¿Eres de pensar poco o demasiado?
Pensar poco o demasiado es un rasgo de la personalidad que hace referencia al tiempo que dedicas a procesar todo aquello que te ocurre. Este tiempo que empleas en la reflexión se relaciona, directamente, con una buena toma de decisiones y bienestar psicológico. Y tú, ¿eres una persona rumiadora o eres de los que piensa las cosas más bien poco?
En este artículo repasamos las dos polaridades de procesamiento de la información. Así, podrás ubicarte en un punto de este continuo, saber las consecuencias de pensar poco o demasiado y tomar conciencia sobre tu forma de asimilar lo que ocurre a tu alrededor.
¿Eres de los que prefiere pensar poco o demasiado?
No solo eres lo que te sucede, también eres cómo procesas toda esta información. Es decir, qué atribuciones realizas a tus éxitos o fracasos, la capacidad de resiliencia o tu propia visión del mundo como algo apacible o descarnado. El tiempo que dedicas a este procesamiento, también, es importante: pensar poco o demasiado en lo que sucede influirá en la imagen que tienes sobre ti mismo, los demás y sobre cómo te relacionas con tu entorno.
La polaridad de pensar poco o demasiado constituye un importante eje de salud mental. Los dos polos que se refieren al tiempo de procesamiento de la información pueden comprometer tu bienestar psicológico y, por tanto, condicionar tu calidad de vida y las relaciones que estableces con los otros.
Aunque, bien es cierto que pensar poco o demasiado tienen como denominador común ser generadores de malestar, su forma de presentación y sus efectos nocivos son diametralmente diferentes. Así, conocer en qué punto te encuentras respecto a este continuo puede facilitar una toma de decisiones más consciente y consecuente.
Las personas rumiadoras
Si eres una persona que, entre pensar poco o demasiado, elige la segunda opción; estarás familiarizada con la rumiación. Cualquier cosa que suceda puede provocar en ti un análisis crítico durante horas y horas. Te ves a ti mismo imaginándote todos los posibles escenarios que podrían ocurrir (incluso, aquellos más improbables) o extrayendo conclusiones o intenciones ocultas en aquello que te han dicho.
Estos pensamientos en bucle, incluso, puede llevarte a plantear desenlaces preocupantes y cómo llegarías a asumirlos, si ocurriesen. Coloquialmente, puedes identificarte con la frase jocosa que hace referencia a “montarse películas”. Más allá de bromas, lo cierto es que estos pensamientos pueden convertirse en obsesivos y crearte un gran malestar a nivel personal y relacional.
Posibles efectos de pensar demasiado
- Incurrir en constantes “parálisis del análisis”. Este concepto hace referencia a que este largo y agotador análisis, seguramente, provocará que te sientas incapaz de tomar decisiones y que no actúes. De hecho, la decisión que tomes, finalmente, quizás no sea la mejor debido a la sobrecarga mental a la que estás sometido y a que ciertas oportunidades pueden haber pasado durante esta espera.
- Pérdida de la creatividad y la espontaneidad. Estudios recientes han corroborado que la complejidad a la hora de procesar la información hace que puedas perder tu creatividad. Esta creatividad es, precisamente, la que te permite encontrar soluciones nuevas a un problema e innovar. Por tanto, rumiar demasiado algo puede llevarte a tomar decisiones no adecuadas a los nuevos acontecimientos.
- Deterioro a nivel físico y psicológico. La rumiación y los pensamientos obsesivos se relacionan con una peor calidad del sueño, un mayor nivel de agotamiento y a cambios en los hábitos alimentarios. Como seguramente ya intuyes, este deterioro puede ser la antesala de complicaciones más graves, como los trastornos del estado de ánimo o enfermedades como las migrañas.
Las personas que actúan por impulso
Si eres una persona que actúa por impulso en este continuo de pensar poco o demasiado, seguramente estés acostumbrado a convivir con el arrepentimiento. Creer que te has precipitado demasiado, tener discusiones muy intensas o las compras compulsivas pueden jugarte malas pasadas si no sueles pensar demasiado cuando actúas.
Es probable que muchos de estos impulsos se abran paso cuando experimentas emociones desagradables. Es decir, cuando sientes malestar o ansiedad, por ejemplo, puedes incurrir en actos impulsivos para paliar estas sensaciones. Sin embargo, esta falta de reflexión puede generarte más problemas de los que te solucione.
Los posibles efectos de pensar poco
- Muchos problemas interpersonales. Las reacciones impulsivas, a nivel emocional en el ámbito familiar o de pareja, pueden ocasionar multitud de conflictos. Por esta razón, si eres una persona impulsiva, puedes tener grandes dificultades para mantener relaciones estables en el tiempo y comunicarte asertivamente.
- Pobreza en la regulación emocional y el conocimiento personal. Si actúas para evitar sentir emociones desagradables, a largo plazo, puedes sentirte incapaz de sostenerlas y desarrollar tu propia capacidad de volver a la calma. Además, la falta de reflexión en momentos difíciles puede no permitir conocerte a nivel personal y enterrar conflictos que, tarde o temprano, volverán a salir a la luz.
- Consecuencias nefastas. No reflexionar sobre lo que puede conllevar esta toma de decisiones, a veces, puede salir bien. Sin embargo, otras veces, puede generarte pérdidas o conflictos a nivel personal, económico, social, etc.
El difícil equilibrio entre pensar poco y pensar demasiado
Pensar poco o demasiado hace referencia al tiempo que dedicas a procesar todo aquello que te rodea. Como muchas polaridades de otros rasgos de la personalidad, ambos extremos pueden generar dificultades y sufrimiento a nivel personal y/o social. Saber dónde te encuentras en esta polaridad en general puede ayudarte a regular mejor las emociones y realizar una toma de decisiones más consciente.
Si eres una persona rumiadora dedicarás la mayoría de tus recursos a la reflexión frente a la acción. Así, pasarás gran parte de tu tiempo imaginando escenarios improbables y buscando intenciones no explícitas en los comentarios o actos de los demás. Si sueles pensar demasiado habitualmente, puedes verte inmerso en una parálisis de la acción, así como perder la creatividad o desarrollar determinadas dolencias.
En cambio, si te consideras como alguien impulsivo, en este continuo de pensar poco o demasiado, te sentirás generalmente arrepentido de ciertos actos. Puede ser beneficioso, si este es tu caso, que evalúes si esta impulsividad sirve como cortina de humo para vivenciar emociones desagradables. En este sentido, podrías evitar el deterioro de tus relaciones personales o las consecuencias de decisiones irreflexivas.
Quizás sientas que es complicado mantenerte en un punto medio de este continuo (pensar poco frente a pensar demasiado). Pero, precisamente, mantenerte dinámico en esta dimensión es lo que puede ayudarte más. Es decir, en la vida encontrarás decisiones que necesiten más o menos reflexión y la clave consiste en mantener alta la capacidad de adaptación a las circunstancias.