La disonancia cognitiva, ese tumulto interno
Los seres humanos tenemos la necesidad de percibirnos a nosotros mismos como seres íntegros y coherentes. Establecemos una serie de valores y creencias que dirigen el rumbo de nuestra vida y a los que tratamos de estar apegados. No obstante, las circunstancias no son siempre las ideales. Y, en ocasiones, la vida nos confronta con situaciones en las que nuestros actos no se corresponden con nuestros ideales. Es aquí cuando surge la disonancia cognitiva.
Todos sentimos la imperiosa necesidad de mantener nuestra armonía interna. De actuar acorde a nuestros principios e ideas más arraigados. Cuando, por el motivo que sea, coexisten en nuestro interior dos pensamientos contradictorios, comenzamos a sentir malestar. Lo mismo ocurre cuando nuestros actos parecen ir en contra de nuestras actitudes. Necesitamos sentirnos coherentes, y para ello somos capaces de recurrir a innumerables justificaciones.
La disonancia cognitiva
Este proceso psicológico se presenta con frecuencia en nuestro día a día. Por ejemplo, si una persona considera que es muy importante cuidar la alimentación y un día ingiere gran cantidad de alimentos hipercalóricos y poco saludables. La disonancia aparecerá, creando un molesto tumulto interno, que motivará al individuo a buscar una justificación que rebaje el malestar. Así puede expresar que, por un día no pasa nada, o que también es importante darse algún capricho de vez en cuando.
En realidad, cuando aparece la disonancia cognitiva, nos está indicando que nuestros comportamientos y nuestras creencias no están alineados. Entonces, se nos presentan dos opciones:
- Modificar nuestra conducta y mantenernos fieles a nuestros ideales
- Cambiar nuestras creencias de modo que resulten coherentes con las acciones que estamos llevando a cabo
Así, en el ejemplo anterior, la persona optó por modificar (o, al menos, flexibilizar) sus ideas. Pero bien podría haber escogido no comer los alimentos dañinos y seguir siendo coherente con la importancia que le otorga a la alimentación.
Las dos caras de la moneda
Como vemos, la disonancia cognitiva es meramente un indicador. Una alerta interna que nos informa de una contradicción que está teniendo lugar. Dependerá de nosotros que el resultado sea positivo o negativo, beneficioso o perjudicial.
El lado oscuro de la disonancia cognitiva
El lado oscuro se presenta cuando decidimos resolver nuestro malestar interno mediante justificaciones, a fin de mantener una situación perjudicial. Es el caso del fumador que, aún considerando importante cuidar la salud, continúa fumando bajo el pretexto “de algo hay que morir”, o “mi padre fumó toda la vida y estaba más sano que un roble”.
O, por ejemplo, el caso de una mujer a quien su marido ha sido infiel y decide continuar en el matrimonio. Aunque una de sus creencias más firmes consista en la importancia de la lealtad y la confianza, el miedo a la soledad puede impedirle divorciarse. Se produce entonces una gran disonancia, ya que está actuando en contra de sus propios principios al permanecer casada.
Así, las justificaciones vendrán a su rescate, y podrá autoconvencerse cambiando sus creencias por “una infidelidad puntual no significa falta de amor” o “siempre me trata muy bien y me quiere mucho, esto no es para tanto si tenemos en cuenta todo”.
Incluso, el propio marido infiel puede poner en marcha sus propias excusas ante la disonancia cognitiva que le provocará su acto. Así, podrá pensar que, aunque la infidelidad es negativa “su mujer ya no le prestaba tanta atención como antes”, o “lo tenía descuidado”.
Un mecanismo necesario
Sin embargo, en otras ocasiones, la disonancia cognitiva es un valioso recurso para mantener nuestra salud y estabilidad psíquica. Es el caso, por ejemplo, de una persona que considere que no tener pareja, o no tener trabajo, es ser un fracasado. ¿Qué ocurrirá si su pareja lo abandona o si lo despiden de su empleo?. El malestar interior será tan grande que se verá abocado a flexibilizar sus creencias.
Comprenderá que no todo es controlable en la vida, que lo que sucede no siempre depende de uno mismo y de sus actos. Que existen otros factores que influyen. Además, tal vez modifique su concepto sobre el error y el cambio y comience a verlos como parte del camino, o como oportunidades para aprender y perseverar. Incluso, puede que adopte la sana creencia de que todo ser humano es digno y valioso, independientemente de su estatus o sus circunstancias.
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