La adicción a la ira
Algunos autores defienden que las personas que se enfadan frecuentemente y recurren a una actitud hostil podrían estar sufriendo adicción a la ira. Es decir, por distintas razones, una persona adicta a la ira necesitaría sentir esa emoción con asiduidad y busca o provoca situaciones en las que se pueda expresar.
Según estos profesionales, la adicción a la ira sería más común y fácil de detectar en la infancia. Así, si en esta etapa no se recibiera tratamiento, el comportamiento se podría perpetuar hasta la adultez, con consecuencias más graves.
Aunque la adicción a la ira no está recogida en los principales manuales diagnósticos de psicología y medicina, se trataría de una pérdida de control sobre los sentimientos de rabia o desagrado y de la conciencia de las consecuencias que pueden aparecer. En este punto, se podría convertir en la única manera para afrontar situaciones de forma crónica y compulsiva.
La ira
La ira es una emoción básica en respuesta a una amenaza o daño percibido que pone al cuerpo en marcha para atacar o defenderse y, así, detener la amenaza. Esta emoción va acompañada de un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea y de la adrenalina y noradrenalina.
Estos neurotransmisores que segrega nuestro cerebro tienen un efecto energético a la vez que calman el dolor. La adrenalina está relacionada evolutivamente con la defensa territorial y las agresiones, y la noradrenalina se considera una hormona del estrés. Según la forma de expresa la ira, se podrían diferenciar dos tipos: la ira pasiva y la ira agresiva.
Ira pasiva
Se habla de ira pasiva cuando se dan los siguientes comportamientos:
- Hacer comentarios a las espaldas del otro, susurrar, evitar el contacto visual, mostrar indiferencia… como forma de despreciar al otro.
- Predisponer a uno mismo o al otro al fracaso, expresar frustración por cosas insignificantes, hacer chantaje emocional, sabotear al otro, negar recursos, provocar y mostrar condescendencia…
- Autosacrificio: mostrar emociones negativas o sufrimiento y negar la ayuda que le ofrecen.
- Mantener todo bajo control y exigir que todo esté perfecto.
- Evitar conflictos, no responder a discusiones, ausentarse.
Ira agresiva
Por el contrario, cuando se manifiestan los siguientes se trata de ira agresiva:
- Amenazar, perseguir, usar el poder para oprimir al otro, jugar con las debilidades del otro.
- Destrucción: tanto de objetos físicos, como buscar la destrucción de una relación.
- Alardear, desear toda la atención, hablar por encima de otros…
- Abuso físico o verbal, falta de empatía, discriminar, culpar y castigar a otros…
- Amenazas y acusaciones.
- Impredecibilidad: atacar indiscriminadamente, castigar injustamente.
- Venganza.
Adicción
Una adicción podría definirse como un uso excesivo tanto de una sustancia como de un comportamiento. Este uso excesivo termina por alterar el estado de ánimo de la persona y afectando a su vida personal y laboral.
Las adicciones, además, pueden ir acompañadas de otros trastornos o enfermedades, e incluso de otras adicciones. No obstante, con la intervención adecuada, la persona puede llegar a abstenerse de acudir al objeto de su adicción.
Adicción a la ira
Como se indicaba antes, algunos autores están sugiriendo la existencia de la adicción a la ira. Según estos, esta podría estar motivada por diferentes razones:
- Por la necesidad de energía o motivación. La adrenalina entonces aporta toda la necesidad para realizar una tarea, por eso es común encontrar a personas en el banco enfadados o haciendo algo que no le gusta hacer. Sin embargo, este subidón no ayuda a hacer la tarea mejor.
- Para aliviar el dolor. El enfado puede actuar como un mecanismo de defensa para el dolor que produce una situación o unos comentarios.
- Para sentir más fuerza y seguridad.
- Para aliviar la ansiedad, especialmente en situaciones nuevas o inciertas. Así, la ira, o estar a la defensiva, funciona como un escudo para posibles amenazas.
- Para desencadenar un estado de ánimo depresivo. Tras la ira viene la tristeza, y puede que se necesite llegar a esos sentimientos a través del enfado.
Igualmente, la adicción a la ira podría estar detrás de aquellas personas que usan la ira para castigar o mostrar desacuerdo con sus opiniones, o quien se enfada varias veces al día y de forma extendida en el tiempo.
Conclusión
Aunque la ira es una emoción más y es completamente necesario expresarla, puede tener consecuencias negativas para uno mismo y el entorno si no se gestiona bien.
Tras la ira se esconden muchas emociones o pensamientos y, se trate o no de una adicción, si se convierte en la única forma de interactuar con los demás o se reacciona de forma desmedida, sería adecuado buscar ayuda psicológica.