¿Eres búho o eres alondra?
De sobra es sabido que hay animales nocturnos (como los murciélagos o los búhos), diurnos (como las ardillas o los gallos que cantan con la primera luz del alba) y crepusculares, es decir, activos al atardecer y al amanecer (como el ciervo de cola blanca). El ser humano, animal diurno por naturaleza, se encuentra activo durante el día y duerme por la noche.
El ciclo vigilia-sueño es un ritmo circadiano (del latín circa -cerca- y dies -día-) a partir del cual regulamos otros tantos comportamientos diarios como pueden ser, en la vida actual, comer, trabajar, estudiar, etc. No sabemos a ciencia cierta qué es lo que determina nuestra personalidad por eso, hallazgos como los que te contamos en este artículo, son importantes y aportan luz para conocer más sobre cómo constituimos nuestra forma de ser.
¿Cómo controla nuestro cuerpo cuándo tenemos que dormir y cuando tenemos que despertar?
Se sabe que hay ciertas zonas del encéfalo que controlan esta cuestión. Entre ellas está el núcleo supraquiasmático del hipotálamo (denominado así por estar situado justo por encima del quiasma óptimo, lugar donde se entrecruzan los nervios ópticos). Esta estructura cerebral recibe información de la retina y del resto de órganos sensoriales del cuerpo y podría decirse que se trata de un reloj multicelular genéticamente programado. Es posible que ya lo hayas podido deducir pero, el que esto suceda así nos da la pista de que algo tiene que ver la luz a la hora de regular nuestro comportamiento. Su función es sincronizar, a través de impulsos que liberan hormonas, el organismo con los ciclos diarios de luz y temperatura, tal y como un director de orquesta dirige y coordina a los diferentes músicos que lo componen.
Pues bien, esta cuestión es variable en los humanos, lo que condiciona la secreción de cortisol y melatotina (hormona que sólo es liberada en ausencia de luz) y, por consecuencia, variaciones en el comportamiento. Así, existen personas más activas durante la mañana (matutinas), personas intermedias o personas más activas durante la tarde (vespertinas). Las primeras, las matutinas, se levantan y se activan muy temprano por la mañana y se acuestan poco después del anochecer; en cambio, los seres humanos vespertinos, se despiertan y se acuestan tarde (pasada la media noche); los intermedios no son extremos y tienden a levantarse después que los matutinos y se acuestan antes que los vespertinos.
Y esto, ¿en qué puede diferenciarnos?
Estudios científicos han investigado la relación entre los ritmos circadianos y la personalidad ya que se cree que el hipotálamo constituye parte del sustrato biológico de la personalidad. Tras el análisis de esta cuestión se ha obtenido evidencia de que hay ciertos rasgos generales que pueden diferenciarnos en nuestro modo de ser según cómo regulemos el equilibrio de nuestra actividad diurna y nocturna.
Las personas matutinas parecen ser más discretas, conservadoras, convencionales, respetuosas y con tendencia a guiarse más por la lógica y a analizar más minuciosamente las cosas. Por su parte, las personas vespertinas suelen tener una personalidad más “lunar”, esto es que tienden a ser más soñadoras, creativas, bohemias, abstractas, aventureras y se guían más por la intuición y los sentidos.
Además de esto, un estudio realizado a partir de un modelo biológico de la personalidad corrobora que las mujeres intermedias son más ansiosas que las vespertinas y matutinas; sin embargo, el mismo análisis realizado con hombres obtuvo evidencia de que éstos son más ansiosos si son matutinos que si son vespertinos o intermedios.
Parece que llevamos toda la vida equivocados (o al menos la creencia popular lo está) y que las personas poco madrugadoras no son precisamente perezosas sino que llevan ritmos diferentes pudiendo, adecuándose a ellos mismos, alcanzar niveles de productividad y actividad del mismo nivel que las personas madrugadoras. Conocer y profundizar en este tema puede ayudarnos a establecer ritmos académicos y laborales más acordes con nuestra predisposición y así garantizar una mejor calidad de vida. Aun así es todavía hoy complicado establecer conclusiones definitivas ya que los estudios son escasos y aún nos queda mucho para llegar a comprender cómo funciona nuestro organismo. Porque, aunque parezca increíble, sabemos menos del cerebro que del planeta Marte.
Imagen cortesía de Valentina Photos