La voz de la experiencia: hablar y leer sobre nadar no es lo mismo que nadar
Podemos ser unos expertos en lo que se refiere a técnicas de natación. Dar clases, informar acerca de sus diferentes estilos (mariposa, crol, espalda o pecho) o incluso aconsejar a quien lo necesite. Podemos inflar nuestro ego mientras ilustramos a aquellos que poco saben sobre el tema o tienen ideas erróneas sobre él. No obstante, nuestro saber no está completo. ¡Nunca nos hemos atrevido a nadar! Sin la voz de la experiencia, lo que decimos y afirmamos no tiene el mismo valor.
Nos tropezamos cada día con personas que nos dan muchos consejos que no parten de su propia experiencia directa (o que solo parten de ella). Sin embargo, se consideran unos entendidos porque han leído sobre el tema, hecho un curso de formación o escuchado a una persona de renombre.
La voz de la experiencia es muy valiosa, pues nos proporciona un aprendizaje real, vivido en primera persona.
No somos conscientes de que la experiencia supone mucho, en gran parte porque permite la empatía. Con ella nos damos cuenta de que cualquier teoría tiene un límite en cuanto a su precisión (la realidad en este sentido siempre es mucho más rica que el modelo). Lo vivido en primera persona, de manera real y auténtica es lo que nos confiere muchos de nuestros conocimientos y, sobre todo, es lo que los asienta en nuestra memoria.
El gran miedo de tirarse al agua
¿Por qué no decidimos tirarnos al agua sin dudarlo? ¿Por qué preferimos hablar sin haber experimentado por nosotros mismos aquello que estamos transmitiendo? Miedo e inseguridad podría ser dos respuestas para una única sensación. Una sensación que, por otro lado, habremos adoptado de alguna manera, anticipando lo que va a suceder ya que no lo hemos probado. Se trata de los miedos que sobreviven en nuestra cabeza gracias a nuestra falta de experiencia.
Nos han educado en el juego de juzgar y recriminar a los demás, mientras nos creemos sabedores o poseedores de la verdad más absoluta. Nos enseñaron que nuestras palabras tienen mucho más peso que nuestras propias experiencias. Sin embargo, muchas de ellas carecen de valor precisamente por no haberse metido en el agua, por no haber tocado la realidad.
¿Cómo podemos afirmar que conocemos algo hasta sus últimas consecuencias si no nos hemos atrevido o no hemos podido vivirlo? Es posible que lo sepamos todo sobre La Guernica de Picasso, por ejemplo. Podemos recitar de memoria la vida del autor y el contexto de su obra. Pero, ¿hemos estado allí en el momento en que ese bombardeo, ahora convertido en obra de arte, sucedió? ¿Podemos hacernos realmente una idea de cómo lo vivieron las personas que perdieron a sus seres queridos?
“No sabes lo que es dormir en un hospital durante 2 meses cogiendo su mano porque los médicos vieron en tus ojos que el término horario de visitas no iba contigo. No sabes lo que significa perder a alguien, porque solo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo”
-Robin Williams (El indomable Will Hunting)-
Desde la comodidad de nuestro sofá, con un libro entre las manos, por instantes quizás creamos saberlo todo cuando en realidad estamos muy lejos de poder comprender la esencia de ese momento. Nos faltan las sensaciones y las emociones que se vivieron. Además de todo el caos, el miedo y el dolor que muchas personas presenciaron. La voz de la experiencia es mucho más enriquecedora y real que cualquier otra que nunca haya vivido en sus propias carnes lo que dice.
La voz de la experiencia tiene un valor incalculable
Nos aventuramos a criticar y a juzgar a aquellas personas sobre las que no sabemos nada o muy poco. En ocasiones, nuestras palabras las dañan más de lo que pensamos, porque hablamos sin saber. No tenemos en cuenta lo que han podido vivir, porque nosotros no hemos estado en su lugar. No somos conscientes de que lo que creemos conocer de ellas, que tal vez sea mucho menos de lo que estimamos.
Para poder interiorizar todo esto y reflexionar más sobre la importancia que tiene la voz de la experiencia, nos gustaría compartir contigo este fragmento sacado de la película de “El indomable Will Hanting”. El discurso que le da Robin Williams a Will Hunting seguro que hace que algo dentro de ti se remueva.
Seguro que, si nos paramos a pensar un momento, recordaremos habernos encontrado alguna vez en una situación similar a la del joven de la película. Este fragmento nos permite darnos cuenta de lo poco que sabemos sobre los demás y en general sobre lo que nos rodea. Pero, sobre todo, nos ayuda a ser conscientes de que la información que tenemos en su mayoría está incompleta o carece de la viveza de haberlo experimentado.
Los abuelos son un claro ejemplo de lo que es la voz de la experiencia.
Quizás nosotros mismos tengamos alguna vivencia dura o importante que hemos intentado transmitir a otras personas. En este sentido, en tu intento de compartirla, que había algo por lo que los demás nunca te llegarían a entender del todo. Esto es porque no han podido vivir lo mismo que nosotros. Sin embargo, la voz de la experiencia, de la nuestra, es importante para aquellos que nos escuchan.
Todos podemos aprender de las experiencias de los demás. Nos enriquecen, nos aportan un conocimiento que no tenemos. Nos ayudan a abrir nuestra mente. Para esto, tenemos que estar dispuestos a escuchar sin juzgar. Pero, sobre todo, tenemos que aventurarnos a experimentar por nuestra cuenta todo lo que podamos. Porque esto nos aportará la mayor de las riquezas.
Imágenes cortesía de Christian Schloe