La necesidad de fortalecer nuestro vocabulario emocional
La necesidad de fortalecer nuestro vocabulario emocional -y satisfacerla- es clave para mejorar la calidad de nuestras relaciones. Implica saber expresarnos, defendernos; es sintonizar con necesidades propias y ajenas, traduciendo los sentimientos en palabras, generando empatía y creando puentes basados en el respeto y la asertividad. Pocas competencias son tan esenciales en el día a día.
A menudo, cuando hablamos de esta dimensión es común focalizar el interés en los niños. En la actualidad, tanto las familias como los maestros y profesores comprenden la importancia de educar de manera temprana en esta habilidad. La alfabetización emocional y su relación con el lenguaje, de hecho, es un área de gran interés que está dando resultados muy interesantes.
Así, estudios -como el llevado a cabo por las psicólogas Luna Beck e Irina Kumschick, de la Universidad de Minessotta, Estados Unidos- nos demuestran cómo llega a mejorar la competencia lingüística en los niños si se les enseña a reconocer y expresar sus emociones en los primeros años de su etapa escolar.
Por tanto, son muchos los beneficios que puede tener favorecer este tipo de competencia en los más pequeños. Sin embargo, ¿qué ocurre con los adultos? ¿Qué pasa, por ejemplo, con esas personas que son incapaces de expresar sus miedos, necesidades o frustraciones a la pareja?
No todos los individuos que están ahora en la edad adulta han tenido la oportunidad de transitar por un desarrollo socioemocional exitoso. A su vez, no todos disponemos de esos mecanismos reguladores o esa fluidez comunicativa que nos permita traducir en palabras nuestros nudos, y esos laberintos donde las emociones quedan a menudo cautivas.
“No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”.
-Jorge Bucay-
¿Cómo podemos fortalecer nuestro vocabulario emocional?
Al fortalecer nuestro vocabulario emocional, nuestra vulnerabilidad general también disminuye. Porque poner en palabras una emoción es visibilizarnos. Es validarnos a nosotros mismos y también a los demás. Es dar forma a las sensaciones y compartirlas. Es desenredar ovillos internos, armonizar el caos en palabras sencillas para ser comprendidos y comprender.
Hay de hecho cierta magia en este proceso. Por ejemplo, todos experimentamos a diario realidades que no sabemos muy bien cómo transmitir a los demás. Y no podemos porque a menudo nuestro idioma no nos lo permite. En la lengua tagálog, un dialecto que se habla en Filipinas, hay una hermosa palabra llamada kilig. Viene a expresar esa sensación de alegría que experimentamos cuando hablamos con alguien que nos gusta.
A su vez, en holandés, existe el término uitwaaien, que describe la experiencia de disfrutar del viento y las sensaciones que este nos produce. Tener palabras adecuadas que nos permitan integrar esas realidades es excepcional, incluso catártico. Ahora bien, a menudo lo que ocurre es lo contrario.
Gran parte de nosotros no solo no encontramos las palabras adecuadas para catalogar aquello que estamos sintiendo. Sino que además, no sabemos identificar con exactitud qué es lo que nos sucede. La falta de alfabetización emocional nos aboca a estados donde terminar reprimiendo sentimientos porque no sabemos qué hacer con ellos.
Veamos por tanto las claves para fortalecer nuestro lenguaje emocional.
Conciencia de la emoción y reconocimiento facial
Charles Darwin ya habló en su día de la “expression emotional”, definiéndola como un estado interno que se siente y, que a su vez, se expresa. Por tanto, el primer paso es la toma de conciencia: conectar con ese estado corporal donde la emoción deja su primera impronta, una que en muchos casos ni es cómoda ni es gratificante. Es el caso de emociones como el miedo, la tristeza, la rabia, la desilusión…
Toda emoción tiene un correlato fisiológico que debemos aceptar primero, comprender después su mensaje y por último, darle nombre (lo que siento es ira, lo que siento es envidia). De nada nos valdrá por tanto reprimirla o esconderla.
Por otro lado, para fortalecer nuestro lenguaje emocional, es importante también saber reconocer en el otro sus necesidades. Ser receptivos y empáticos. Ser sensibles a las emociones ajenas para poder ajustarnos a su realidad y lograr así, comunicar mejor.
Vocabulario emocional y fluidez verbal
Algo que recomiendan muchos expertos en este campo, es alfabetizarnos en vocabulario emocional. Debemos hacer uso de los llamados “verbos emocionales”. Es un mecanismo muy efectivo para transmitir sentimientos, para demostrar honestidad y apertura. Un ejemplo de este recurso son verbos como yo siento, yo quiero, a mí me ilusiona, me asusta, me apetece, me incomoda, yo envidio…
Por otro lado, además del uso de esta estrategia, es necesario entrenar nuestra fluidez verbal. Hay personas con una gran habilidad en oratoria, grandes comunicadores y conversadores que sin embargo, carecen de fluidez verbal en materia emocional. ¿Qué significa esto?
Básicamente que no saben argumentar cómo se sienten, qué necesitan, ni son competentes tampoco para mantener un diálogo con otras personas sobre aspectos sentimentales y personales. Este tipo de fluidez es la que debemos atender para fortalecer nuestro vocabulario emocional.
La narrativa emocional
Cada uno de nosotros generamos distintos tipos de narraciones. Nos narramos a nosotros mismos a medida que integramos nuestra vivencias y experiencias. Todos somos una historia, nuestra historia. Hacerlo del mejor modo posible nos permitirá respetarnos más, atendernos, valorarnos como merecemos.
Un modo de lograrlo es mediante la inteligencia emocional. Conocernos, ofrecernos lo que necesitamos, practicar la autocompasión, la asertividad y la empatía nos permitirá crear una narración de nuestra historia más respetuosa a la vez que íntegra. Todo ello revertirá en nuestro autoconcepto para comunicar mejor a los demás.
Todos somos seres emocionales que en un momento dado aprendimos a razonar. Manejar mejor ese universo interno nos facilitará las cosas, de ahí la importancia de fortalecer nuestro vocabulario emocional.
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- Beck, L., Kumschick, IR, Eid, M., y Klann-Delius, G. (2012). Relación entre competencia lingüística y competencia emocional en la infancia media. Emoción , 12 (3), 503–514. https://doi.org/10.1037/a0026320