Lo que hay en el corazón de un perro cuando ve a su dueño
Los perros traen felicidad a nuestras vidas y nosotros también a la de ellos, siempre que haya un vínculo de afecto. El corazón de un perro alberga un lugar especialmente destinado a los humanos, por una serie de circunstancias evolutivas que han sido incluso probadas en laboratorio.
Los seres humanos no somos ni tan parecidos ni tan diferentes a otras especies animales. Dimos un salto cualitativo fundamental con nuestro cerebro, pero también conservamos mucho de lo que fuimos como especie. Prueba de ello es la gran amistad que podemos establecer con algunos animales, como los perros.
Lo que hay en el corazón de un perro no es tan diferente de lo que hay en el de un humano, al menos en algunos aspectos esenciales.
La ciencia ha podido establecer que el sentimiento de felicidad en los caninos es muy parecido al de los humanos. Lo que varía son los medios para expresarlo y la intensidad. Ellos son más capaces de ser felices . En el corazón de un perro también están todos los ingredientes del amor filial. Por eso, pueden establecer una relación tan especial con nosotros, los humanos.
“El perro es el único ser en el mundo que te amará más de lo que se ama a sí mismo”.
-John Billings-
El corazón de un perro y la oxitocina
Un grupo de investigadores de Ciencia Animal y Biotecnología, de la Universidad Azabu (Japón), llevó a cabo una serie de estudios para entender el corazón de un perro. Se encontró que, en ellos, los sentimientos también tienen un origen cerebral. La conclusión general fue que el lazo que los perros crean con los humanos es similar al que generan los hijos con sus padres.
Uno de los aspectos más interesantes, respaldado por un artículo en la revista Science, es el vínculo tan especial que se crea entre perros y humanos a través de la mirada. El contacto visual favorece significativamente el vínculo afectivo entre ambos. También provoca en ambos una llamativa descarga de oxitocina, la llamada “hormona del amor”.
Para comprobarlo, los investigadores llevaron un grupo de 30 perros a una habitación. Allí se monitorearon detalladamente sus acciones y el nivel de oxitocina se midió a través de la orina. De este modo, pudieron comprobar que el contacto visual con sus dueños aumentaba el nivel de esa hormona en sus cerebros.
Un experimento similar se llevó a cabo con lobos. En ellos no se apreció un incremento de oxitocina. Tampoco una relación particularmente llamativa en el contacto con los humanos, ni siquiera con sus cuidadores habituales. También era claro que los lobos evitaban el contacto visual.
Los perros y los humanos
De otro lado, el neurólogo Gregory Berns, catedrático de la Emory University School of Medicine de Atlanta, adelantó otra investigación que nos habla acerca del corazón de un perro. Él es uno de los pocos científicos que ha logrado monitorear el cerebro de los perros mediante escáneres de resonancia magnética, sin sedarlos.
De los estudios que adelantó, concluyó que los perros ven a los humanos como parte de su familia. Al igual que los japoneses, encontró una similitud muy grande entre el amor que los perros sienten por los humanos y el que los hijos sientes por sus padres.
Los escáneres permitieron detectar que los perros tienen una reacción de recompensa en su cerebro, cada vez que detectan el olor de un humano al que aman. Es como una explosión de felicidad que se refleja químicamente en sus cerebros. La misma no es comparable con lo que sienten por otros miembros de su especie. En el corazón de un perro hay un lugar muy especial para los humanos.
Los brincos de felicidad
Quien se ha hecho cargo de un perro sabe que el vínculo afectivo que se establece es muy fuerte y que se manifiesta de manera muy especial cuando el dueño se ausenta por unas horas de casa y luego regresa. El perro lo recibe como si hubieran pasado años sin verse. Literalmente, enloquecen de felicidad. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Gregory Berns ha explicado que para los perros es completamente antinatural que uno de los miembros de la manada se ausente. Para ellos, esas separaciones tienen algo de trágico, pues no comprenden que es temporal y que tras ello habrá un nuevo encuentro. Lo sienten como si fuera definitivo.
Por eso, cuando vuelven a ver a sus dueños, todo regresa a la normalidad y eso les provoca un sentimiento de enorme felicidad. Así mismo, se abalanzan y lamen el rostro de su dueño, no solo para expresarle su afecto, sino para tratar de detectar dónde estuvieron y qué estuvieron haciendo. También celebran el hecho de tener con quien realizar una actividad, pues cuando están solos se aburren mucho. En el corazón de un perro, el ser humano es el centro de todo.
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- Bentosela, M., & Mustaca, A. (2010). Comunicación entre perros domésticos (Canis familiaris) y hombres. Artículos en PDF disponibles en www.elsevier.es/rlp, 39(2), 375-387.