No lo olvides: cerrar algunas puertas también es quererse
A veces nos empeñamos en permanecer y no es eso lo que nos conviene. Porque hay ocasiones en las que quedarse es ir demasiado lejos. Por eso decimos que cerrar algunas puertas también es quererse. Irse de algunos lugares también es cuidarse. Alejarse de algunas personas también es protegerse.
No son frases hechas, sino realidades a las que todos nos enfrentamos alguna vez y que pueden resultar dolorosas. Así, abrir las ventanas de nuestra vida a alguien que no nos aporta algo bueno es positivo y saludable para nosotros
Y un día, sin tú esperarlo, me fui. Sin despedida, sin previo aviso, ni reproches. Porque a veces quedarse es ir demasiado lejos.
-“La luz de Candela”, Mónica Carrillo-
Cerrar etapas, cerrar círculos viciosos
Se dice que hay que evitar caer en tres accidentes geométricos: los círculos viciosos, los triángulos amorosos y mentes cuadradas. Esta máxima puede resultar útil a la hora de salvaguardar nuestra salud emocional.
Cuando decidimos volar, suele ser en contra de nuestros deseos. Daríamos lo que fuese por tener motivos para mantener las puertas y las ventanas abiertas pero, sin embargo, no nos queda otro remedio que poner punto y final donde antes poníamos puntos suspensivos.Se trata de ponerle freno a un dolor que puede ser evitable. Hablemos de una pareja, de una amistad o de cualquier otro tipo de relación, a veces es necesario ponerle fin a la desilusión y al desencanto porque no tienen solución.
Como en otras ocasiones, para explicarlo echamos mano de un texto magnífico. En este caso se trata de un pasaje de una novela del escritor Paulo Coelho que nos ayuda a valorar la importancia de cerrar etapas y dejar ir.
“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!”
Mudar de piel, decir adiós con la mano en el pecho
Cada cierto tiempo las serpientes mudan de piel. Para deshacerse de su piel vieja, una serpiente escoge transitar por dos piedras próximas que aprieten su cuerpo, le raspen y le ayuden a eliminar esa capa que ya no quiere. Este tránsito no es agradable, le provoca dolor, pero esta acción le ayuda a desprenderse de lo que ya está desgastado para dar lugar a lo nuevo.
Esto podemos extrapolarlo a la realidad con la que nos encontramos cuando nos toca decir adiós. Este proceso final supone un nuevo comienzo y, aunque nos suma en tremenda angustia, nos ofrece espacio para renacer.
Esta toma de conciencia y este paso nos ayuda a evolucionar y a madurar, a conocer más sobre cómo construir relaciones sanas y significativas con las personas y con nuestro entorno. Es inevitable el sufrimiento cuando toca cerrar algunas puertas, pero hacerlo es sinónimo de quererse.
Al fin y al cabo, se trata de visualizar nuestra vida de manera diferente, de ser valientes y de cambiar las cerraduras. Porque, en definitiva, lo que cuenta es eso, saber evolucionar, permitirnos la estabilidad y adecuar la temperatura de nuestra vida a nuestras necesidades.
Una vez que lo hayas hecho no te fijes en lo que has perdido sino en lo que queda por ganar.