La desesperanza creativa: la luz que debemos ver más allá del malestar
La desesperanza creativa nos recuerda que tarde o temprano hay que hacerlo: detenernos, encarar el sufrimiento y nuestras resistencias. Lejos de alimentar ese repertorio de estrategias de evitación, esta técnica nos invita a aceptar la realidad asumiendo la desesperanza para transitar con ella, pero creando a su vez un nuevo plan de ruta, un nuevo propósito más luminoso donde sí hay esperanza.
Esta herramienta psicoterapéutica forma parte de la terapia de aceptación y compromiso. Para los lectores que no conozcan este enfoque, podríamos decir que forma parte de las llamadas terapias de tercera generación.
“Aprende a cavar un túnel de esperanza a través de las montañas de desesperanza que te rodean cada día”.
-Martin Luther King-
Suele generar cambios positivos y transformadores en las personas gracias a dos claves muy concretas. Combaten en primer lugar, los pensamientos automáticos, esos que nos causan sufrimiento y nos sumen a menudo en dinámicas destructivas con las que alimentamos el dolor. En segundo lugar, la terapia de Aceptación y Compromiso se caracteriza por esa cercanía directa, humana y envolvente con el paciente donde a través de un diálogo fluido y cómodo, libre de juicios, se van generando cambios y propiciando además conductas más adaptativas.
Así, y a la hora de promover dichos cambios, es común hacer uso de lo que se conoce como desesperanza creativa, la cual puede acercar al paciente al reencuentro de sus propios valores, a lograr un estado de calma y armonía interna donde poder generar nuevas oportunidades y el estado idóneo para aprovecharlas.
¿En qué consiste la desesperanza creativa?
Para comprender mucho mejor qué es la desesperanza creativa empezaremos con una pequeña historia a modo de introducción. El relato empieza con un campesino, un hombre al que se le propone realizar una extraña tarea de la que obtendrá un buen beneficio. El trabajo consiste en trabajar un campo con la única ayuda de un burro y una pala; sin embargo, hay además una pequeña condición: debe llevar los ojos vendados.
El buen hombre inicia su labor siguiendo las pautas indicadas, pero lo que no sabe es que el campo entero está lleno de hoyos. Como es previsible, nuestro protagonista cae en uno de ellos. Sin saber qué hacer y cómo salir, el campesino se retira la venda de los ojos y hace uso de lo único que lleva: su pala. Así, y durante casi un día, empieza a cavar y abrir túneles, empezando a tomar conciencia poco a poco de que lo único que consigue, es hundirse mucho más.
Tras darse cuenta de ello, decide asumir su situación y optar por otra estrategia. Tal vez, deba darle a esa pala otro uso… Este pequeño ejemplo nos ilustra con originalidad la propia esencia de la desesperanza creativa. A menudo, nuestras propias conductas de evitación nos arrastran no solo a una desesperación mayor, sino que además intensificamos la complejidad del problema original.
Las finalidades de la desesperanza creativa
Cuando una persona llega a la consulta de un psicólogo, no viene sola. Con él o con ella, vienen un saco repleto de pensamientos distorsionados, barreras defensivas, actitudes limitantes, zonas erróneas, un exceso de pasado, un presente desaprovechado y una angustia vital que se percibe casi desde el primer instante.
Conseguir que ese paciente salga de la consulta “un poco mejor” de como ha venido no es fácil, ni tampoco el principal propósito. Hay que hacer un plan de ruta y conferirle a esa persona, esperanza. Sin embargo, ¿cómo lograrlo? ¿Cómo conseguir que el paciente vuelva a su casa con un poco más de luz… ante tanta oscuridad condensando su mente? Por curioso que nos parezca, la desesperanza creativa es un buen comienzo, una herramienta a instantes poderosa. Veamos por qué.
- La primera finalidad es lograr que el paciente acepte las experiencias negativas que están en su interior y que no puede controlar. Lejos de pelear con ellas, de huir o de obsesionarse con esos hechos, es momento de abrazar la desesperanza, transitar con ella y asumir que ese camino ya no tiene sentido. “Yo lo acepto para dejarlo ir”.
- Tras la asunción de esos hechos dolorosos o angustiantes, el psicólogo procede a reorientar a su paciente a través del diálogo hacia otras opciones, salidas donde hay un refuerzo positivo, un propósito, una esperanza real.
- Asimismo, el psicólogo, a través de un buen tacto, hará ver de forma constante a la persona que aquello que ha quedado atrás, aquello que duele, ya no es útil y ya no sirve. Sin embargo, esa desesperanza puede actuar como un impulso, un motor para hallar nuevas salidas. Es como quién da dos pasos atrás para poder saltar más alto.
Podemos concluir señalando que la desesperanza creativa puede y debe aplicarse más allá del ámbito psicoterapéutico. Todos nosotros de algún modo, hemos pasado por esas épocas en intentamos huir de algo y casi sin saber cómo, acabamos alimentando el mismo malestar. Es como quien conduce por una ciudad que no conoce y al poco, termina dando vueltas por la misma rotonda una y otra vez.
Salir de esa rotonda, ver luz más allá del propio malestar, implica primero entender que no sirve de nada utilizar de forma reiterada la misma estrategia, esa que nos conduce a los mismos resultados. Hay que romper el ciclo, dejar de escapar, asumir que estamos perdidos, que no avanzamos y entonces, mirar más allá. Alzar el rostro y salir de nuestra propia trampa para descubrir otros caminos, otras rutas más saludables y liberadoras.