No te define lo que tienes, sino quién eres

La definición del ser humano es compleja y llena de matices. En este espacio ahondamos en esta idea, así que no te lo pierdas.
No te define lo que tienes, sino quién eres
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 23 diciembre, 2021

Cuando alguien se define, suele empezar diciendo “yo soy…” Yo soy psicólogo, cocinero, una persona cariñosa, gruñón… Pero esto no es verdad, nadie es nada en esencia más que una persona. Quien se define de esta manera, olvida otras muchos aspectos de sí mismo.

Nadie es totalmente psicólogo, ni totalmente cocinero, cariñoso o gruñón. Estas son solo características particulares que se desarrollan de vez en cuando en nuestra vida, pero no han de definirnos.

Es mucho más correcto afirmar que “a veces practico la psicología, otras sé preparar un buen plato, en ocasiones me muestro cariñoso y de vez en cuando me comporto como un gruñón.”

De esta manera, no nos presentamos de una forma global, como si esa parte de nosotros de la que estamos hablando constituyese nuestro yo completo, cuando en realidad no son más que partes de toda nuestra persona, que es bastante más compleja.

El Dr. Albert Ellis, padre de la terapia racional emotiva, nos enseñó que es preferible usar el verbo tener al verbo ser, lo que implica evaluar conductas particulares o actuaciones concretas de las personas, pero no a la persona en su totalidad.

No es lo mismo decir “a veces he tenido mal genio con mi esposa” a decir “soy un completo imbécil con mi esposa”.

¿Quién se sentirá peor consigo mismo? Evidentemente, aquel que se evalúe a sí mismo de manera global tendrá una autoestima mucho más baja que las personas que son conscientes de que una actitud, cualidad o posesión particular no las define como seres humanos.

¿Qué te define?

La aceptación incondicional que planteó Ellis pretende que los seres humanos no caigamos en la trampa de definirnos en función de características externas, superfluas o perecederas, como podrían ser el físico, la fama, el éxito, el dinero o el estatus.

Muy al contrario de esto, las personas han de aprender a aceptarse al margen de todo esto y a amarse incondicionalmente por el hecho de ser humano.

Mujer en la vía de un tren

Según Ellis, todos los seres humanos poseemos el mismo valor, independientemente de nuestras cualidades o defectos, ya que es imposible calcular el valor de una persona. No existe una regla para medirlo, aunque desgraciadamente en nuestra cultura se afirme que una persona vale más o menos que otra dependiendo de ciertos rasgos o posesiones.

Esto no hace más que llevarnos a comparaciones absurdas con los demás, a que nuestra autoestima caiga en picado y a que nuestra felicidad esté en función de lo que se supone deberíamos o no deberíamos poseer. ¡Podríamos enumerar tantas patologías que tienen que ver con esta ausencia de aceptación incondicional!

Imagina el caso de alguien que se compara con otro porque este último ha conseguido un éxito profesional mucho mayor que él. Esta persona le está dando una importancia al éxito profesional tan grande que hace que eso le defina por completo, aunque sea solo una pequeña área de su vida.

Si indagamos, seguramente encontraremos en él pensamientos irracionales del tipo “no valgo nada”, “nunca conseguiré llegar”, “soy un inútil por no haber conseguido ser alguien en la vida”, etc.

Esta persona se sentirá muy desgraciada, seguramente tire la toalla, deje de luchar por lo que quiere y reafirme su baja autoestima.

Manos con dos piezas de un puzzle

No habría ocurrido lo mismo, si se hubiese aceptado sin esa condición. Es decir, si sus pensamientos hubieran sido más racionales -que no positivos-: “no he conseguido ese logro, pero tengo otras cosas importantes en la vida”, “el que él tenga más éxito no significa que yo sea un inútil”, “mi valor como persona no está en función de los logros profesionales”, etcétera.

Tal y como te evalúes, así evaluarás

Para llevar a cabo una buena aceptación incondicional de uno mismo también hay que aceptar incondicionalmente a los demás. La clave está en no otorgar valor ni tampoco restarlo, sea quien sea la persona con la que nos encontremos: alguien poco agraciado, alguien muy inteligente, alguien famoso o el indigente de la esquina. Todos tienen el mismo valor.

Este es un punto muy importante, porque provoca que las relaciones con los demás mejoren muchísimo. Si no juzgamos tanto, si no evaluamos a los otros por lo que hacen, igualmente tampoco lo haremos con nosotros mismos y eso nos libera de esas enormes presiones que a veces nos infundimos.

Mujer mirándose al espejo una lágrima de sangre

Algunas estrategias que puedes llevar a cabo con los demás son: no ser tan exigente y querer cambiar a la otra persona, perdonar y entender que todos nos equivocamos algunas veces, no jugar a los demás en términos globales, sino solo su conducta particular que nos ha afectado y amar a las personas por el hecho de ser humanos como nosotros.

Estas técnicas repercutirán positivamente en ti, porque crearás el hábito de la aceptación incondicional y no serás tan exigente con los otros, contigo mismo ni con la vida en general, lo cual genera unas emociones mucho más sanas. Y no olvides que te define quien eres, no lo que tienes.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.