En busca de una mentalidad emocionalmente saludable ¿en qué consiste?
Mentalidad de éxito, mentalidad de crecimiento o estancamiento, mentalidades líquidas o rígidas… Son muchas las formas en que usamos y aplicamos este término y, todas ellas, parten de una misma esencia: definen nuestro modo de actuar partiendo de un enfoque mental. Ahora bien, entre esa amplia variedad solo una es prioritaria para nuestro bienestar: la mentalidad emocionalmente saludable.
La gran mayoría de la población ha oído hablar alguna vez de la Inteligencia Emocional. Una capacidad para entender, controlar y manejar los estados emocionales que nos permite adaptarnos mejor, relacionarnos de manera más efectiva y ganar en felicidad y éxito personal.
¿En qué se diferencia por tanto la «inteligencia emocional» de la «mentalidad emocional»? En realidad, más que una distinción es un complemento, una herramienta, un recurso más de vida. Es un enfoque mental con el que hacer siempre de las emociones nuestras mejores aliadas y, poder así, dar forma a pensamientos y comportamientos más ajustados, más acertados.
De este modo, y más allá de la clásica mentalidad que busca tener éxito o que se esfuerza por ver siempre el lado bueno de las cosas, está quien atiende el equilibrio de sus emociones. Está la persona que entiende que una mente que mira el mundo con calma y confianza responde mucho mejor a los desafíos.
Las claves de la mentalidad emocionalmente saludable
La forma en que elegimos enfocar nuestra atención hacia cada cosa que sucede tanto fuera de nosotros como en el propio interior afecta de manera directa nuestro bienestar. Hacerlo con calma, con empatía, aprecio y mediante las gafas de las emociones positivas, hará que nuestra mentalidad sea nuestra aliada, ese puente directo hacia la felicidad.
Ahora bien, lograr esto no es precisamente fácil, no, si el propio enfoque mental lleva bastante tiempo actuando como nuestro peor enemigo… Debemos entender que nada es tan complejo como eso a lo que llamamos precisamente «mentalidad». Este constructo psicológico se nutre de cada una de nuestras creencias, sean lógicas o no.
También, de cada opinión instalada, de cada costumbre y experiencia vivida o de cada hábito. Y lo que es aún más importante: toda mentalidad determina el comportamiento. Algo así hace, por ejemplo, que digamos a veces aquello de que «tal o cual persona tiene una mentalidad de un niño de tres años». Lo hacemos al evaluar su modo de actuar o reaccionar ante las cosas.
No obstante, algo que debemos entender es que el universo emocional también determina, esculpe y dibuja nuestra mentalidad. De esta manera, alguien que se deja llevar por los impulsos o por el pinchazo de la ira, actuará de manera precipitada y desacertada. La mentalidad emocionalmente saludable nos ayuda a pensar y a actuar mejor. Veamos como trabajarla, cómo poder entrenarla en el día a día.
Una mente donde reina la autoconfianza y la autoestima es una mente feliz
Una mentalidad emocionalmente saludable parte siempre de un tendón psicológico: la autoestima. Sin ella, el flujo de nuestros pensamientos, enfoques, interpretaciones y comportamientos se debilita, se vuelve yermo, falto de impulso y resolución. Porque quien no se aprecia hace de sus ideas e interpretaciones sus peores enemigas.
Por tanto, para que nuestra mentalidad sea emocionalmente saludable, debemos atender nuestra autoestima y también la autoconfianza. Gracias a estas dos «lentes» nuestro universo mental será más positivo, curioso y confiado para relacionarse con el mundo y posicionarnos en él.
Las emociones deben ser nuestras aliadas para favorecer la flexibilidad mental
Un enfoque flexible nos permite adaptarnos mejor a los cambios, al mismo tiempo que nos dota de recursos para manejar las dificultades y responder de manera creativa a los problemas. A su vez, esa flexibilidad en nuestro enfoque mental, facilita y mejora nuestras relaciones al ayudarnos a aceptar a los demás tal y como son.
Una clave de la mentalidad emocionalmente saludable es la flexibilidad cognitiva. Esta parte de las siguientes estrategias:
- Saber entender las propias emociones.
- Vencer resistencias, esas que construye el miedo, la incertidumbre o el temor al cambio.
- A su vez, solo lograremos ser flexibles mentalmente si controlamos la impulsividad y si nos atrevemos a dejar atrás, esquemas de pensamiento rígidos y caducos. Algo así exige, a su vez, aferrarnos a las emociones positivas, a la confianza, a la idea de que, aunque todo cambio genere miedo, es necesario sobrellevarlo para seguir avanzando.
La mentalidad emocionalmente saludable: acéptate sin enjuiciarte
Una mentalidad emocionalmente saludable demanda calma interna. En ese palacio mental donde transitan los pensamientos es mejor apagar el ruido de la preocupación, de ese diálogo interno que nos enjuicia, que nos pisotea y duda de nosotros. Esa voz que devora la calma, nos turba emocionalmente y provoca que pensemos y actuemos de manera desacertada.
Es momento de hacer cambios, de lograr que nuestra mentalidad sea más sana, relajada y lo que es más importante, que actúe como nuestra aliada. Para ello es necesario que dejemos de criticarnos y que practiquemos la autoaceptación. Deberíamos mirar a nuestro ser interior con mayor apertura y aceptación, porque algo así aporta equilibro y satisfacción.
Para concluir, tal y como podemos ver la Inteligencia Emocional también se sirve de nuestra mentalidad para orquestar el bienestar y la felicidad personal. Ese enfoque interno es el que encuadra la vida, el que nos pone alas o bien, grilletes y cadenas a nuestro desarrollo. Por tanto, procuremos cuidar de esta dimensión y considerar, si fuera necesario, hacer más de algún cambio.