Ortorexia, la obsesión por la comida sana
Tomar alimentos bajos en grasas saturadas, colesterol, sal o azúcares es una de las recomendaciones médicas habituales. Sin embargo, la obsesión por cada miligramo de alimentos que nos llevamos a la boca u ortorexia, además de insano, puede esconder algún trastorno psíquico subyacente
Lo difícil de estos casos obsesivos es la identificación de los síntomas. Las personas que los protagonizan suelen tener una apariencia saludable, por lo que es muy complicado saber cuándo traspasan la línea que separa un buen hábito de otro enfermizo. Así, la pregunta es ¿cuál es esa línea?
¿Qué es una dieta saludable?
Comer sano es tener una nutrición completa, variada y equilibrada. No existe ningún alimento que contenga todos los nutrientes que el cuerpo necesita, de ahí que sea tan importante incluir en nuestros platos los distintos grupos de alimentos (frutas, vegetales y cereales, carnes…). Todos son imprescindibles y han de ingerirse en las cantidades que nuestro cuerpo necesita.
Por ello es muy saludable variar la dieta habitual y procurar incluir de todo. Solamente así conseguimos proporcionar al cuerpo la energía que necesita para el día a día y mantener su funcionamiento óptimo.
¿Cómo comer sano puede ser insano?
Todo llevado al extremo puede ser dañino. En este caso, aunque a priori comer sano es un comportamiento “pseudosaludable”, si se vive por y para ello pasa a trasformarse en una obsesión. La patología asociada a esta conducta es la ortorexia. Definida en el año 2000, aunque para muchos sea una perfecta desconocida.
Este trastorno de la conducta se caracteriza por el desarrollo de hábitos de alimentación sumamente rígidos, basados en un control de los componentes nutricionales de los alimentos y en la demonización de ciertas comidas.
Las personas con ortorexia solo ingieren productos procedentes de la agricultura ecológica, es decir, libres de transgénicos, sustancias químicas, pesticidas o herbicidas. Por tanto, sus menús únicamente están formados por alimentos naturales, sin conservantes ni azúcares y libres de cualquier tipo de grasas.
Para hacernos una idea, los ortoréxicos sienten rechazo a ingerir una loncha de jamón ibérico, por el simple hecho de ver sus motas blancas de grasa. También pueden negarse a tomar gazpacho si tienen conocimiento de que los tomates de los que se ha hecho no son de procedencia orgánica.
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no la reconoce aún como enfermedad, su curso tiene fuertes implicaciones en el bienestar físico y psicológico de la persona. Los estudios realizados concluyen que detrás de esa meticulosidad obsesiva suele existir un trastorno mental.
Graves implicaciones para la salud
Los trastornos de la conducta alimentaria suelen ser progresivos. De forma que, si al principio la persona deja de comer bollería industrial y productos procesados, más adelante, y si se desarrolla el trastorno, lo más probable es que poco a poco vaya eliminando de su dieta nutrientes necesarios, como legumbres, carnes o vegetales no ecológicos.
Cada vez se van volviendo más exigentes y rígidos con todo aquello relacionado con la comida. Van suprimiendo más grupos de alimentos que no suelen reemplazar adecuadamente con otros, lo que a la larga se traduce en importantes déficits de vitaminas o minerales esenciales. Si el caso es muy grave y no se logra controlar la obsesión, es probable que la persona caiga en la desnutrición.
Fruto de esta ingesta inadecuada, presentan fatiga y cansancio y son más vulnerables a contraer enfermedades. Su sistema inmunológico se ve comprometido por una reducción de sus niveles de sodio en sangre, así como de plaquetas y glóbulos rojos y blancos.
Además de estas consecuencias fisiológicas, en lo que respecta al plano psicológico, son personas que tienen altos niveles de dopamina y bajos de serotonina, manifestando ansiedad combinada con un exceso de euforia.
¿Cómo detectar un problema con la comida?
Normalmente las personas ortoréxicas suelen dedicar horas y horas a planificar sus menús al milímetro. Todo lo que ingieren es analizado, evitando comer cualquier alimento que hay pasado sus estrictos controles de calidad. Además, si transgreden su dieta por cualquier circunstancia suelen sentirse muy culpables.
Tienden a aislarse socialmente. El desconocimiento de la composición de los platos de los menús de los restaurantes les frena a la hora de ir a comer fuera de casa. Por ello, para no sentir esa falta de control, acaban siempre cocinando para ellos mismos.
Es difícil que estas personas puedan disfrutar de la comida, puesto que se centran más en las cualidades de lo que ingieren que en su olor, sabor o textura. No obstante, es muy difícil que quien padezca ortorexia reconozca que tiene un problema. En parte, debido a la gran aceptación que tienen actualmente en la sociedad las personas que siguen un “estilo de vida saludable”.
El perfil psicológico de las personas con ortorexia
Las personas más proclives al desarrollo de obsesiones suelen presentar un conjunto de rasgos de personalidad muy característicos. En este caso, aquellas que tienden a obsesionarse con cuánto y cómo comen también suelen tener una elevada necesidad de control en otros aspectos de sus vidas.
Esta obsesión por el control suele derivar en ansiedad. Una ansiedad que pueden afrontar de muy diferentes maneras: una de las más clásicas es la de “asaltar la nevera”.
Además, manifiestan un perfeccionismo excesivo en todos los aspectos de su vida (laboral, familiar, social…), acompañado de altos niveles de ansiedad. Sus amigos y conocidos les definen como personas estrictas, puntillosas, inflexibles y muy normativas.
Relación con los trastornos alimentarios clásicos
Además de los riesgos que ya hemos relatado, lo cierto es que la ortorexia puede ser la puerta de entrada para ciertos trastornos de conducta alimentaria, como la anorexia. Aunque guardan mucha relación, las diferencias entre ambas son claras. Las pacientes con anorexia tienen miedo a engordar y su autoconcepto corporal está alterado. Por tanto, no se obsesionan con la procedencia orgánica de un alimento, sino con la cantidad de calorías y grasas que tiene.
Mantener una dieta saludable tiene muchos beneficios. Entre ellos, ayuda a que nuestro peso guarde una relación saludable con nuestra altura, mantiene a raya el colesterol o ayuda a prevenir ciertas enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, todos estos beneficios quedan difuminados cuando el control por la comida se trasforma en una obsesión.