Fragilidad emocional: claves para comprender y fortalecer el "yo"
La fragilidad emocional nada tiene que ver con la sensibilidad emocional. Mientras que a esta última la podríamos definir como una cualidad excepcional del ser humano, la fragilidad responde sobre todo a una falta herramientas para gestionar nuestros estados internos más complejos, así como una clara dificultad para hacer frente a las dificultades más simples del día a día.
Aclaramos en primer lugar la diferencia entre estos dos términos por un hecho importante. A menudo, hay quien llega a normalizar su fragilidad emocional excusándose en que esa es su forma de ser, su modo de entender y vivir la vida. “Soy una persona sensible y no puedo cambiarlo” -suelen decir a modo de autodefensa.
La fragilidad emocional nos conduce a menudo a estados debilitantes caracterizados por la ansiedad, el estrés, la depresión…
Bien, debemos entender que desde el momento en que una conducta/actitud genera solo sufrimiento, inseguridad y una nula capacidad de control sobre el propio ser, no valen las excusas, no cuando lo que conseguimos es la infelicidad. Así, mientras las personas sensibles tienen a su favor una visión más amplia de su realidad y un modo de conectar mejor con sus necesidades y con lo que les rodea, las personas marcadas por fragilidad emocional tienen unas perspectivas emocionales más limitadas.
Es más, este rasgo suele ser en muchos casos indicador de algún problema subyacente: trastornos depresivos, ansiedad, mala gestión emocional, etc. Vale la pena, por tanto, profundizar un poco más en esta dimensión.
Fragilidad emocional: causas y características
La American College Health Association publicó hace unos años un interesante trabajo sobre la fragilidad emocional. En él se nos explicaba un dato que sin duda no deja de ser preocupante: nuestros jóvenes presentan una tendencia cada vez mayor hacia la depresión, el estrés, la dependencia emocional y lo que es peor: a los intentos de suicidio. Tras esta evidencia se esconde una clara fragilidad emocional y una falta de recursos a la hora de encarar sus dificultades más comunes.
La mayoría de estas dimensiones psicológicas tienen su origen en los estilos de crianza. Las familias de las últimas décadas son conscientes de que nuestra sociedad demanda cada vez más capacidades para desenvolvernos en ella. Algo que ha hecho los padres intensifiquen sus esfuerzos por completar la formación de sus hijos desde que son muy pequeños.
Intentan poner a su alcance los mejores recursos para orientarles al éxito, obligándoles a veces a sobresalir y recordándoles a menudo lo especiales que son o están obligados a ser para triunfar. Todo ello es sin duda comprensible, sin embargo, este enfoque ignora varios detalles.
Uno de los más importantes es que se les protege frente al fracaso, de tal forma que muchos de ellos son incapaces de tolerar la frustración, por pequeña que sea. Además, estos niños difícilmente aprenden a tomar decisiones de manera autónoma, se sienten inseguros y son muy torpes a la hora de gestionar sus propias emociones. Poco a poco, se van dando cuenta de que a ojos de los demás no son “tan especiales” y que carecen de habilidades, recursos y estrategias para poder reaccionar ante cuestiones elementales.
Veamos a continuación qué características presentan las personas con fragilidad emocional.
¿Cómo saber si soy una persona frágil emocionalmente?
Además de las descritas, algunas de las características que encontramos en las personas con fragilidad emocional son:
- Incapacidad para gestionar y entender emociones como la tristeza, la ira, la decepción… Su reacción ante ellas es a menudo sobredimensionada.
- Sensación de vacío continua.
- Sensación de agobio ante los problemas más simples, ante los desacuerdos, ante cualquier circunstancia que no es como uno espera o desea.
- Incapacidad para gestionar la frustración.
- Dificultades para tener el control de la propia vida, sensación de que todo les sobrepasa.
- Problemas constantes en sus relaciones sociales, visión de que todos los que les envuelven les decepcionan o les traicionan.
- Baja energía, apatía, melancolía constante.
- Se muestran inseguros en casi cualquier tarea, sensación de ineficacia y baja autoestima.
- Cuando las cosas no son como ellos esperan, quieren o desean pueden reaccionar con rabia o violencia.
Nuestra salud emocional depende en muchos casos del modo en que nos educaron y de calidad de estas primeras interacciones. Sin embargo, una mala crianza o una educación ineficaz no nos determina. Siempre estamos a tiempo para vencer la fragilidad emocional.
Estrategias para fortalecer el yo y alzarnos como personas fuertes emocionalmente
Para entender ese proceso en el cual poder convertirnos en una persona emocionalmente fuerte podemos visualizar por ejemplo, una taza de porcelana. Sabemos que es sensible, podemos incluso ver las estrías de alguna rotura ya tratada en su forma. Sin embargo, esa taza de porcelana es de todo menos frágil, es una pieza única maravillosa en su forma, en su material y en sus pequeñas imperfecciones.
Por tanto, podemos permitirnos el derecho a ser sensibles pero nunca frágiles. Nunca cruzaremos esa línea donde dejar que todo nuestro yo ser se fragmente en piezas rotas por donde se escapa nuestra identidad, valores y bellezas internas. Sin embargo ¿cómo lograrlo, cómo desprendernos de esas fragilidades que limitan nuestra felicidad?
- Un primer paso es tomar conciencia de nuestras debilidades emocionales, de esos vacíos que nos delimitan y que son causantes de nuestro malestar. Así, y por curioso que nos parezca, hay trabajos que avalan la utilidad de la terapia artística o del arte-terapia. Es un modo sensacional de explorar nuestros pensamientos, emociones y nudos internos a través de los colores, los lienzos y los dibujos.
- Un segundo paso es asumir un sentido de responsabilidad con uno mismo. Las personas frágiles se sienten víctimas de su entorno, de la sociedad, de las personas que les rodean. Se limitan a reaccionar, como la pelota que es golpeada contra una pared y rebota una y otra vez. En lugar de reaccionar hay que actuar tomando las riendas y delimitando un sentido de responsabilidad real y valiente.
- Ese sentido de responsabilidad requiera a su vez dejar a un lado nuestras experiencias del pasado y generar cambios en el presente. Todo cambio se acompaña por una sensación de miedo, pero si logramos sortear esas piedras del camino día a día nos percibiremos como más seguros, dueños de nosotros mismos.
Para concluir, queda claro que este proceso no es sencillo, requiriendo en ocasiones la ayuda de un buen psicólogo. Frente a esta dificultad intrínseca, recordemos que siempre estamos a tiempo de alzarnos como personas más fuertes emocionalmente. Moldeemos nuestra taza de porcelana, para hacer de ella una pieza única, fuerte y bella.
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