La autenticidad, el espejo que no engaña
Estamos acostumbrados a movernos en un mundo de falsas apariencias, de intentos frustrados de ser quien no se es y de persecuciones, casi policíacas, de un ideal que en muchas ocasiones no nos corresponde. Es en este punto donde deberíamos plantearnos qué es eso de la autenticidad, …¡o al menos intentar revertir la búsqueda de un ideal inalcanzable por la de nuestra verdadera esencia!
De adultos también jugamos a ser quienes no somos
Desde pequeños nos enseñan a interpretar roles, como si se tratara de una serie que reúne a la familia la noche de un miércoles frente a la televisión. Podemos ir a un colegio y observar esto fácilmente. Al igual que en los deportes de equipo -como el volley o en el baloncesto- se asignan posiciones, en la vida del niño, desde bien pequeñito, también.
María será la lista de la clase (¡No puede fallar!), Guillermo será el gracioso de la clase (¡No puede estar triste ningún día!) y Elisa será la “friki” de la clase que siempre está sola (¿Porque ella quiere estarlo o porque inevitablemente siempre se aísla a los “raros” de la clase?).
En el colegio -como en la vida adulta- jugamos una serie de roles impuestos que son inquebrantables. Muchas veces nos ayudan a sobrevivir en esta jungla en la que vivimos. Sin embargo, en otras muchas, lejos de ayudarnos a sobrevivir nos hacen un daño que hasta que no somos personas adultas no seremos capaces de percibir y de identificar sus terribles consecuencias, ya que renunciamos a nuestra autenticidad.
¡Ir en contra de la autenticidad tiene un precio muy alto!
Dicho precio engloba:
- Tener problemas somáticos.
- Tener la sensación de vacío interior.
- Sentirnos frustrados constantemente, hagamos lo que hagamos.
- Vivir ajenos a nuestras necesidades más profundas.
“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”
-Erich Fromm-
Pero… para vivir de manera auténtica deberíamos primero ser honestos con nosotros mismos y poder reconocer que nos estamos alejando día a día de nuestro verdadero YO. Una vez hemos tomado conciencia de ello, podemos comenzar a poner todos nuestros sentidos al servicio de la búsqueda de nuestra única y última esencia primigenia.
En la medida en que somos conscientes de necesidades más esenciales, podemos satisfacerlas de una manera honesta y sana. Si yo sé que necesito afecto cuando estoy mal, pero soy “la dura” de la familia y “no me lo puedo permitir porque esta familia depende de mí y de mi fortaleza”, quizá debería empezar a plantearme QUÉ es lo que yo realmente necesito: si seguir un patrón impuesto o reconocer mis sentimientos y pedir ayuda.
Para ser honestos hay que ser valientes
“Era lo bastante listo para conocerse a sí mismo, lo bastante valiente para ser él mismo y lo bastante insensato para cambiarse a sí mismo y, al mismo tiempo, seguir manteniéndose auténtico”
-Patrick Rothfuss-
Poco a poco, en estos micro-actos de amor propio y auténtico hacia nosotros mismos, podemos devolvernos el poder tan inmenso que estamos perdiendo cuando intentamos adaptarnos desesperadamente a los moldes que otros nos imponen. Piensa que perseguir un ideal, o una imagen que no es la propia, es un ejercicio tan costoso como inútil para nuestra felicidad.
Es como intentar subir por una cuesta de gran pendiente. Las piernas van a sufrir, van a necesitar recuperarse cada cierto tiempo. El cansancio mental va a ser brutal. Y la sensación de fatiga y falta de sentido será constante. En cambio, ser auténticos es un camino igual o más duro, porque en ocasiones no traicionarte implica ir en contra de lo que la dirección hacia la que nos empuja la presión que nos rodea.
Sin embargo, las recompensas durante el trayecto serán auténticas y la motivación no va a tener que pelear con la disonancia entre lo que sientes y el destino que imaginas. Podremos respirar aire puro y no ahogarnos con él. Somos libres de parar porque queremos y no por que el peso de estar traicionándonos nos obligue a detenernos.
Por ello, ser auténticos, finalmente, es un camino de sinceridad con uno mismo. Es un acto de valentía. Es el mayor acto de amor y respeto hacia uno mismo que podemos hacer. Nuestras relaciones sociales mejorarán, ya que no vas a jugar más papeles y posiciones que no te corresponden, sino que empezarás a respetarte y a respetar por tanto la verdadera esencia de los demás. ¿Te atreverías a transitar sobre el camino de la autenticidad? ¡No tienes nada que perder!