La depresión infantil: desconocida, confundida y olvidada

La depresión es un trastorno que cada vez se ha vuelto más visible. Sin embargo, pensamos que los niños, por sus condiciones, no pueden padecer este tipo de trastornos, por lo que solemos descuidar su salud mental
La depresión infantil: desconocida, confundida y olvidada
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 28 noviembre, 2023

La depresión infantil es un trastorno que pasa desapercibido: es olvidado, desconocido y confundido con otros. Muchos consideran que es imposible que un niño caiga en las garras de la depresión: “Cómo se van a deprimir los niños si no tienen responsabilidades ni preocupaciones, si lo tienen todo”. Según los datos de recientes investigaciones 1 niño de cada 100 y 1 de cada 33 adolescentes sufren depresión.

El problema más grave es que solo un 25% de los niños y adolescentes con depresión son diagnosticados y tratados. Un porcentaje tan bajo es la consecuencia de que muchas veces los adultos le restamos importancia, lo ignoramos o incluso se producen otros diagnósticos erróneos.

Un diagnóstico erróneo habitual es el que se produce cuando se diagnostica TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hipertactividad) en vez de depresión.

La sintomatología depresiva sale a la luz a partir de ciertas vulnerabilidades personales o se refleja en ciertas vulnerabilidades personales.

Es decir, al carecer de algunas habilidades sociales, emocionales o cognitivas y ante una situación que puede exigir un desempeño alto si tenemos en cuenta el nivel de la persona, en este caso el niño, esta puede sentirse incapaz de responder, bloqueada.

Todo ello genera una fuerte carga de estrés y una cadena de emociones de valencia negativa, como tristeza, falta de sentido, inutilidad, fragilidad, vacío o peligro, entre muchos otras.

La depresión es una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero”.

-Dorothy Rowe-

¿Qué caracteriza a un niño deprimido?

Desde la tristeza hasta el trastorno depresivo hay un amplio espectro. La tristeza, la ansiedad, la hostilidad y la ira son emociones normales, adaptativas y entendibles, necesarias en ciertos momentos y que pueden traducirse en conductas.

Por ejemplo, el miedo es la emoción del peligro, y la tristeza la emoción de la pérdida. No son emociones perjudiciales en sí: nos ayudan a adaptarnos a lo que ocurre en nuestro entorno, a ponernos a salvo si sentimos peligro o a escribir una historia, nuestra historia, en la que toda pérdida termine cobrando un sentido.

Niña con depresión apoyada sobre una mesa

No hay que patologizar las emociones. Todos los niños y adolescentes están tristes en alguna ocasión, incluso han llegado ha experimentar síntomas de depresión, pero un trastorno depresivo es más que eso.

Es importante saber distinguir entre tristeza y una posible depresión infantil. Para ello se debe tener en cuenta la frecuencia, intensidad y duración de las conductas, así como el malestar del menor, cómo interfiere en su rutina (si es que lo hace), si presenta irritabilidad y enfado, poco apetito, problemas para dormir, agitación y síntomas psicofisiológicos o motores.

En la depresión infantil es frecuente el enfado y la irritabilidad, mientras que en adultos suelen presentarse la tristeza y el desconsuelo. Otro síntoma diferente en niños es la agitación. En el caso de los adultos con depresión se produce enlentecimiento motor y mental, mientras que en los menores es habitual una mayor activación (de ahí en parte la confusión en el diagnostico con el TDHA).

Debido a este cambio de sintomatología, la depresión infantil pasa desapercibida o se confunde con otro tipo de problemas de conducta. Muchos niños llegan a consulta porque no tienen ganas de hacer cosas, están muy irritables, enfadados, presentan somatizaciones (dolores de cabeza, dolores de barriga, vómitos, diarreas, etc.).

La información más fiable que podemos obtener en referencia a sus pensamientos y emociones va a ser a través del propio menor. Los adultos de su entorno, en cambio, podrán informar mejor sobre las conductas observables y momentos específicos.

Algunos factores de vulnerabilidad son la falta de habilidades sociales, un déficit en la solución de problemas, el aislamiento social, un autoconcepto negativo, dificultades interpersonales con familiares o compañeros y actitudes disfuncionales con pensamientos de culpa.

