La otra cara del egoísmo

Con frecuencia tendemos a confundir egoísmo con autoestima. Y esto nos lleva a desatendernos por miedo a ser tildados de egoístas.
La otra cara del egoísmo
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 28 septiembre, 2020

El egoísmo es catalogado, desde siempre, como una cualidad indeseable. Es el adjetivo protagonista en reproches de todo tipo. Y el motivo por el que muchas relaciones terminan o atraviesan serios problemas. Nadie quiere ser calificado con esta palabra, y para evitarlo, muchas personas llegan incluso a abandonarse a sí mismas. Pues, con frecuencia, confundimos egoísmo con amor propio y autocuidado. 

Hay quien justifica sus actos ególatras y faltos de tacto bajo la premisa de la autoestima. Y, en el polo opuesto, hay quien peca de excesiva servidumbre e incapacidad de poner límites, por miedo a caer en el egoísmo. Por ello es tan importante comprender en profundidad este concepto y diferenciarlo de otros que son realmente necesarios para la salud emocional.

¿Qué es el egoísmo?

El egoísmo es la actitud de quien antepone los intereses propios a los ajenos, acarreando un perjuicio a los demás. Esta definición tan amplia y ambigua da lugar a una confusión muy frecuente. Pues, en realidad, anteponer nuestras propias necesidades no es algo negativo. Es un ejercicio sano y necesario, siempre que vaya acompañado de empatía.

Podemos decir, por tanto, que el egoísmo presenta dos caras bien diferenciadas. El lado negativo del egoísmo designa a quienes piensan únicamente en sí mismos. A aquellos que solo atienden sus propias necesidades y deseos, sin tener siquiera en consideración las emociones o necesidades de los otros.

Este tipo de persona egoísta no duda en traspasar los límites de los demás con tal de obtener lo que anhela. Y, además, lo hace evitando el componente de reciprocidad, tan necesario en las relaciones humanas. Es decir, reclama, exige y disfruta de la atención y los favores de los demás, pero no está dispuesto a dar de su tiempo y esfuerzo para ayudar al otro.

Es evidente que se trata de un tipo de comportamiento indeseable, que daña las relaciones sociales y los vínculos afectivos. Finalmente, quienes conviven con el individuo egoísta terminan sintiéndose utilizados, menospreciados e infravalorados. Por lo que aparecerán los reproches, las discusiones y, con frecuencia, el fin de la relación.

La otra cara del egoísmo

Sin embargo, el egoísmo presenta una cara B que poco tiene que ver con la exigencia y la indiferencia ante los sentimientos ajenos. Se trata, más bien, de un concepto relacionado con el amor y el respeto a uno mismo. La autoestima, el autocuidado y la capacidad para decir “no”.

El egoísmo, visto desde este prima, se encuentra muy relacionado con la auto conservación. ¿Podríamos tachar de egoísta a quien, al borde de la deshidratación, escoge beber el poco agua que tiene en lugar de ofrecérselo a otro?. Incluso cuando volamos en avión nos advierten de que, en caso de despresurización, es importante que nos coloquemos primero nuestra mascarilla antes de ayudar a los demás. 

Quererse, cuidarse, escucharse y atender las propias necesidades no es egoísta. No es negativo decir que no a ciertas peticiones, establecer límites o hacer valer tu opinión. Muchas veces, por miedo a ser tachados de egoístas, nos fallamos a nosotros mismos. Silenciamos nuestra voz interior por escuchar la de los demás. Nos desvivimos por darle agua a los otros mientras nuestro propio ser muere de sed.

Un equilibrio

Por ello es importante que dejemos de percibir el egoísmo como algo completamente negativo de lo que debemos huir. Es una cualidad que presenta dos caras y es nuestra misión aprender a discernir entre una y otra. No es apropiado dejar a alguien sin abrigo en una ventisca, cuando tienes varios sin usar. Pero tampoco es aceptable entregar el único que tienes y ponerte en peligro.

Por tanto, ocúpate de ti, sin descuidar a los demás. Atiende tus necesidades, sin hacer oídos sordos a las de tu prójimo. Ámate y cuídate, pero también sé consciente de las personas que te rodean, de sus anhelos y sentimientos.

Tanto las personas que no dan nada, como las que dan en exceso parten del mismo punto: el miedo. Miedo porque antes no les dieron, porque sufrieron escasez emocional. Pero mientras unos optan por acaparar y desentenderse de los demás, los otros optan por darse en cuerpo y alma, esperando una reciprocidad que nunca llega.

Sanemos el miedo y encontremos el equilibrio. Descubramos la belleza en compartir y cuidar a los demás, recordando siempre que nuestra prioridad hemos de ser nosotros mismos.


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