Los beneficios de dejar marchar
Para vivir con un alto grado de bienestar y en constante crecimiento, podemos aprender a dejar marchar situaciones o a personas que no nos aportan calidad de vida. Es muy común que nos suela costar desprendernos de ellas, ya que el ser humano se siente más seguro ante lo conocido. Así, ante la pérdida de algo a lo que estábamos acostumbrados, aparece el temor e incertidumbre.
Parejas que no son felices y siguen juntas, trabajos que amargan la existencia, amistades tóxicas, familias que coartan libertades… Hay muchísimas situaciones y personas que nos rodean y empeoran nuestro bienestar. Y, a veces, a pesar de ser conscientes de ello, nos empeñamos en seguir aferrados a ello…
¿Por qué es tan importante aprender a dejar marchar?
Porque la vida es tan cambiante y ofrece tantas cosas nuevas, que aferrarse a algo que no funciona es conformarse con una calidad de vida muy pobre.
¿Cuántas situaciones cotidianas hemos visto y vivido en las que las personas se aferran irracionalmente a algo que no les hace felices? ¿Esa amiga que nos cuenta que su amado no la corresponde y, a pesar de su negativa, sigue insistiendo sin parangón? ¿O ese compañero de trabajo que te pisa en cada oportunidad que tiene y te impide sacar todo tu potencial?
Hacer ese tipo de cosas es estancarse. Mientras se lucha por algo que a sabiendas se sabe que no da sus frutos, se pierde la oportunidad de que lleguen a nosotros cosas nuevas mejores, que sí aportan felicidad.
Dejar marchar significa aceptar cada situación como es. Significa no forzar las cosas y dejar que todo fluya naturalmente. Si, por ejemplo escribimos a alguien que nos importa y no recibimos respuesta, es mejor aceptarlo y pasar página, abrirse a nuevas experiencias y conocer gente nueva. No digo que no haya que luchar por las cosas, pero el mundo de las relaciones funciona como un juego de mesa en el que ambos deben tirar los dados y jugar.
Si tiramos una vez los dados y el otro no tira, no tiene sentido seguir jugando solo, porque no hay interés por la otra parte. Lo racional es dejar el juego y buscar a otra persona que quiera jugar.
Jugar, en este caso, es mostrar interés. Si escribimos a alguien y no contesta es que algo no fluye como debería. Mejor aceptarlo y cambiar de persona. Si analizamos el comportamiento de nuestro entorno, podría ser que encontráramos a varias que están jugando solas y estancadas en relaciones que no les aportan bienestar.
La trampa de las preguntas
Habitualmente dejar marchar no se convierte en tarea fácil. La mayoría, cuando percibe que algo que le importa se escapa entre sus manos, trata de buscar respuestas. ¿Por qué ya no quieres que hablemos como antes? ¿Por qué has dejado de quererme? ¿Por qué estás tan esquivo conmigo?
Necesitamos explicaciones, argumentos, justificaciones… Solemos presionar para obtener lo que deseamos y, todo ello, por falta de aceptación.
Normalmente las personas que nos valoran y quieren seguirán a nuestro lado sin tener que hacer esfuerzo, porque pondrán de su parte en mantenernos. Por lo tanto, la creencia de que, para tener algo hay que sacrificarse, es errónea, porque el sacrificio sin correspondencia trae frustración y estancamiento.
Notarás que algo vale la pena cuando de forma natural todo fluya y sea un dar y recibir recíproco.
Deja marchar también las ideas
Dejar ir no sólo es aplicable a situaciones y personas, sino también a ciertas ideas propias que deberíamos dejar pasar, para aumentar la felicidad. Muchas veces, en vez de dejar que todo fluya nos empeñamos en que las cosas sucedan a nuestra manera.
Planes de fin de semana que no se concretan, creer que sin pareja no se puede ser feliz, trasladarnos al pasado para lamentarnos, creer que no somos válidos, evitar hacer cosas por miedos, etc… Toda idea que provoca un sentimiento negativo, deberíamos dejar que se esfumara de nuestra mente.
Si no tuviéramos pensamiento, probablemente disfrutaríamos más de la vida, porque nos dedicaríamos a vivir el momento tal y como está, sin intentar modificarlo, aceptando todo tal y como es. Solo estaríamos centrados en pasarlo bien en ese momento, nos adaptaríamos a lo que hay y no trataríamos de adaptar la realidad a nosotros.
Desprendámonos de los apegos
La naturaleza es sabia. Hasta los árboles dejan caer sus hojas en otoño para que crezcan nuevas y vigorosas hojas. Toda situación puede verse desde la perspectiva de lo positivo o negativo.
Que un árbol pierda las hojas en otoño unos pueden verlo como negativo porque ensucian todas las calles, las ramas se ven poco agraciadas peladas, pero otros pueden ver lo mismo desde la perspectiva de lo positivo, las calles se llenan de belleza de hojas que adornan, las ramas se preparan para recibir nuevas hojas y las calles se llenan de magia…
Entrenemos nuestra mente para ver lo bueno en cada momento y cuando sintamos que es necesario, renovemos nuestra vida, soltemos lo que nos hace infelices, dejemos los apegos atrás para poder seguir fluyendo.
Entre las orillas del dolor y el placer fluye el río de la vida. Sólo cuando la mente se niega a fluir con la vida y se estanca en las orillas se convierte en problema. Fluir quiere decir aceptación, dejar llegar lo que viene, dejar ir lo que se va.
(Sri Nisargadatta Majarj).