La crítica patológica: una lenta forma de autodestrucción
Rebeca se ve a sí misma como una mujer con una notable formación, buena en su trabajo e inteligente. No obstante, tiene una obsesión, la de compararse con los demás de manera persistente. Cuando lo hace emerge esa crítica patológica y devastadora que le dice cosas como «en el fondo, eres un cero a la izquierda , todos hacen las cosas mejor que tú, te falta ingenio, decisión…».
Aunque algo así nos resulte llamativo debemos tener en cuenta un aspecto: en nuestro interior habita esa misma voz negativa y ávida por devorar la propia autoestima. Puede despertarse en el momento menos pensado; por ejemplo, cuando perdemos un trabajo o durante una relación de pareja dependiente. Es más, resulta común que este tipo diálogo nos acompañe desde hace tiempo a raíz de nuestra educación.
Una crianza basada en la falta de afecto y validación nos convierte muy a menudo en mendigos de refuerzos externos y también en boicoteadores de la propia identidad y las fortalezas. Es vivir en «modo sufrimiento» porque siempre tenemos la sensación de que no somos lo bastante buenos para casi nada. Nos comparamos, nos criticamos y cuestionamos de manera minuciosa cada acción, cada decisión, cada aspecto de nuestra persona.
Pocos procesos psicopatológicos son tan insidiosos y capaces de distorsionar todo lo que somos. Es necesario, por tanto, que conozcamos un poco más en qué consiste esta realidad y cómo podemos manejarla.
La crítica patológica: qué es y cómo aparece
La crítica patológica es un concepto que acuñó el psicólogo Eugene Sagan para describir algo muy común que veía a diario en sus pacientes. Todos nosotros tenemos una voz interior negativa que nos ataca de vez en cuando con regocijo y sin piedad. No obstante, eso sí, en gran parte de los casos esos ataques son puntuales e inofensivos, limitándose a los clásicos: «mira que eres tonto, acabas de meter la pata».
Ahora bien, una cosa es la crítica inofensiva y otra la crítica patológica que describió el doctor Sagan. Mientras que la primera nos ayuda a darnos cuenta de nuestros errores mediante un pequeño toque de atención, la segunda, lejos de tener una finalidad practica y psicológicamente saludable, lo que logra es destruirnos de forma lenta y sin compasión.
Asimismo, no podemos dejar de lado un pequeño detalle: hay que tener cuidado con esa voz, porque de no ponerle límites puede erosionar la salud mental.
¿Cómo aparece la crítica patológica y cuál es su origen?
Lo señalábamos al inicio. Por término medio, la raíz de la crítica patológica está en la infancia. Nuestros progenitores son los encargados de guiarnos por el mundo, de decirnos qué es lo correcto y lo incorrecto y de darnos seguridad ante cada paso y cada experiencia.
Si lo que recibimos son refuerzos basados en la crítica, en señalarnos en exclusiva lo que hacemos mal y en destacar nuestros errores obviando los aciertos, virtudes y potencial, creceremos con miedo e inseguridad. Y tener que madurar sin aprobación externa lesiona la autoestima.
Nos desarrollamos con los residuos emocionales que nuestros padres dejaron en nosotros, creando así ese caldo de cultivo con el cual asoma de manera temprana la crítica patológica. Tarde o temprano esta dimensión adquirirá mayor poder, manifestándose del siguiente modo:
- A través de la vergüenza. El diálogo interno negativo siempre nos cuestiona, nos anula y nos hace temblar ante cada decisión, ante cada paso que demos.
- Tiene la voz de un padre o una madre que censura, de ahí que aparezcan en nuestra mente palabras como «inútil, eres torpe, no vales para nada, los demás lo hacen mejor que tú»
- Te compara de forma constante. Siempre te obligará a tomar referencias ajenas para medir tus capacidades y, entonces, humillarte.
- Adora bloquearte, impedir que resuelvas problemas y aproveches oportunidades.
- Tiene fijación por recordarte «lo mal que haces las cosas».
En la actualidad, con el fin de evaluar este tipo de proceso psicológico tan debilitante, contamos con la escala LOSC (The Levels of Self-Criticism). La investigación llevada a cabo en la Universidad de Pennsylvania, avala la utilidad de este instrumento porque se centra en dos de las formas más comunes de crítica patológica: la que se focaliza en compararse con los demás y la que se centra en uno mismo al infravalorar toda área y comportamiento.
Aprende desactivar la crítica negativa
La crítica patológica no perdona, no descansa y no desaparece de un día para otro. Se instala como un virus y nos va debilitando hasta destruir la identidad, la autoestima, nuestros proyectos y crecimiento personal. Es necesario, por tanto, intervenir contra ella y desactivarla.
Para ello, es interesante reflexionar sobre una serie de estrategias que debemos integrar en nuestro pensamiento para tenerlas siempre presentes. El compromiso para detectar y filtrar la crítica negativa debe ser constante.
Quítale la venda a la crítica: ¿qué es lo que quieres de mí?
Es necesario que integres en tu mente un mensaje: en mi interior hay una voz que solo busca destruirme y vetar mi felicidad. Debo desenmascararla y preguntarle qué es lo que quiere de mí cada vez que me repite esos mensajes.
- Por ejemplo, si te asalta una voz para decirte «eres un inútil», pregúntale por qué. «¿Qué buscas al definirme así? ¿quieres que sufra?»
Sé valiente y responde a la crítica patológica
La crítica patológica se afronta con autoestima, fortaleza y asertividad. Necesitamos hacer uso de las autoafirmaciones constructivas y positivas.
- Por ejemplo, ante la expresión de «eres un inútil» es adecuado que nos digamos lo siguiente «es cierto que, de vez en cuando me equivoco, que soy falible. Sin embargo, no es cierto que sea inútil. De hecho, soy capaz de sobreponerme y actuar para lograr lo que necesito».
Inutiliza el diálogo negativo
La crítica patológica no es útil, destruye y anula como ser humano. El diálogo negativo constante y crónico te llevará de la mano hacia el abismo de la ansiedad y la depresión. No lo sigas, rompe ese efecto, inutiliza su mecanismo.
- Por ejemplo, ante esa voz que insiste en decirte que «eres un inútil», respóndele lo siguiente: «acepto que me digas eso, pero desde hoy y para siempre tu voz va a ser como el viento que se escapa por una ventana. Lo dejaré pasar, porque no me sirves, porque he decidido valorarme como merezco y tú no me ayudas».
Para concluir, si bien es cierto que resulta complicado desactivar el virus de esa autocrítica devastadora, más difícil es darnos cuenta de que llevamos años conviviendo con ese inquilino interno. Tomemos conciencia de ello y solicitemos ayuda profesional si así lo necesitamos.
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- Mora, M., y Raich, R.M. (2010) Autoestima. Madrid: Síntesis.
- Thompson, R., & Zuroff, D. C. (2004). The Levels of Self-Criticism Scale: Comparative self-criticism and internalized self-criticism. Personality and Individual Differences, 36(2), 419–430. https://doi.org/10.1016/S0191-8869(03)00106-5