Es frecuente que el estado emocional en el que están se alimente de la “rumiación” de ciertos pensamientos, como  “Todo me sale mal, soy un desastre, la vida no merece la pena, es todo culpa mía”.

Recuerda siempre que eres más grandes que tus circunstancias, eres más que cualquier cosa que te pueda ocurrir“.

-Anthony Robbins-

Niño poniendo sus manos sobre un cristal

Teoría de indefensión aprendida y depresión infantil

Estamos generando niños indefensos. Un día se les premia y otro se les castiga por la misma conducta. Suceden hechos a su alrededor y nadie les explica su origen. No se les pone límites ni se les enseña a manejar y tolerar la frustración.

Es muy importante transmitirles que para conseguir aquello que apreciamos hay que esforzarse, esperar, dedicar tiempo, trabajar, equivocarse y volverlo a intentar.

Dicho aprendizaje se produce a través de las experiencias personales, pero si les damos todo hecho estas experiencias aleccionadoras quedarán reducidas a la mínima expresión. Es entonces cuando vienen los problemas de conducta, estallidos de ira, inestabilidad en el estado de ánimo, falta de control de impulsos y un largo etcétera.

Los diferentes elementos (conductas, objetos, personas…) tienen el valor que uno mismo les da, y ese valor también depende del esfuerzo y sacrificio que se haya hecho para conseguirlos. A lo largo de los años, y a medida que crecemos, aprendemos a establecer relaciones entre nuestros actos y las consecuencias que estos tienen.

Algo es fundamental porque es lo que nos da la sensación de control y posibilita la autoeficacia. Por supuesto que no todo está en nuestras manos, pero sí que podemos hacer mucho por dirigir nuestra vida. Si los niños no perciben esta relación se sentirán indefensos.

Si no aprenden los posibles resultados que existen frente a sus actos y las consecuencias son aleatorias o difusas se encontraran totalmente perdidos. En las teorías de indefensión aprendida se ha demostrado que lo más importante es la percepción, es decir, percibir que aquello que hacemos tiene consecuencias sobre lo que recibimos posteriormente.

Por ejemplo, si percibimos que el esfuerzo es algo importante para lograr nuestros objetivos entonces el esfuerzo se plasmará en nuestros actos, pero si el niño percibe que los resultados dependen del azar asumirá la creencia de que actuar es inútil e innecesario, se generará un ser vulnerable.

Para prevenir la depresión infantil, los niños deben sentir que lo que hacen tiene consecuencias esperables a su alrededor y para ellos mismos.

Creencias disfuncionales en la depresión infantil

Las creencias disfuncionales son valores sobre los que se apoya nuestra autoestima.  Los niños aprenden sesgos en sus propias creencias desde muy pequeños, por ejemplo “Si no eres el primero eres un perdedor, y si eres un perdedor entonces no vales nada”.

De esta manera condicionamos nuestra interpretación de la realidad y de nosotros mismos. Cuando un niño ha puesto su propia valía personal en ideas imposibles, antes o después, está condenado a sentirse frustrado, deprimido, incompetente o inútil, porque siempre habrá alguien más listo o más guapo, cometeremos errores o no podremos satisfacer a todo el mundo.

Los niños tienen que aprender desde pequeños a graduarse. No hay que ser la perfección absoluta ni el desastre al completo. No podemos estar al cien por cien en cada momento, ni tampoco dejar todo a un lado.

La vida no es blanco o negro, hay grises, y por ello habrá momentos y áreas de nuestra vida donde se tienen que ordenar prioridades.

Por ejemplo, en época de exámenes aprenderán que es el momento de dedicar más tiempo al estudio, y al terminar dicha época será cuando puedan disfrutar durante más tiempo de sus amigos, familia y entorno. Es importante aprender a priorizar responsabilidades y a manejar el tiempo en base a las propias decisiones y sus consecuencias.

Niño con flores en su cabeza

Suicidio en menores

La depresión es uno de los principales factores precipitantes del suicidio y romper con los mitos que lo rodean es una tarea clave para prevenirlo. El 72% de niños y adolescentes deprimidos tienen ideas suicidas. En el caso de los niños pueden existir dichas ideas aunque ellos no las verbalicen.

