7 inconvenientes de dar demasiado
Hay personas que tienen un corazón XXL y serían capaces de dar todo su oxígeno por los demás antes de recordar que también ellas necesitan respirar. Ahora bien, los inconvenientes de dar demasiado no son perceptibles durante mucho tiempo. Y no lo son porque quien está habituado a ofrecer su tiempo, sus recursos y su atención lo hace porque entiende la vida de esta manera.
No podemos negar que hay algo hermoso en el acto de ofrecer. Uno actúa por meros principios emocionales, éticos y morales, por esa autenticidad que se nutre de la empatía y de la nobleza. Actuar de otro modo sería ir en contra de los propios ideales y personalidad. Por eso, cuesta tanto abrir los ojos para descubrir el desgaste que esto puede suponer.
Tarde o temprano llega ese día en que uno se da cuenta de que procurar la felicidad ajena ha supuesto en ocasiones perder la propia. Ayudar, dar y ofrecer son fortalezas de carácter, no hay duda, pero hay que ejercitarlas con un límite. Porque sobrepasarse implica caer al vacío de las decepciones, en la herida de la pérdida de la integridad y el sufrimiento psicológico.
Analizamos alguna de esas consecuencias.
“Nuestra experiencia se compone más de ilusiones perdidas que de sabiduría adquirida”.
-Joseph Roux-
El coste de dar demasiado
Si hay algo que nos han enseñado desde niños es que dar y ayudar a los demás es algo que siempre debemos promover. Es más, la literatura científica incide en los beneficios que nos trae la conducta altruista. Trabajos como los realizados por la Universidad de Lübeck sugieren que la generosidad cambia nuestro cerebro e incentiva la felicidad.
Está claro que el acto de dar no solo revierte en quien recibe esa acción altruista. La conducta impulsada por la bondad mejora sobre todo la visión que tenemos de nosotros mismos. Sin embargo, algo de lo que no siempre nos advierten es que ser un ayudador y un dador empedernido tiene un coste. Nadie nos advierte de que, como todo, lo mejor es el equilibrio y saber poner límites.
Descubramos cuáles son los inconvenientes de dar demasiado.
1. Experimentas agotamiento emocional y físico
Llega un momento en el que descubres que has hecho una inversión emocional demasiado alta en ciertas personas. Te has quedado en números rojos en lo que a ánimos y energías se refiere hasta el punto de tener un descubierto muy serio en materia de autoestima. Dar y no recibir te va restando, te va erosionando hasta derivar en un gran agotamiento físico y emocional.
Poco a poco se apaga tu motivación para iniciar proyectos, faltan las ganas y empiezas a poner en duda pilares sobre los que hasta ahora construías tus objetivos y planes.
2. Descubres que has atraído a tu vida personas incapaces de valerse por sí mismas
Uno de los inconvenientes de dar demasiado es tener en tu vida personas que no saben responsabilizarse de la suya. Tarde o temprano, tomas conciencia del efecto que supone haberlo hecho todo por alguien, facilitarle la vida, resolver sus problemas… Has dado forma a un “discapacitado existencial”, alguien incapaz de asumir el control de sus cosas y realidad personal.
Quien ofrece su ayuda de manera compulsiva a los demás atrae a su círculo cercano personas incapaces de responsabilizarse de sí mismas.
3. Empiezan a dominarte el mal humor y la irritabilidad
Es cuestión de tiempo que surja el óxido de la decepción cuando alguien orienta su vida al altruismo ciego. Tarde o temprano, cae la venda y descubren que no todo lo hecho se aprecia, que muchos esfuerzos caen en saco roto y que, cuando necesitan algo de alguien, no llega. Esa desarmonía relacional, esa falta de reciprocidad y más aún esa sensación de autoengaño cambian el humor de ayudador crónico.
A la decepción le sigue el mal humor y hasta la desconfianza. Hasta el punto de que el dador, en ocasiones, termina hablando el lenguaje del reproche y el desafecto.
4. Tienes falta de amor propio
A veces, las decepciones tienen una ventaja: tomar conciencia de la realidad de las cosas. Es como quien viéndose de pronto desprovisto del que había sido su estilo de vida descubre una evidencia. Esa evidencia no es otra que la falta de amor propio.
Hay muchas personas que buscan ser siempre esa mano que arropa, esas piernas que corren a solucionar problemas y esa espalda que todo lo carga por un fin muy básico. Quieren ayudar a toda costa para agradar y poder así contar con algún sucedáneo de aprecio.
Por tanto, debemos tener cuidado con este enfoque vital. Porque buscar fuentes de amor externas solo trae decepción y sufrimiento.
Hay personalidades orientadas a servir de ayuda con el objetivo de obtener de esta manera algún tipo de reconocimiento o caricia emocional. Sin embargo, tarde o temprano surge la decepción y también la dura realidad: se ha pecado de falta de dignidad y amor propio.
5. Mantienes relaciones de codependencia
Otro de los inconvenientes de dar demasiado es darnos cuenta del tipo de vínculos que mantenemos con algunas personas. Es común darlo todo a cambio de nada por los seres que más amamos, como la pareja, la familia, los hijos… En efecto, muchas veces nos educan bajo la falacia de que amar significa sacrificarse y esto tiene serios efectos colaterales.
Uno de ellos es crear relaciones de codependencia, lazos afectivos en los que solo se prioriza al otro y se difuminan las propias necesidades. Tarde o temprano también se despierta a esta realidad para descubrir cuánto nos hemos descuidado.
6. Te llaman egoísta cuando intentas cambiar y priorizarte
El dador y ayudador crónico puede virar en su conducta y hacer un cambio en un momento dado. Sin embargo, quien cansado de ofrecer todo su oxígeno a los demás decide (por una vez) reservar una parte para sí mismo es tildado de egoísta. No todos entienden ese cambio.
7. Te sientes solo a pesar de todo
Quien ha orientado toda su vida a darlo todo de sí y percibe que nada de eso ha sido siquiera apreciado, siente el peso insondable de la soledad. No es fácil gestionar esa situación, esa evidencia. Tal vez por ello, es más necesario que nunca iniciar un cambio, una reformulación de la propia vida.
Dar y ayudar siempre será una gran fortaleza humana, pero hagámoslo con equilibrio. Porque dar no debe ser sinónimo de renuncia, sino un acto de enriquecimiento donde ambas partes ganan.
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