Padres que invalidan y el riesgo de padecer un trastorno mental
En la vida existen muchos privilegios que poco tienen que ver con el aspecto económico. Uno de ellos, quizá el más decisivo, tiene que ver con el aspecto emocional. Crecer en un escenario familiar en el que los progenitores aporten seguridad, afecto y validación a los hijos de forma constante es el mayor de los regalos. Es un modo no solo de hacer feliz a los niños, sino también de proteger su salud mental.
Lo cierto es que esa nutrición psicoemocional debería ser siempre una obligación y no un privilegio. Sin embargo, son muchas las veces en que se aprecia cierta desatención, ciertos vacíos y alteraciones en el vínculo que dejan serias secuelas. Tanto es así que la invalidación parental se relaciona con el desarrollo posterior de más de un problema psicológico.
El rechazo explícito de los acontecimientos que se dan en la dimensión emocional de nuestros hijos es una fuente muy intensa de angustia psicológica. Se distorsiona el sentido del yo, la identidad y se le hace creer que buena parte de sus necesidades son erróneas o defectuosas. Nadie debería crecer en medio de estas dinámicas. Insistimos una vez más en la misma idea: una crianza basada en un apego seguro y en la correcta atención emocional es un derecho que toda criatura debería recibir.
La invalidación emocional más común de los padres hacia los hijos es la clásica frase que empieza con “eso no es nada”.
Padres que invalidan y la forma en que lo hacen
Entendemos la invalidación emocional como el mecanismo que una persona ejerce sobre la otra a través del rechazo, la minimización o la manipulación explícita de los sentimientos. Tristemente, se trata de una dinámica que suele aparecer en muchas de nuestras relaciones con los demás, ya sea en el ámbito familiar, como el relacional e incluso en el de la amistad.
No obstante, en ningún tipo de vínculo es tan decisivo atender la validación emocional como en la crianza y la educación de los niños. Reconocer las necesidades, las emociones y los sentimientos de los pequeños sin juzgar o criticar favorece su desarrollo psicoemocional. También el de su identidad. Es así como logran tener presencia en nuestro mundo al sentirse valorados y comprendidos.
Lo opuesto, tener a padres que invalidan, es el origen de múltiples alteraciones mentales. Un ejemplo, estudios como los realizados en la Universidad de Washington, por ejemplo, destacan cómo la invalidación familiar se relaciona con la aparición de autolesiones en la adolescencia. Es más, en los últimos años se han podido estudiar más consecuencias que ahora analizaremos.
Veamos en primer lugar de qué manera se producen este tipo de mecanismos de invalidación parental.
Todo niño expuesto a un entorno invalidante sentirá que se les castiga por realidades emocionales que son del todo normales y respetables.
Punitivo, el castigo por expresar necesidades
Tener miedo, sentir ansiedad, preocupación, demandar atención… Los niños expresan sus necesidades mediante comportamientos que, a veces, pueden agotar a los padres. En caso de no comprender qué hay detrás de cada conducta de nuestros hijos, estaremos invalidándolos, descuidándolos y negándoles la respuesta más adecuada en cada situación.
Por ello, muchos cuidadores optan por el castigo, por ese grito que les paraliza y e incluso, en los peores casos, en una palmada o bofetón. El castigo físico que busca controlar una conducta negativa tiene serias consecuencias y debemos recordarlo. Lejos de resolver algo, la educación basada en el miedo y el dolor intensifica la ansiedad y el sentimiento de culpa.
Minimizar, lo que sientes no es importante
La técnica de la minimización es el recurso más común en los padres que invalidan. De hecho, es muy frecuente que muchos de nosotros recordemos alguna frase, comentario o actitud de nuestros progenitores en esta línea. Sucede cuando descartan la emoción que siente el niño en un momento dado, infravalorándola sin abordar el tema que lo motiva.
El “no llores, eso no es nada”, “no te enfades por eso que no tiene importancia”, “es solo un juguete, no pasa nada por perderlo” o incluso el “no te pongas triste por eso que hay cosas más serias en la vida“, son formas con las que aniquilar la experiencia psicoemocional de toda criatura. No dar relevancia y descartar lo que siente un niño le hará creer que sus emociones y problemas no son relevantes.
Hacer gaslighting emocional al niño
La práctica del gaslighting parental (hacer luz de gas) significa alterar de forma consciente lo que el niño siente para obtener poder sobre él. En este caso, no solo se invalidan emociones, sino que se distorsionan, haciéndoles creer que hay algo erróneo en ellos.
También que, en realidad, lo que les sucede o necesitan es otra cosa. Estos son unos ejemplos de este fenómeno:
- Lo que te pasa es que eres muy sensible y un niño muy débil.
- Eres un exagerado, contigo no se puede vivir.
- No tienes hambre, lo que tienes es sueño.
- No estás enfadado, lo que estás es aburrido.
- Cállate, porque a ti no te duele nada, lo que pasa es que eres un malcriado.
Los expertos han descubierto que la invalidación parental se relaciona con el trastorno límite de personalidad.
El trastorno límite de personalidad y las familias invalidadoras
En un estudio muy reciente de la doctora Stephanie Lee, de la Universidad Nacional de Singapur, se demostró que los padres que invalidan están detrás de la aparición del trastorno límite de personalidad en sus hijos en muchos casos. El dato no hace más que avalar, una vez más, como esta condición se vincula siempre con eventos traumáticos acaecidos en la infancia.
Los responsables de este trabajo comentan que este trastorno se comprende mejor desde un modelo biosocial. Es decir, crecer en un entorno social invalidante puede resultar devastador, pero si además esa criatura evidencia desde bien temprano una mayor impulsividad y vulnerabilidad emocional, el riesgo de derivar en un problema mental se eleva.
En esencia, todo ello nos recuerda lo decisivo que resulta que los progenitores sepan guiar a sus hijos en cada desafío emocional. Educar a un hijo no es una tarea fácil. Pero pensemos que propiciar una infancia basada en la seguridad y en la atención de cada necesidad construye un cimiento sólido para el adulto del futuro.
Hay que arropar la niñez para poder alcanzar una madurez más feliz, o preparada, al menos, para abordar cada desafío vital.
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