El extremismo psicológico: cuando una necesidad se vuelve abrumadora
El extremismo psicológico aparece cuando una necesidad se vuelve abrumadora, olvidándonos de todo lo demás, hasta el punto de la adicción. Es decir, el desequilibrio de necesidades desemboca en un comportamiento extremo, consecuencia de la inflexibilidad psicológica y la incapacidad para regularnos.
Normalmente, nuestras necesidades, ya sean fisiológicas o psicológicas, están en cierto equilibrio: comemos, bebemos, estamos en contacto con los demás, etc. Sin embargo, en ocasiones una necesidad puede volverse dominante, demasiado dominante.
Tomemos el hambre como ejemplo. Cuando tenemos mucha hambre, esta necesidad puede volverse abrumadora, pasando a dirigir, casi de manera instintiva, todas nuestras acciones. Y todo lo demás se vuelve menos importante.
Lo mismo ocurre con nuestros anhelos psicológicos. Ya sea por necesidad de respeto, dignidad, importancia, compromiso, seguridad o libertad. Un anhelo o necesidad psicológica puede volverse tan poderoso que una persona lo señale, con sus pensamientos y su comportamiento, como dominante -por ejemplo, la necesidad de reconocimiento social-.
Por tanto, el comportamiento extremo de cualquier tipo se basa en un desequilibrio de necesidades o, mejor dicho, en un equilibrio poco adaptativo a la hora de invertir recursos para satisfacerla.
¿Qué es el extremismo psicológico?
El extremismo psicológico se basa en el concepto de desequilibrio motivacional por el cual una necesidad dada gana dominio y anula otras preocupaciones básicas. Por el contrario, la moderación resulta de un equilibrio motivacional en el que se atienden equitativamente las diferentes necesidades de los individuos.
Es importante destacar que, atendiendo moderadamente a todas, las diferentes necesidades restringen los comportamientos extremistas de los individuos. Debido a que la promulgación de comportamientos extremistas sacrifica las preocupaciones comunes, la mayoría de las personas los evita, de ahí su designación como “extremas”.
El desequilibrio tiene consecuencias motivacionales, cognitivas, conductuales, afectivas y sociales. Se refleja en gran variedad de extremismos que comparten el mismo núcleo psicológico: dietas extremas, deportes extremos, enamoramientos extremos, adicciones diversas, etc.
El extremismo psicológico como la base de nuestras adicciones
El comportamiento extremo de cualquier tipo se basa en un desequilibrio de necesidades. Los estudios con adictos al trabajo, adictos a internet o extremistas en política así lo demuestran. Pero los informes de atletas y artistas con determinadas conductas también muestran un extremismo psicológico.
El predominio de una sola necesidad puede desencadenarse por un estado de carencia pronunciado, como un estado de abandono parental en la infancia; o por un fuerte estímulo externo, como el desear un gran éxito ante los demás, aceptando solo primeros puestos. En el primer caso, tendremos la necesidad extrema de que nos cuiden y en el segundo, de que nos validen personalmente por la actividad que realizamos.
De ahí radica la diferencia entre necesidades y objetivos. Un objetivo se puede lograr: puedes aprobar un examen, luego se acaba y logras desconectar. Puedes tener el objetivo de escribir cinco artículos al día, conseguirlo y sentirte satisfecho.
Sin embargo, una necesidad psicológica nunca está completamente satisfecha; si se logra, será solo por un tiempo relativamente corto. La necesidad de ser reconocidos socialmente es muy difícil de cubrir y nos lleva a adoptar conductas extremas para conseguirlo.
¿Qué mecanismo está mal regulado?
Cuando fumamos, ¿qué necesidad se satisface? Por ejemplo, fumar puede comenzar como una necesidad social, como querer parecer confiado ante los demás y lograr su aprobación. Lo complicado de la adicción es que fumar se convierte en un hábito. Cuanto más tiempo lo hacemos, más difícil se vuelve parar.
Con la adicción hay cambios comprobados en el cerebro que vuelven insensible a la persona a todo lo demás y solo desea la droga. Aunque los procesos sociales y las narrativas que alimentan y controlan el comportamiento extremo son cruciales para su surgimiento.
