El sesgo de la responsabilidad externa o lavarse las manos
El sesgo de la responsabilidad externa es uno de los más extendidos. Básicamente tiene que ver con el hecho de atribuir o señalar causas externas como factores precipitantes de determinados acontecimientos. Esto toma forma a través de creencias e incluso doctrinas, cuyo eje es precisamente esa convicción.
Recordemos que un sesgo cognitivo es una desviación de la lógica. Se trata de una interpretación equivocada de la realidad que lleva a una distorsión de los hechos. Es un sesgo porque en el fondo se trabaja con una realidad distorsionada. Y es cognitivo porque se trata de un razonamiento que tiene su propia base lógica, aunque esta sea errónea.
Tanto el sesgo de responsabilidad externa, como los demás sesgos cognitivos, sirven de soporte para muchas decisiones. Por lo tanto, este tipo de razonamientos conducen a una cadena de errores, pero, pese a ello, se sostienen porque constituyen una especie de atajo mental que facilita la comprensión de la realidad.
“Nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.
-Jorge Bucay-
El sesgo de la responsabilidad externa
El sesgo de la responsabilidad externa es la convicción de que no somos responsables de nuestros actos, sino que es un agente exterior quien los precipita. Ese agente exterior puede ser un dios, el destino, los astros, el karma, la sociedad, un líder o cualquier realidad poderosa e incontrolable a la que se le pueda adjudicar esta potestad.
El sesgo de la responsabilidad externa produce tranquilidad cuando asumir una responsabilidad en lo ocurrido produce angustia y preocupación. Adjudicarle a otro la responsabilidad de lo que hacemos hace más fácil lidiar con la incertidumbre. Si te equivocas, “Dios lo quiso”, o “Mercurio no estaba alineado”.
Pensar en términos del sesgo de la responsabilidad externa hace que la persona se sienta más protegida. Habría una realidad superior que se encarga de todo; es una forma de prolongar la infancia, donde los padres dirigían nuestras vidas y poco podíamos hacer al respecto.
La libertad de elección
La libertad para elegir en muchos casos puede generar una ráfaga de angustia. El encuentro de una persona consigo misma es, en muchos casos, temido. Se trata de reconocer los errores con la sutileza suficiente para que el autoconcepto no sufra daños. Un ejercicio que no es sencillo; el sesgo sería un sustituto que nos permitiría abstenernos de esta tarea.
Según los antropólogos, el sesgo de la responsabilidad externa -y similares- nace como una respuesta frente al miedo, a la muerte y al dolor. En muchas religiones se insiste en que quienes creen en el poder superior de un dios y se someten a él evitarán castigos y sobrevivirán a la ira o la venganza de ese ser supremo.
La libertad de elección es vista como un peligro para todos aquellos que quieren encarnar, o encarnan, ese poder superior. Los poderes absolutos son el extremo opuesto a esa libertad. Por eso la historia está llena de héroes trágicos que osaron enfrentar a ese ente superior y para ser después ejemplarmente castigados por ello.
La lógica del líder absolutista
Los líderes políticos y religiosos absolutistas dependen en gran medida del sesgo de la responsabilidad externa. Su principal característica es precisamente esa: se ofrecen para ser ese agente externo que tome en sus manos la responsabilidad por la suerte de cada individuo y, a la vez, del grupo al que pertenece.
Este tipo de líderes son motivadores y manipuladores al mismo tiempo. Emplean un lenguaje muy emocional en el que la presencia de una grave amenaza siempre está latente. Obviamente, ellos son quienes se harán cargo de esa amenaza, con la única condición de que los demás les permitan dirigir sus vidas y sus destinos, renunciando al control sobre sí mismos.
Este tipo de líderes suelen surgir y proliferar en tiempos inciertos. Justamente en aquellas épocas en los que los individuos sienten que la realidad se escapa a su control y no hay caminos para incidir sobre ella o darle un giro a la situación. Así mismo, aparecen en momentos de la vida individual enmarcados en una desconfianza sobre las posibilidades y habilidades propias.
El sesgo de la responsabilidad externa nos protege de la incertidumbre y nos tranquiliza. A cambio, perdemos varios de los bienes más valiosos que tenemos como seres humanos: la libertad, la autonomía, la propia responsabilidad. Es, sin duda alguna, un trueque abusivo.
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- Navas, L., Sampascual, G., & Castejón, J. L. (1995). La teoría atribucional de Weiner y los sesgos atributivos: hacia la integración de un desencuentro. Revista de Psicología Social, 10(2), 205-218.