Las gafas del trauma
Las gafas del trauma son unas lentes que llevamos a raíz de eventos pasados que rebasaron todos nuestros límites personales. ¿Qué eventos pueden constituir un trauma? ¿Cómo se manifiesta en la salud mental de las personas de forma inconsciente?
En este artículo, acercamos al lector al concepto de trauma y a cómo este puede manifestarse e influir en la vida de la persona, a pesar de que ese evento haya desaparecido en tiempo. La primera parte del proceso de curación de un trauma empieza con su conocimiento.
El trauma significa sufrimiento
Cuando las personas a veces hablamos o pensamos en el trauma, nos imaginamos hechos con contenido muy sensible o situaciones de exposición a la violencia, en cualquier de sus modalidades. Si bien estos eventos son potenciales eventos traumáticos, no son necesarios para que se produzca el trauma.
Un trauma es un evento que en el pasado tuvo un tremendo impacto en la persona y, que actualmente, interfiere en su vida, incluso aunque cualquier tipo de amenaza real asociada haya desaparecido. Se trata de una vivencia personal que excedió los recursos personales y el manejo del problema que poseía la persona, perjudicando su salud mental.
No todas las personas que viven un evento altamente estresante, como un abuso o un desastre natural, desarrollarán un trauma, ni tampoco la naturaleza en sí del mismo determina si es requisito suficiente para crearlo. Es decir, es mucho más ajustado entender el potencial traumático de un determinado evento si lo contextualizamos en las vivencias de la persona y en el relato que esta ha hecho de las mismas.
Mirar a través de las heridas emocionales
Las gafas del trauma son unas lentes que deforman la realidad, que no permiten ver el “aquí y ahora”. El trauma, en esencia, constituye un miedo atroz a que una de las situaciones del pasado que nos dañaron vuelva a repetirse. Estas lentes son una defensa creada por nuestro cuerpo para protegernos de una realidad que interpretamos como amenazante y peligrosa.
En una relación altamente traumática -por ejemplo, de abuso-, en la que pudimos sentir que no podíamos ponernos a salvo, pudo empezar a echar raíces la indefensión aprendida. La visión que nos otorgan las gafas del trauma puede hacer, en este caso, que cualquier persona que genere con nosotros el contexto de pareja haga que se enciendan todas nuestras alarmas, proyectando elementos del pasado a una nueva realidad.
Las heridas emocionales nos dañan, haciendo que revivamos experiencias que nos sobrecogen. Tampoco, nos permiten recibir las oportunidades nuevas que aparecen en nuestra vida. Nuestro cuerpo en este momento se encuentra de alguna forma hibernando, dejando espacio para situar todo este dolor.
¿Cómo se manifiestan los trastornos relacionados con el trauma?
Cuando los pacientes con eventos traumáticos llegan a consulta, muchas veces, pueden sentirse abrumados y confusos sobre lo que está pasando. Es muy posible que no relacionen su malestar con el evento en cuestión. Nuestra mente en un acto de protección puede haber ocultado el trauma en nuestro inconsciente, hasta que nos sintamos preparados para integrarlo.
El trauma tiene millones de caras y formas de manifestarse. Sin embargo, os explicamos algunas de las más habituales cuando los pacientes acuden a consulta.
- Trastornos diversos en el sueño. Tanto insomnio, sueño excesivo como pesadillas habituales. Cuando dormimos es uno de los pocos momentos en que nuestra mente consciente descansa y nos quedamos a merced del inconsciente. El inconsciente sí recuerda los traumas y es posible que se manifiesten en pesadillas o en dificultad para conciliar el sueño.
- Sintomatología ansiosa diversa. Como habíamos comentamos, el trauma es esencialmente miedo y la ansiedad también lo es. Por eso, es habitual que las personas con este tipo de malestar desarrollen síntomas como nerviosismo, irritabilidad, miedo intenso, palpitaciones, somatizaciones, etc.
- Sensaciones diversas, como vergüenza y culpabilidad. Ciertos eventos traumáticos muchas veces ocasionan que las personas se culpen de lo sucedido o, incluso, que no quieran que esto salga a la luz por sentirse inmensamente avergonzadas. Estas sensaciones pueden hacer que el trauma se cronifique más, al no conseguir pedir ayuda.
El trauma cura aunque quede cicatriz
La naturaleza del trauma condena necesariamente a la persona a sufrir un estrés postraumático. Los significados y las vivencias son únicas, y muchas veces solo las conoce la propia persona. Solo a través del profundo respeto y empatía empieza el proceso de curación.
Las gafas del trauma en sí no son nuestro enemigo, sino más bien un mecanismo natural y protector de la mente. El problema aparece cuando nos hacemos portadores de esas gafas durante mucho tiempo, llegando a distorsionar por completo la percepción de la realidad.
Muchas veces, los pacientes no son conscientes de que el trauma está ahí, ya que tiene diferentes caras. También, esto es debido a una economía de recursos inconsciente, que solo nos permite recordar el trauma cuando considera que estamos preparados. Como esa adrenalina de los guerreros, que ni siquiera notan sus heridas hasta una vez acabada la batalla.
El trauma cura como una herida, con cuidado, respeto, atención y, sobre todo, empatía. Seguramente, esa herida también se gestó por la ausencia de un testigo empático presente. Esta es precisamente una de las líneas de curación más efectivas, a través de terapias humanistas o EMDR. El trauma emocional, como cualquier herida, siempre deja una cicatriz, que nos recuerda no solo lo que pasó, sino lo fuertes que fuimos y cómo sobrevivimos.
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