La envidia, anhelar lo que tienen otros
Decía Diógenes Laercio que “la envidia es causada por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos poseer nosotros”. De esta manera, este historiador griego definía uno de los estados más comunes y más dañinos que puede sentir el ser humano. La envidia está mal vista, por eso solemos esconderla, nos avergüenza mostrarlo en público.
La envidia se manifiesta cuando deseamos aquello que no tenemos y que poseen otros individuos. Realmente una persona envidiosa es una persona que sufre, que no se valora y que tiene la autoestima tocada. Cuando alguien experimenta este estado, siente que no es lo suficientemente bueno como para merecer aquello que anhelamos en otros, generalmente familiares, personas cercanas a nosotros o amigos.
Los expertos aseguran que cuando la envidia hace acto de presencia pone en funcionamiento la parte más emocional de nuestro cerebro. Un envidioso aviva sentimientos de impotencia e incapacidad. La envidia es desagradable y dificulta nuestras relaciones con los demás. Deseamos lo que otros tienen, nos comparamos con ellos y nos sentimos perdedores. Eso nos provoca frustración y rabia.
Mejor admiración que envidia
¿Qué es lo que más despierta nuestra envidia? Sobre todo, aquello que relacionamos con los valores de reconocimiento social, prestigio o con las posesiones materiales. Es muy común también proyectar nuestra envidia cuando echamos de menos “algo” que tuvimos un día. Por ejemplo, si tenemos pareja, un amigo cercano que no la tiene, puede activar nuestra envidia porque dispone de más tiempo libre que nosotros o al contrario.
De un modo u otro, este sentimiento está asociado a emociones negativas. Dolor, tristeza, rabia o impotencia caracterizan el estado de una persona envidiosa. Los expertos aseguran que los envidiosos “no se sienten lo suficientemente queridos o vistos, pero de lo que no se dan cuenta es que la envidia no les permite querer a los demás”.
Los especialistas recomiendan que, para curarnos de este sentimiento tan destructivo, la mejor fórmula a la que podemos recurrir es convertir esta “rabia o coraje” en admiración. La admiración es “sana” porque es un estado que nos lleva a conseguir aquello que despierta nuestro interés. Nos movemos y luchamos para ello, mientras que la envidia nos paraliza y aisla.
En lugar de fijarnos tanto en los demás, debemos tomar conciencia de todo aquello que tenemos. Conseguir el equilibrio emocional consiste en aceptarnos tal y como somos, tratando de corregir aquello que nos impide ser feliz. Transforma la rabia en aceptación, fíjate en lo que eres y valora todo aquello que te hace diferente. La vida es una aventura apta para disfrutar y sacarle el mejor partido, no dejes que la envidia te impida recorrer este camino. No permitas que te paralice.