Los psicólogos también lloran

Los psicólogos también lloran
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Andrea Pérez

Última actualización: 04 octubre, 2018

Los psicólogos siempre hablamos de la importancia de las emociones, de aceptarlas como son, de observarlas y dejar que fluyan. Invitamos a nuestros pacientes a que las expresen tal y como las sienten. Abrimos las puertas de nuestra consulta para que aquellos que entran nos abran su corazón. Les damos permiso para sentir y, ante esto, ellos hablan, ríen, lloran o se enfadan si necesiten hacerlo.

Cuando empezamos en esto nunca nos imaginamos cuanta emoción podría llegar a caber entre cuatro paredes.

En la facultad aprendimos sobre evaluación, trastornos y técnicas pero fue muy poco el tiempo dedicado a aprender sobre nuestras emociones en terapia y cómo manejarlas. Aunque, siendo sinceros, todo el tiempo del mundo no habría sido suficiente para prepararnos para el torbellino emocional que se nos venía encima.

Antes que psicólogas, somos humanas

Somos humanos, es nuestra gran virtud pero también la fuente de muchas de las dificultades que enfrentamos. Esa parte humana es la que nos permite comprender y ponernos en el lugar del otro y es esa misma parte la que a veces decide manifestarse en forma de lloro, sin consultarnos previamente.

Mujer escribiendo con boli en una libreta

En terapia dejamos a un lado nuestras necesidades para dar prioridad a aquel que nos visita. Sin embargo no permanecemos indiferentes frente a la realidad del otro. Aunque de manera diferente, también nos emocionamos ante quien comparte palabras y vivencias íntimas con nosotros.

Y en algunas ocasiones, ante las historias de la otra persona, lloramos. A veces esto ocurre en consulta, delante del paciente, mientras que en otras ocasiones preferimos expresarlo en nuestra propia intimidad.

El paciente siempre se divide en tres partes

Cuando el paciente sale por la puerta su historia y su peso se divide en tres: una parte se la vuelve a llevar el paciente, otra se queda en la consulta y la última se la lleva el terapeuta.

Los profesionales nos llevamos a casa una parte de la vida del paciente. Tras el encuentro cara a cara reflexionamos sobre aquello que nos han contado y nos ha hecho sentir. Intentamos tomar distancia, probamos mentalmente todas las posibilidades y abordajes terapéuticos, pensamos en la persona y en cuál es la mejor manera de ofrecerle el apoyo y soporte que necesita.

No solo pensamos en el caso desde el punto de vista profesional, sino que además muchas veces afecta a nuestras emociones y sentimientos. Ante algunos casos nos frustramos, nos sentimos culpables, nos enredamos en los “quizás” y los “y si…”.

El peso de un vaso de agua

Suelen decir que no es el peso lo que hace que el cuerpo se resienta sino el tiempo que cargamos con él. Como la metáfora del vaso de agua en la cual lo importante no es el peso del propio vaso, sino el tiempo que pasa la persona pasa sosteniéndolo en su mano.

Si sostengo el vaso durante un minuto, no hay ningún problema. Si lo sostengo durante una hora el brazo comenzará a dolerme. Si lo sostengo durante un día entero, mi bazo se quedará dormido y entumecido.

vaso-de-agua-con-tormenta

A veces los psicólogos cargamos con un vaso que no es nuestro, pero del que nos apropiamos durante mucho tiempo. Nos cuesta soltarlo y desentumecernos y, muchas veces, es necesario que nosotros mismos o una mano amiga nos ayude a soltar carga.

Más es menos

En cuanto al peso de la mochila se refiere, al compartirlo con más personas se aligera el peso. Los profesionales también necesitamos sentirnos escuchados, hablar sobre nuestras preocupaciones y que, por una vez, sean nuestras necesidades las protagonistas.

Muchos psicólogos hemos acudido a otros psicólogos, tanto para que nos asesoren profesionalmente, como para compartir nuestras emociones y preocupaciones.

Dice el refrán que “compartir es vivir” y ciertamente cuando hablamos de emociones así es. Porque las psicólogas y los psicólogos también somos personas que lloran y se emocionan. La vida no nos deja indiferentes y, al igual que los demás, lidiamos a nuestra manera con nuestras historias y las de los otros.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.