La fuerza de la gratitud
“El agradecimiento es la memoria del corazón” (Lao-Tsé)
Gracias, es una palabra corta y fácil de pronunciar, pero que conlleva mucho significado y un potencial muy poderoso si sabemos utilizarla, sin embargo muchas veces nos olvidamos de su existencia.
La gratitud, o la capacidad de ser agradecidos, nos permite reconocer los aspectos pasados y presentes positivos, buenos, aquello que nos ha beneficiado de algún modo y que, por lo tanto, ha otorgado un significado agradable a nuestra existencia (Peterson y Seligman, 2004; Emmons, 2007).
La gratitud es una habilidad primordial para desarrollar y mantener unos niveles adecuados de bienestar emocional, satisfacción y calidad de vida. Pero más allá de un modo de educación y cortesía, la gratitud es un valor, y para muchas personas casi una forma de vida. Es la actitud de acoger aquello que viene de fuera, ya sea de los demás como de la vida, y apreciarlo como algo positivo y bueno para nosotros. Agradecer es expresar reconocimiento.
Hay personas que viven maldiciendo un día oscuro, y otras que agradecen la existencia de un nuevo día a pesar de la presencia de algunas nubes. Lo cierto es, que a menudo olvidamos las veces o las razones que tenemos para sentirnos agradecidos, ya sea hacia los demás como a la vida misma. Porque no se trata de que nos suceda algo extraordinario para que seamos agradecidos, no solo es eso, sino saber apreciar cualquier detalle por ínfimo que nos parezca. Saber observar y darse cuenta de las cosas buenas grandes y pequeñas.
Es ese momento en el que expresamos nuestro agradecimiento cuando dejamos de cargarnos con tintes pesimistas y nos centramos en lo positivo de la experiencia de la que somos partícipes, dejando a un lado nuestros lamentos o desdichas. Nos conectamos con el presente, y decidimos vivirlo intensamente a través del agradecimiento. Incluso a veces la gratitud es el camino para atraer más de lo mismo a nuestras vidas, porque según los expertos el acto de agradecer nos energiza, nos da vida y contribuye a que seamos más felices. Así, la práctica de la gratitud es una forma de fortalecer la felicidad, aprendiendo a valorar lo que tenemos.
Vivir de forma automática hace que vivamos anestesiados, en somnolencia, sin valorar ni reconocer aquello que nos sucede, y estando más atentos a aquello que nos falta. Pero si agradecemos, nos encontramos atentos a esas pequeñas delicias que nos otorga la vida, disfrutando de cada instante mientras nos libramos de nuestros lamentos. Pues lamentarse no nos conduce a ninguna parte. Es muchas veces la falta de gratitud la que nos genera culpa y nos mantiene anclados en el pasado.
Agradecer es apreciar la vida.