Los tres tipos de arrogancia: antagónica, comparativa e individual
La arrogancia es una característica que destruye, pero también autodestruye. Produce un estancamiento en el desarrollo emocional y es propia de quienes han tenido dificultades para establecer el límite entre el mundo externo y el interno. Hay varios tipos de arrogancia, pero lo común en todas ellas es la visión distorsionada de la realidad.
Otro aspecto común a todos los tipos de arrogancia es que esta característica genera un efecto de distanciamiento hostil con los demás. El soberbio solo puede ejercer su excesivo narcisismo menospreciando a otros y a la realidad misma. Así, hablamos de personas que tienen dificultades importantes para establecer lazos de intimidad con otros.
Lo común es que quien es soberbio termine siendo víctima de su autoengaño, bien sea porque la distorsión de la realidad le conduce a cometes errores o bien porque este defecto se paga con soledad y rechazo por parte de los demás. Enseguida hablaremos sobre los tres tipos de arrogancia más comunes y de sus consecuencias.
“El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda”.
-Umberto Eco-
1. Antagónica, el primero de los tipos de arrogancia
Primero, aclaremos que la arrogancia es una actitud. La persona maneja una creencia: es superior a los demás. A la vez, se apoya en ella para pensar que merece más que otros o que sus contribuciones, por norma, tendrán más valor. En esta misma línea, podemos identificar un exceso de confianza que en muchas ocasiones les conduce a cometer errores y a persistir en ellos.
Hay varios tipos de arrogancia. La más clásica es la arrogancia antagónica. Como ya anticipa su nombre, se trata de un tipo de soberbia en el que las conductas se orientan a controvertir a otros, o enemistarse con otros, sobre la base de denigrarlos. Se busca que los demás queden por debajo del arrogante.
Es el caso típico de los “sabiondos”. Personas que no le conceden espacio a la duda y que con pocos datos hacen generalizaciones con un amplio margen de error, ignorando este riesgo cuando las utilizan como si formasen parte de una razón o verdad absoluta. O de los “hermosos”, que exaltan su físico como si fuera el paradigma mismo de la belleza. O de quienes se sienten moralmente superiores a los demás, utilizando su escala de valores para juzgar a los demás.
2. Arrogancia comparativa
La arrogancia comparativa es similar a la anterior, aunque un poco más discreta. De hecho, a veces no se expresa de manera abierta, pero sí en el plano del pensamiento propio. Tiene que ver con la compulsión a compararse con otros, siempre desde un punto de vista vertical. El objetivo es poner a los demás por debajo de sí mismos.
Este es uno de los tipos de arrogancia más discretos. Es posible que quienes adoptan esta actitud ni siquiera entren en un debate con los demás. Oyen, pero no escuchan los argumentos de los demás porque no piensan que en ellos pueda existir algo de valor. Asienten, pero en el fondo niegan.
Un ejemplo clásico de este tipo de arrogancia es el jefe vertical que está convencido de que nada puede aprender de su equipo de trabajo. Por eso, ni siquiera se toma la molestia de consultar la opinión de los otros, sino que da por hecho que su percepción es mejor.
3. Arrogancia individual
El tercero de los tipos de arrogancia es el individual. Podríamos decir que es la forma más ingenua de soberbia y también, quizás, la menos malintencionada. Básicamente se expresa en el plano del lenguaje y tiene por objetivo convencerse a sí mismo, y a los demás, de que se tienen virtudes o habilidades superiores.
Lo que caracteriza a este tipo de arrogancia es la autoexaltación continua. La persona quiere creer que posee más virtudes que otros, que sus obras son mejores que las de los demás o que sus logros son más trascendentales que los de quienes le rodean. No es raro que este tipo de soberbia esté acompañado de conductas victimistas para soportar/justificar el error o la inferioridad.
La arrogancia individual es un intento por magnificarse a uno mismo, más por las dificultades de autoaceptación, que por el interés de dañar a otros. Pese a todo, como los demás tipos de arrogancia, termina afectando a los demás.
Se cometen muchos errores por la arrogancia, sea del tipo que sea. La soberbia no deja ver la realidad tal y como es. Por lo tanto, fácilmente se incurre en alguna equivocación que lleva a consecuencias indeseables.
Aunque todos tenemos algo de arrogantes -en ocasiones es una manifestación del amor propio difícil de evitar-, lo importante es pacificar el ego y no permitir que se convierta en un velo que se vuelva en nuestra contra y/o en la de los demás.
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- VON HAYEK, F. (2013). La fatal arrogancia. Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política, 10(2).