Muchos deseos infantiles no son expresados mediante palabras y sí mediante otras formas de comunicación, como el juego o los dibujos. Como adultos es importante que aprendamos a “leer entre líneas” lo que los niños expresan.

A continuación vamos a identificar algunos de los mitos que existen sobre la depresión infantil:

  • “El suicidio viene de familia” – En muchos casos se piensa que si uno de los padres o familiares se ha suicidado el menor tiene más probabilidades de quitarse la vida. Es cierto que ha tenido un modelo erróneo de afrontamiento, pero el suicidio no está genéticamente determinado. Habrá que trabajar con  él y hablar de forma clara. Es muy importante no silenciar lo ocurrido ni tampoco silenciar sus deseos o sentimientos. Se hablará con el menor a través de un lenguaje adaptado a su edad y con explicaciones concretas que pueda entender. Es esencial encontrar de manera conjunta soluciones a los problemas por los que el niño busca la muerte como salida liberadora.
  • “El que lo dice mucho nunca lo hace, es por llamar la atención” – Nunca debe darse por sentado que no existe la posibilidad de consumación. Para los padres es difícil afrontar que su hijo tiene deseos de quitarse la vida pero lejos de evitar el problema lo urgente es abordarlo. Pensar que no va a suceder pero actuar como si pudiera ocurrir.
  • “La decisión es irrevocable” – Considerar que las ideas de suicidio que tiene el menor no pueden cambiar es otro error. Los sentimientos son ambivalentes, se mezcla la insatisfacción y el miedo junto con la valoración positiva de la muerte. Por ello es tan importante estar atento a las señales verbales y conductuales que nos permitan intervenir a tiempo.
  • “Un suicida lo es para todo la vida – Los deseos son transitorios, la mayoría de las veces se arrepienten e incluso se avergüenzan de ello. Hay que dedicar tiempo para hablar sobre las emociones y normalizar el hecho de tener sentimientos encontrados. En la vida se presentan experiencias muy duras pero a partir de ellas se pueden lograr grandes aprendizajes.
  • “Hablar del suicidio conduce a consumarlo”Convertirlo en tabú puede ser uno de los actos que mayor daño cause. Hablar del tema alivia el malestar y permite a la persona expresarse. Empatizar, normalizar e intentar comprender es la prioridad para buscar soluciones.
  • “El que se suicida tiene un trastorno mental” – Otro error frecuente es pensar que para quitarse la vida la persona tiene que sufrir siempre algún problema psicológico. Si bien la depresión es un factor de riesgo para el suicidio, existe un alto porcentaje de suicidios de carácter impulsivo en adolescentes sin trastornos mentales.

¿Qué hacer en caso de depresión infantil?

Desde las intervenciones psicológicas el objetivo es abordar los factores de riesgo y las conductas problemáticas que se encuentran asociadas a la depresión del menor. La intervención abarca al menor, su familia y su entorno.

Con el niño o adolescente se trabajan diferentes habilidades de afrontamiento, cómo solucionar problemas, se hace hincapié en que aprenda a procesar la información y a manejar el malestar emocional.

Se busca cambiar sus pensamientos automáticos negativos y las autoevaluaciones que pueda hacer de sí mismo y del mundo que puedan mantener el estado emocional en el que se encuentra.

Niño feliz abrazado por su madre

A los padres se les da pautas para que puedan manejar las conductas de sus hijos, fomentar la escucha empática, controlar la ira, evitar la conflictividad, comunicar los mensajes y sentimientos de forma efectiva, aprender a tomar decisiones, solucionar conflictos y cambiar formas de interaccionar entre los miembros de la familia.

En la prevención de la depresión en menores es esencial que esté presente la incondicionalidad del amor. Nunca debemos supeditar el cariño a una acción o característica concreta del niño. Es bueno que el amor sea percibido como incondicional, como un vinculo que sobrevivirá a cualquier circunstancia que se dé.

Además tienen que estar presentes unas normas razonables y aplicadas de manera coherente, el refuerzo de conductas adecuadas, la demora de recompensas, trabajar la motivación intrínseca, no ceder en procesos de coerción y establecer una buena comunicación.

Aunque el mundo esta lleno de sufrimiento, también esta lleno de su superación“.

-Helen Keller-


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