Los niños ven, los niños aprenden, los niños hacen
Los niños son unas esponjas: son capaces, por ejemplo, de aprender un idioma en un tiempo increíble. Son negociadores infatigables, para ellos un “no” es el comienzo de toda negociación. Los niños tiene una gran curiosidad, una preciosa capacidad para sorprenderse y una visión del mundo que a los adultos, por inocente, sencilla y mágica nos emociona.
Un niño nos recuerda que alguna vez también nosotros gateamos o aprendimos a sumar, es capaz de despertarnos esa nostalgia de lo que ya nunca volverá. Como ellos, también contamos historias disparatadas con solo un par de juguetes y tuvimos muy claro qué era lo importante y por qué valía la pena hacer esperar.
Los niños aprenden de las personas a las que quieren
Como decimos, los niños aprenden y lo hacen muy rápido. Además lo hacen con una ingenuidad que les da la ventaja de no tener que vencer las resistencias que nos ponemos los adultos, lo hacen con una tal grado de curiosidad que cuando aparece esta motivación desaparecen el resto de objetos o circunstancias que son ajenos a esa curiosidad.
Además, si de alguien aprenden los niños es de las personas a las que quieren. Ellos no entienden que puedan querer a una persona que es mala, por lo tanto suponen que todo aquello que hacen los adultos de referencia es bueno y digno de imitación. Quieren ser como ellos y por eso se comportan como ellos.
Por eso la mejor manera de educar a un niño es el ejemplo. Ante un mensaje contradictorio entre decir y hacer el niño se quedará con hacer. Nosotros podemos explicarles que pegar está mal, pero difícilmente nos van a creer si nosotros le damos un cachete de vez en cuando. Quizá lo entiendan cuando pasen los años y sean mayores, pero en ese momento es complicado que integren un mensaje mientras les damos el ejemplo contrario.
Cuando son pequeños, es difícil que integren un mensaje cuando les damos el ejemplo contrario.
Así, es fácil que hagan lo que les enseñamos con sus compañeros de clase. Las personas a las que él quieren mucho lo hacen con él, que también le quieren mucho. Entonces, ¿qué motivo hay para que no lo haga con algunos compañeros de su clase a los que no quiere tanto? Con esta manera de educar el niño recibe dos mensaje: determinados tipos de violencia son válidos para conseguir determinados propósitos y el sufrimiento que pueda causar determinados tipos de violencia no son dignos de consideración.
Los niños son grandes imitadores
Por otro lado, nosotros podemos contarles que leer es fantástico e incluso premiarles para que lo hagan. Pero difícilmente nos creerán si no ven como nosotros disfrutamos de ello. Además, difícilmente van a entender que la televisión emite ciertos programas que es mejor no ver si nos pillan viéndolos. Tampoco vana a entender que sea un problema eso de distraerse mientras comen si cuando lo hacemos todos juntos nos pasamos media comida con el teléfono en el mano.
Cuando les damos normas a nuestros hijos, lo que nos gustaría es que las interiorizaran. Que las cumplieran cuando nosotros estamos delante, pero también cuando nosotros no lo estamos. Pues piensa que para que esto sea posible el niño tiene que coger cierta costumbre con la norma, pero también entender qué tiene esta norma de positivo para él y para las personas a las que quiere.
Como decíamos al principio los niños suponen que lo que hacen sus figuras de referencia es positivo porque quieren a esas personas. Aprecian que hacen determinadas acciones por su bien (pegar, dar gritos, insultar, no expresar sus emociones o desaparecer) y entonces ellos, sin que nadie les diga nada, también las hacen por el bien de los demás. Esta puede ser ironía, pero desgraciadamente funciona así.
Cuando crezcan, llegará un momento que serán capaces de separar la moral que hay detrás de una acción de la persona que la hace, pero al principio para ellos esta es una tarea muy compleja. De hecho, en los adultos también pasa: una prueba de ello la tenemos en la publicidad cuando incluye dentro de los anuncios a personas con un buen número de seguidores o admiradores. Los publicitas no pretenden otra cosa que les imitemos.
Buenas referencias y bueno ejemplos serán elementos muy importantes en la educación de un niño. De ellos escucharán sus palabras, pero también interiorizaran su forma de actuar, de pensar y de comunicarse. Así, a falta de más experiencia y caminar por el mundo, tenderán a imitarlo. Aprovechemos que conocemos su manera de aprender para ser coherentes y educar con responsabilidad.