. Una especie de fantasma siniestro que actuaba de una manera, que intentaba ser amable, cuando su fondo reinaba una gran oscuridad.
El resentimiento ahoga a su portador
El resentimiento es ese sentimiento capaz de retorcer a todo el cuerpo, hasta que cae la última gota de amor.
El resentimiento, mientras no se manifiesta y permanece sin aire, ahoga a su portador. Al que primero le llegan los golpes que da es al guardián de su encierro, el que primero lo lamenta y tiene que curar las heridas que le produce es la persona que lo atesora. Sin embargo, sobrevive en algunos casos porque no sabemos cómo deshacernos de él.
En otros casos vive gracias a la bruma que encierran unas palabras siniestras: “la venganza se sirve fría”. Es ese rencor guardado el que le lleva todos los días el alimento a la celda y el que aleja al amor del que puede salir el perdón y la intención, firme, de pasar página, capítulo o libro.
Este amor, capaz de acabar con el resentimiento no tiene tanto de amor al otro como de amor hacia nosotros mismos. Como hemos dicho, en realidad somos nosotros quienes somos golpeados por este sentimiento cuando lo conservamos y la mejor demostración de cariño que podemos hacer hacia nosotros es dejar que se vaya y que fuera muera.