El respeto se exige, la confianza se gana
Siempre he pensado que la confianza es quizá la entrega más frágil que hacemos las personas. Como bien reza el título, es algo que ganamos a cucharitas de café y que cuando la perdemos lo hacemos a toneles. Además es curioso, porque a medida que las personas ganamos en años esto se polariza todavía más.
La experiencia suele dictar prudencia a la hora de entregar nuestra confianza: la hemos visto traicionada en tantas ocasiones que tendemos a guardarnos para nosotros una parte cada vez más grande. Así, la vida nos suele volver más cordiales, pero también más desconfiados.
“Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza”-Juvenal-
El respeto se exige, la confianza se gana
Que confiemos en alguien no significa que pensemos que es menos que nosotros, y tampoco es una falta de respeto. Piensa que la confianza tiene que ver con la entrega, con el apoyo de una parte de nosotros que podemos perder en caso de que este falle. El respeto tiene que ver con el reconocimiento y la habilitación de la otra persona para relacionarse con nosotros.
Por lo tanto, hablamos de dos valores distintos, aunque es cierto que en algunos casos las línea que los separa es muy fina. Hay personas que se toman el hecho de no recibir la confianza de los demás como un insulto, como una hacerles de menos. Especialmente cuando son personas que entregan su confianza muy rápido y esperan reciprocidad.
La importancia de la confianza
Piensa que nuestros antepasados vivían en tribus y que cazaban en grupo. Hacían una vida en sociedad en las que las relaciones eran mucho más cercanas que las que solemos tener ahora y sobre todo mucho más interdependientes. Así, la confianza era un valor fundamental. Si se trataba de acorralar una presa para cazarla, nadie podía abrir el cerco porque sino ese día todos se quedaban sin comida.
Más de una vez me he encontrado con alguna persona que se ha molestado porque no he compartido con ella parte de mis pensamientos o de algún hecho que conocía. También me he sentido en el otro lado, he hecho preguntas y no he obtenido respuesta; nunca lo he preguntado, pero creo que también ha sido por este motivo. El caso es que tampoco me he sentido bien.
Hay realidades que a las personas nos cuesta aceptar. Una de ellas es la de no tener la confianza de otra persona.
Piensa que puede que para ti seas una persona en la que tengas una gran confianza. Llevas toda la vida contigo y te conoces. Es más, tienes un gran poder sobre lo que haces o dices. Sin embargo, la otra persona no lleva contigo toda la vida ni tiene el control sobre ti que tú tienes. Esta diferencia tan grande, pero a la vez tan sutil, muchas veces cae en el saco del olvido.
La confianza necesita tiempo
Para unos más y para otros menos, pero necesita tiempo. Además, es un proceso muy intuitivo. Piensa que no solemos hacer un gran razonamiento para decidir hasta qué punto le vamos a entregar la confianza a alguien; simplemente nos abrimos hasta el punto en el que nos sentimos a gusto.
Los estudios han identificado variables que influyen. Cuanto más semejante a nosotros es la persona más rápido le entregamos nuestra confianza. A las personas que van con niños, con personas mayores o con animales también tendemos a entregársela rápido. Entendemos que si alguien se ha fiado de ellas para que se encarguen de algo tan valioso es que deben ser confiables.
También le entregamos la confianza más rápido a quienes comparten nuestras aficiones, ya que podemos mantener largas conversaciones con ellas sin entrar en temas personales.
“Confianza es el sentimiento de poder creer a una persona incluso cuando sabemos que mentiríamos en su lugar”-Henry Louis Mencken-
Por otro lado, la reflexión más bonita que podemos hacer respecto a la confianza es la preciosa sensación de ser dignos de ella para las personas que nos quieren. Ya no que sepan que no les vamos a traicionar, si no que intuyan que vamos a ser los primeros en estar ahí cuando nos necesiten.
La confianza de porcelana
La confianza, en ocasiones, es tan delicada que cuando se rompe es inmensamente difícil de romper. Sin embargo, ¿existe algún modo de no sentirnos traicionados? Desde la Psicología Budista nos animan a confiar en los demás pero sabiendo que nos pueden fallar en algún momento. Al ser humanos podemos errar. De este modo, cuando alguien nos falle o nos traicione, ya estaremos preparados, por lo que no nos causará tanto dolor.
Nosotros también podemos fallarle a un amigo, a un familiar, a una pareja… Y sabemos lo que cuesta recuperar esa confianza perdida. Así que, ¿por el hecho de fallar creemos que somos menos válidos? No. Sabemos que hemos socavado una confianza. Reconocemos el error y aprendemos de él. Si nos comprendemos mejor a nosotros mismos, comprendemos mejor a los demás.
La confianza no es estable. En ocasiones puede verse afectada, lo que no quiere decir que se pierda para siempre. Nuestra mente tiende ser dicotómica, es decir, si nunca nos fallan pensamos que es digno de nuestra confianza. Pero si nos fallan, pensamos que ya no lo es. Nos movemos entre el “sí” y el “no” absoluto. A nuestra mente le cuesta volver a confiar. De este modo, si sabemos que todos podemos fallar, cuando sintamos que alguien ha traicionado nuestra confianza, podremos decir: “bueno, podía pasar un día”. Y de esta forma no nos afectará tanto y sabremos perdonar.