La regulación de las emociones en la vejez: clave de bienestar
La correcta regulación de las emociones en la vejez es un ejercicio de salud y bienestar. Curiosamente, algo que se ha podido constatar en varios estudios es que más allá del declive físico y cognitivo, los adultos mayores están, por término medio, mucho más sintonizados con las emociones positivas. Valoran las relaciones sociales y tienen además un mayor control sobre sus universos emocionales.
Decía el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel que saber envejecer es la obra maestra de la cordura, y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir. No es sencillo sin duda llegar a una edad avanzada con el mismo optimismo que el joven que lo espera todo de la vida. Sin embargo, las personas mayores saben bien que en realidad la clave de la felicidad no está en esperar. El auténtico bienestar reside en poner la mirada en el momento presente con humildad, sencillez y positividad.
“Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar y viejos autores para leer”.
-Francis Bacon-
Esto mismo es lo que nos revelan gran parte de los trabajos sobre gerontología. En la vejez, ante el deterioro objetivo del propio cuerpo y el progresivo declive las propias facultades, la persona potencia un sentido de felicidad subjetiva digno de admiración. La correcta regulación emocional en el otoño de la vida suele ser por tanto evidente en una buena parte de la población, permitiendo con ello una mejor adaptación a la realidad del envejecimiento.
La regulación de las emociones en la vejez es clave para el bienestar.
La regulación de las emociones en la vejez, últimos descubrimientos
El estudio de la regulación de las emociones en la vejez es un campo relativamente nuevo. Sin embargo, en vista de la creciente esperanza de vida queda claro que este sector poblacional va a tener un gran peso en nuestra sociedad en las próximas décadas. Así, un reto esencial que todos tenemos por delante es el poder llegar a estas edades avanzadas en el mejor estado posible. Y no hablamos solo del bienestar físico. Nos referimos ante todo al plano emocional.
El campo de la investigación del envejecimiento está madurando a pasos agigantados. Solo como curiosidad, el doctor Derek Isaacowitzel, experto en el campo de las emociones de la Universidad de Yale, ha desarrollado una tecnología para estudiar los sesgos atencionales de las personas mayores. Se trata de unas gafas que registran esos estímulos que atraen la atención de sus pacientes para analizar después su reacción emocional.
Algo que ha podido comprobarse es que en un 90% de los casos el adulto mayor se interesa mucho más por los rostros que muestran emociones positivas. Esa preferencia, esa búsqueda constante por la cara sonriente, la mirada cálida o la palabra amable les ayuda a ellos mismos a autorregular sus propias emociones. Los expertos opinan que es como si el cerebro actuara como mediador cognitivo al focalizar la atención en esos estímulos para poder así, disminuir las emociones negativas e impregnarse de positividad.
Las emociones no se deterioran con el proceso de envejecimiento
Con la vejez lo que acontece ante todo es un cambio en las motivaciones. Se restringen esas metas a largo plazo para invertir en una mejor calidad de vida en el presente. Por tanto la regulación de las emociones en la vejez tienen un fin muy concreto, una motivación muy definida: optimizar las experiencias emocionales para disfrutar del equilibrio, de la calma interna, de las relaciones con los amigos y la familia.
- Todo ello constituye a su vez lo que se conoce como paradoja del bienestar en la vejez. Es decir, por llamativo que nos pueda resultar las personas mayores presentan por término medio, una mayor satisfacción vital que las personas más jóvenes. El que esto sea así se debe a esas habilidades para regular sus emociones, un mecanismo que por otra parte no presenta un deterioro paralelo tan patente al de los procesos cognitivos.
- Sabemos por ejemplo que el envejecimiento afecta sobre todo a los lóbulos frontales, ahí donde reside nuestra capacidad de atención, resolución de problemas, planificación, etc. Sin embargo, las emociones y nuestra capacidad para interaccionar con nuestro entorno a través de las miradas, las sonrisas y de reaccionar positivamente ante el afecto, es algo que permanece intacto. Algo que subsiste a enfermedades tan graves y tristes como puede ser el Alzheimer.
La vejez nos hace ser más selectivos
En muchos casos, cuando uno es joven apenas pone filtros a su realidad. Uno deja que todo llegue, ansía experimentar, sentir con los brazos abiertos y el corazón dispuesto. Sin embargo, a medida que maduramos, empezamos a colocar filtros y hasta empalizadas. Ahora bien, cuando se cruza ese umbral que nos conduce al otoño de la vida aparece una nueva visión. Se dejan caer las empalizadas y los filtros son más selectos. Se busca priorizar y centrar la atención en todo aquello que nos pueda proporcionar bienestar y no problemas.
De este modo, tal y como nos explica el psicólogo e investigador Heiner Ellgring del Instituto Max Planck de Munich, en su libro “Los motivos y las emociones de la vejez”, el adulto mayor centra su atención en tres aspectos:
- Disfrutar de las relaciones con sus familiares y amigos.
- Invertir en su salud.
- Cuidar y disfrutar de sus recursos (casa, jardín, campo, animales…).
Una vida positiva para la persona mayor se basa en atender esos aspectos. La felicidad subjetiva reside en esos tres factores, siendo el aspecto social, relacional y afectivo el más importante. Por tanto, envejecer con salud reside en ser selectivos y tener claras las prioridades, ahí donde la necesidad de disfrutar a diario de emociones positivas es sin duda algo prioritario.