La pregunta inútil: ¿Qué pensarán de mí?

Por el temor a lo que pensarán los demás se han dejado tantas cosas en el camino, se han truncado tanto sueños y propósitos... A menudo, olvidamos que somos valiosos y que las opiniones son tan solo pensamientos. 
La pregunta inútil: ¿Qué pensarán de mí?
Gema Sánchez Cuevas

Escrito y verificado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 21 septiembre, 2019

¿Qué pensarán de mí? ¿qué opinarán los demás cuando se enteren? ¿cómo reaccionaran? son preguntas que atormentan a muchos de nosotros a día de hoy y que, en ocasiones, nos sumergen en un laberinto de pensamientos en el que nos resulta muy difícil encontrar la salida.

Preocuparnos por lo que otras personas opinen es algo muy común. Nos aterra hacer el ridículo, ser diferentes y no estar a la altura. La pregunta es ¿a la altura de qué?

Olvidamos que lo que los demás opinan son solo pensamientos, mientras les otorgamos una importancia desmesurada permitiendo en algunas ocasiones que dirijan el rumbo de nuestras vidas. ¿Por qué nos importa tanto la validación ajena? Profundicemos.

“La opinión de los demás sobre ti no tiene que convertirse en tu realidad”.

-Les Brown-

Mujer triste

La necesidad de aprobación que hay detrás del “¿qué pensarán de mí?”

Somos seres sociales. La necesidad de que nuestro entorno nos dé su aprobación y nos haga sentir formar parte de él es normal, es nuestra naturaleza. De ahí que muchos nos encadenemos al “¿qué pensarán de mí?”.

Nos construimos a través de las relaciones con los demás y por lo tanto sus valoraciones influyen en la percepción que tenemos sobre nosotros mismos. Aquello que nos dicen sobre nosotros configura nuestra autoimagen. De ahí que pequeñas dosis de aprobación social nos hagan sentir seguros en determinados momentos porque de alguna forma nos indican que vamos por la dirección adecuada.

Además a esto hay que añadir la satisfacción que experimentamos cuando recibimos halagos y comentarios positivos sobre cómo somos. El problema ocurre cuando nuestra vida depende totalmente de ello, cuando supeditamos nuestras decisiones y comportamientos a la opinión de los demás; cuando actuamos para obtener esa aprobación y también cuando no hacemos nada si no la obtenemos, limitando nuestro crecimiento personal.

Depender de lo que otros consideren es entregarles el poder de dirigir nuestra vida y convertirnos en sus marionetas. Es dejarnos a un lado a nosotros y valorarnos según la percepción de los demás: si nos aprueban nos sentiremos satisfechos y eufóricos, pero si nos desaprueban experimentaremos un profundo malestar por no haber cumplido con sus expectativas. Y así nuestra autoestima se verá destruida.

Ahora bien, la necesidad de aprobación no es algo que surja de la noche a la mañana, sino que se va desarrollando poco a poco hasta llegar al verdadero sacrificio de nuestro yo. En ese momento, nuestra opinión deja de ser importante, se vuelve invisible y cobra protagonismo la de los demás.

Dejar de preocuparse sobre lo que los demás piensen de ti

Detrás de ese “¿qué pensarán de mí” existe la necesidad de aprobación y, en el fondo de esta, el temor a sentirnos vulnerables, a ser criticados, puestos en duda y, en definitiva, a ser rechazados o ninguneados.

Así, muchas personas por evitar sufrir se dedican a cumplir las expectativas de quienes les rodean y se convierten en dependientes emocionales. Son aquellas que se muestran demasiado agradables ante los desacuerdos, no saben decir que no, hacen cosas por los demás aunque no les apetezca, cambian su opinión con el único fin de ser aceptadas y se encuentran mal cuando no son aprobadas por los demás.

Este tipo de dependencia mina la autoestima, pues se deja de ser uno mismo para convertirse en quien los otros esperan: un imposible. No solo porque uno se niegue a sí mismo, sino porque es imposible cumplir con todas las expectativas de los demás y mucho menos adivinar cómo quieren que nos comportemos. Siempre habrá críticas.

Mujer abrazándose a sí misma

No podemos entregar la llave de nuestra valía personal a los demás. De hecho, ¿conoces a alguna persona que no haya provocado críticas o desaprobación en algún momento? ¿conoces a alguien perfecto? Es poco probable. Tan solo mira a tu alrededor.

Ahora bien, después de años habituados a recibir ese reconocimiento y aprobación de los demás no es tan fácil deshacerse de esa necesidad, pero tampoco imposible. Para ello es importante que tengamos en cuenta los siguientes aspectos:

  • Somos únicos e irrepetibles, edición limitada y ahí radica nuestra grandeza.
  • No podemos agradar a todo el mundo ni ocultar nuestra verdadera esencia; todo lo contrario, tenemos que mostrarnos. Solo así lograremos cultivar relaciones auténticas con los demás.
  • Nuestras opiniones valen tanto como las de los demás.
  • El rechazo o desacuerdo con una de nuestras ideas por parte de otra persona no implica que nos estén rechazando a nosotros. Se trata tan solo de una perspectiva diferente sobre ese tema, una forma alternativa de observar el mundo. Una conducta no nos define.
  • Las opiniones de los demás son solo sus pensamientos, no tenemos que hacerlos nuestros; si lo hacemos comenzarán a afectarnos.
  • Mucho cuidado con aquello que nos contamos sobre lo que creemos que piensan los demás. Nuestro diálogo interno es experto en contarnos historias y cuentos que nos hacen daño.
  • Descubrir quiénes somos, aceptarnos y querernos son las claves para no dudar de nosotros por opiniones ajenas.

Es imposible evitar la desaprobación de quienes nos rodean o que opinen sobre nosotros y aunque en muchas ocasiones sea injusto no podemos cambiarlo. No tenemos el poder de influir en los demás ni cambiar su forma de pensar.

No vale de nada reaccionar de forma negativa y desproporcionada, ya que al final terminará por afectarnos aún más. En este tipo de situaciones podemos tener presente la siguiente reflexión del monje budista zen Thich Nhat Hanh:

“Cuando te enojes, vuelve a ti mismo y cuida de tu ira. Y cuando alguien te haga sufrir, regresa a ti mismo y cuida de tu sufrimiento.
No digas ni hagas nada, porque cualquier cosa que digas o hagas en un estado de ira podría estropear más tu relación. La mayoría no lo hacemos, no queremos volver a nosotros mismos, sino perseguir a esa persona para castigarla.
Pero si tu casa se está incendiando, lo más urgente es volver a ella e intentar apagar el fuego, y no echar a correr detrás del que crees que la ha incendiado, porque si lo haces, tu casa se quemará mientras te dedicas a atraparle”.

Lo importante es aceptarnos, saber quiénes somos, estar seguros de nosotros mismos y saber que la opinión de los demás son solo pensamientos. El rumbo de nuestra vida tenemos que decidirlo nosotros porque somos quienes vamos a ser sus protagonistas. No esperemos que los demás intenten comprenderlo porque no será posible, ellos nos han recorrido nuestro camino.

“No me importa lo que piensen los demás de lo que hago, me importa lo que pienso yo de lo que hago”.

-Theodore Roosevelt-


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.