¿Has oído hablar de los “Cafés de la muerte”? Son una interesante idea…
La muerte ha sido un tema tabú en muchas sociedades y en muchos tiempos; sin ir más lejos, en la que vivimos y en el que vivimos . Al mismo tiempo, la muerte se le aborda de manera muy diferente cuando cae lejos que cuando cae cerca, cuando es realidad y cuando es ficción.
¿Cuántos muertos puede haber en cada película de Hollywood? En muchas de esas cintas muere gente en serie y quizás hasta el protagonista se jacte de ello. Mientras tanto, si tienes un duelo o quieres hablar de la muerte en la vida real, muchas de las respuestas son hondos silencios.
En un foro virtual hace poco apareció el comentario de un psiquiatra argentino al respecto. Decía que a su consulta cada vez más llegaban personas que no lograban superar el duelo por la muerte de alguien amado. El profesional se mostraba sorprendido. Antes esas situaciones eran acogidas por la familia o el entorno inmediato. Ahora, en mucho mayor número, la gente tiene que acudir a un médico para encontrar a alguien que le escuche cuando quiere hablar de la pérdida.
“Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta”.
-Proverbio-
Por desconcertante que suene, no parece haber lugar ni disposición para hablar de algo tan real como la muerte. Muchas personas están condenadas a vivir su duelo en soledad. Si sacan el tema, les dicen que no piensen en eso. O buscan la manera de “distraerles” para ayudarles a sobrellevar su dolor.
Aunque convivimos diariamente con la muerte, el tema se ha vuelto ajeno, como si fuera una página maldita de nuestro libro de vida que no hay que leer o por la que hay que pasar rápido. Por eso, cuando nos toca de cerca, la sentimos como una absurda y extraña sorpresa. Y también por eso, contamos con pocas herramientas para tramitar adecuadamente el dolor por una pérdida definitiva. Todo eso fue lo que ha motivado la apertura de los llamados “cafés de la muerte”.
Los cafés de la muerte, una idea con sentido
Todo comenzó con una idea del sociólogo suizo Bernard Crettaz. Este académico era profesor de la Universidad de Ginebra en 1989. Organizó una exposición llamada “Alivio mortal” y la respuesta fue muy entusiasta. La principal conclusión que se extrajo de ese evento era que había muchos jóvenes que querían hablar de la muerte, pero no tenían la posibilidad de hacerlo.
Por eso más adelante, en 2004, el mismo Crettaz realizó un primer encuentro de lo que llamó el “Café Mortel”. El propósito era precisamente el de abrir un espacio para hablar de la muerte. Asistieron 250 personas. Tomaron un aperitivo de bienvenida y luego conversaron por más de dos horas acerca del tema. Después hubo un intercambio de ideas. Las únicas reglas eran hablar con sinceridad y respetar la opinión de los demás.
La idea resultó ser tan interesante y exitosa, que de inmediato fue replicada en otros lugares. Comenzaron a aparecer “cafés de la muerte” en diferentes partes del mundo. Hoy suman en total 4.403 y están presentes en 48 países de todos los continentes.
¿Por qué hablar de la muerte?
Muchos piensan que hablar de la muerte es amargarse la vida sin necesidad. Este argumento, más que presentar un motivo real, lo que expresa es más bien un temor y angustia que lejos de afrontarse, se pretenden esconder debajo de la alfombra. Nada más real en la vida que la muerte. Nada más ineluctable tampoco. Todos los seres humanos pasaremos por ese trance y veremos irse a personas queridas hacia esa oscuridad.
Hablar acerca de la muerte puede generar cierta ansiedad en un comienzo, por tratar con palabras y terreno que no estamos acostumbrado a desgranar. Pero si se abre la mente al tema y se ofrece resistencia al miedo, con tiempo el tema se naturaliza. Para quienes viven una enfermedad, o están cerca de alguien enfermo, abordar directamente el tema resulta ser un bálsamo. Contribuye a nutrir la serenidad y la fortaleza frente al hecho.
A quienes están sanos y ven a la muerte como algo lejano, también este tipo de conversaciones le hacen grandes aportes. El primero de ellos, la parte tabú del tema. Aprender a aceptar la idea de la muerte sin tanto temor. Esto se convierte en una herramienta muy valiosa cuando la vida propia, o la de alguien amado, llegue a su fase final. Hablar de ello, en lugar de generar dolor, lo evita. Y también le da un valor y un sentido mayor a la vida misma.
Emma Kenny, una prestigiosa psicóloga británica, dice al respecto algo que puede servir como conclusión: “Pasamos mucho tiempo distanciándonos de la muerte y pensando que es algo que le pasa a otros. Una de las cosas más difíciles para las personas es reconocer la vulnerabilidad de la vida”. Lo paradójico es que en esta vulnerabilidad se encuentra una perspectiva enriquecedora que nos permite ver gran parte de la belleza que encierra la propia vida, y que alejándonos simbólicamente de la muerte, nos perdemos.