El peligro de tomar decisiones desde un sentimiento de carencia
Hemos de hacer frente a numerosas tomas de decisiones, algunas de ellas tan relevantes que pueden definir nuestro futuro. Es evidente que en todo momento tratamos de realizar la elección que, creemos, más nos conviene. No obstante, en ocasiones, mantenemos un sentimiento de carencia que nos impulsa a decidir por los motivos incorrectos.
No siempre es fácil percatarse de que es ese vacío interno el que nos mueve. Pero una vez tomas conciencia, encuentras la libertad para construir tu camino esperando lo mejor, no temiendo lo peor.
Por ello, en este artículo vamos a dar las claves para identificar y eliminar este gran obstáculo.
El sentimiento de carencia en las decisiones diarias
Todos nos hemos enfrentado a situaciones vitales que nos hacen infelices, pero de las que nos vemos incapaces de salir. Un trabajo que nos desagrada y nos desborda, una amistad interesada y egoísta, una pareja que nos hiere. Seguramente en innumerables ocasiones nos hemos planteado cambiar esa realidad, pero algo nos mantiene en ella: el sentimiento de carencia.
Racionalmente podemos justificar nuestra decisión pensando que, en el fondo, compensa. Que no es para tanto. Pero el pensamiento de fondo que no logramos detectar es: debo conformarme porque no puedo optar a nada mejor. Debo continuar en este empleo que me desgasta la salud porque no encontraré otro. He de soportar esta amistad desequilibrada porque, si no, me quedaré solo. No puedo dejar a mi pareja, aunque me dañe, porque ¿quién más querría estar conmigo?
Estos pensamientos son verdaderamente duros y, por ello, es complicado aceptar que los tenemos. No es sencillo reconocer que, en el fondo, no nos sentimos merecedores de algo mejor. Sin embargo, hasta que no lo hagamos, el autosabotaje continuará manteniéndonos estancados en situaciones que nos hacen sufrir.
Decidir desde la abundancia
Cuando tomamos decisiones con un sentimiento de carencia de base, elegimos con miedo. Miedo a que venga algo peor, miedo a quedarnos sin nada por haber intentado lograr algo más. La alternativa natural a este proceso es la toma de decisiones desde el sentimiento de abundancia.
Elegir con optimismo, esperanza y convicción. Sabernos merecedores de una buena vida y unas relaciones sanas y actuar para proporcionárnoslas.
Desde este enfoque, la persona no teme soltar la espina a la que se está aferrando. Comprende que existen para él otras oportunidades y que, en cualquier caso, es mejor quedarse con las manos vacías que repletas de heridas.
El individuo que se encuentra en esa posición tiene la autoestima y la confianza en sí mismo suficientes para decir “no“. Conoce tan bien su valía que no permanece en lugares donde esta no se reconoce.
¿Cómo eliminar el sentimiento de carencia?
Para evitar que este sentimiento domine nuestras decisiones, hemos de trabajar fundamentalmente dos aspectos: la autoestima y el optimismo. Cuando nos resignamos, cuando nos conformamos por miedo, no nos estamos amando.
La autoestima consiste en forjar una relación sana con uno mismo, en la cual primen el respeto y el apoyo. Al quererte es más complicado que permitas que tus límites sean transgredidos, que dejes pasar comportamientos que te dañan. La clave para encontrar la fuerza que te impulse a buscar y esperar lo que mereces es el amor propio.
Por otro lado, el optimismo es fundamental para generar unas expectativas positivas respecto al futuro. Nuestra mente es uno de los mayores elementos limitantes: nos convence de que no hay otras opciones, de que no podemos optar a lo que deseamos. Cuando desarrollamos el optimismo, recuperamos nuestro poder como dueños de nuestro futuro, dejamos de vernos como víctimas de las circunstancias para comenzar a sentirnos capaces.
Trabaja a diario para modificar los mensajes que te diriges, no escuches afirmaciones limitantes, sal de la carencia. Comienza a hablarte de tu capacidad, de tu valentía y de tu valor. Empodérate y motívate para salir de lo que te daña y dirigirte hacia lo que deseas, para creer que lo mereces.
Comienza por cuidarte y respetarte, de tal manera que te resulte inconcebible aceptar un entorno que no te ame y respete del mismo modo. Empieza a decidir desde la esperanza, la abundancia y el merecimiento, en lugar de hacerlo desde el miedo, la inseguridad y la carencia.
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