Las ideologías también pueden contener este tipo de narrativas si tienen una promesa seductora que podría ayudar, por ejemplo, a satisfacer el anhelo insatisfecho de trascendencia.
Todos los extremismos psicológicos son iguales
El extremismo conductual (p. ej., violencia extrema, acicalamiento extremo, dietas extremas o atletismo extremo) provoca miedo, repugnancia, lástima o admiración según el contexto. Su imagen común como exótica y esotérica hace que el extremismo sea fascinante para el público de todo el mundo.
Los casos de extremismo negativos, antisociales o positivos y prosociales generalmente se consideran polos opuestos y se basan en psicologías cualitativamente diferentes. Sin embargo, todos los casos de extremismo son distintas caras de la misma moneda. A través de diferentes manifestaciones y niveles de filogenia, involucran el mismo mecanismo psicológico.
Este mecanismo consiste en un desequilibrio motivacional en el que una determinada necesidad se vuelve dominante hasta el punto de anular otras preocupaciones básicas y libera comportamientos que estas últimas anteriormente restringían.
La compañía perfecta del fanatismo social
El extremismo psicológico está presente en los procesos de fanatismo político. No es difícil entender que cualquier persona que desarrolle una conducta extremista que esté bien vista a ojos de la sociedad, pueda desarrollar otra conducta extremista para lo “malo”.
Como hemos dicho, el extremismo no es más que el resultado de un mal equilibrio. El fanatismo, en este sentido, es el complemento ideal para una persona que se suela manifestar en el extremismo psicológico.
Adoptando una sola ideología, simple y clara, la persona siente que tiene reguladas todas sus parcelas personales y sociales. Patria, relaciones afectivas, decisiones morales y actitud hacia los extraños quedan resumidos en una teoría breve y tremendamente simple.
No es de extrañar que el extremismo en la forma de pensar se vuelque con el fanatismo social, ya que provee de ocupación y sentido a toda persona que no ha desarrollado por igual todas las habilidades emocionales y sociales necesarias para vivir en comunidad.
La terapia racional emotiva de Ellis para disminuir el extremismo psicológico
La psicoterapia conductual emotiva racional (TREC) puede ayudar a que los programas de prevención de la radicalización y el extremismo tengan un marco claro y sean más eficientes.
Según Ellis, la TREC postula tres aspectos principales entrelazados de la función humana: creencias, sentimientos y comportamientos. Un principio básico es que las cogniciones evaluativas son los determinantes más importantes de las emociones y los comportamientos humanos.
Ellis propuso que las demandas rígidas y absolutistas son el núcleo de la angustia emocional. Todas las demás categorías de creencias irracionales surgen de esta raíz dogmática. Los seres humanos transforman fácilmente sus preferencias, deseos y anhelos en “deberías” y órdenes.
Hay tres categorías de demandas absolutistas: (1) autoexigencias; (2) otras demandas y (3) demandas mundiales. Las exigencias orientadas al ego (por ejemplo, debo desempeñarme bien, debo demostrar mi competencia, debo ser competente, debo tener el control, debo complacer a mis amigos) conducen al autodesprecio, la ansiedad, la depresión y el comportamiento suicida.
Otras demandas dirigidas (p. ej., los demás deben tratarme siempre de manera amable, justa; él/ella debe amarme) conducen a fuertes sentimientos de ira, ira, dolor y conducta disruptiva violenta.
La exigencia de una justicia mundial (p. ej., las condiciones económicas, sociales, las condiciones políticas en las que vivo deben ser favorables, sin problemas; debe haber certeza en el mundo) conducen a la autocompasión, la ira, la depresión, la ansiedad, la desesperación y a comportamientos disfuncionales como el aislamiento, las adicciones y la violencia.
La clave: mantener el equilibrio
El extremismo psicológico es producto tanto de la forma en la que nos hablamos como de las pocas alternativas conductuales que tenemos para regularnos. Si una persona mantiene el equilibrio en diferentes parcelas de su vida, es difícil que caiga en un extremismo psicológico que le conduzca a realizar conductas destructivas e insostenibles a largo plazo.
Cuando una persona logra la excelencia de cara al mundo a costa de su salud mental y física, ha caído en la trampa del extremismo psicológico por una falta de autorregulación. Cualquier conducta, llevada al extremo de la práctica y del control, es susceptible de convertirse en problemática.
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