¿Por qué las relaciones siempre terminan hiriéndome?
Las relaciones, que mundo tan complicado, ¿verdad? Fuentes de placer, de miedo, de esperanza, de dolor, de nostalgia, de odio, de placer… fuentes de intensidad y de colores con matices. Las relaciones son fuentes de las que bebemos desde que somos pequeños y que no siempre sabemos elegir. De hecho todos conocemos a una o varias personas que son un desastre en el apartado social.
Un desastre porque no saben identificar a las personas que merecen su confianza, y las confunden con las que no la merecen. Personas egocéntricas, a las que después de su apreciado yo vuelven aponer su apreciado yo, en una sucesión infinita de subidas y bajadas de tal juguete (yo-yo). Hasta que se convierten precisamente en un juguete, roto, destruido por su propia incapacidad de salir de es bucle cómplice del equilibrio de fuerzas que ellas mismas han creado.
Las heridas que nacen de las relaciones
La experiencia nos enseña. Si una vez hemos tocado un objeto y está quemando, no volveremos a tocarlo al segundo siguiente. Bueno, miento, hay algunas personas que sí. Casos raros y extraños que necesitan re-asegurarse de que sus sensaciones no fallan… y vuelven a quemarse claro. Son esas personas de bondad infinita que no conceden menos oportunidades que el número equiparable a su bondad. Así es como vuelven a quemarse la zona que ya estaba afectada.
Pero, imaginemos que no somos así, y que con una quemadura nos vale. Entonces podríamos pasar al extremo contrario y empezar a desconfiar de todos los objetos que hay cerca. Así, nos pondríamos unos guantes gruesos, con poca capacidad para dejar pasar el calor. En este caso estaríamos ante esas personas que van por la vida con un escudo.
Tocan y conviven con los demás, peor lo hacen siempre desde el miedo y la superficialidad. Los guantes que llevan les impiden recibir el calor que otros desprenden. Ese calor en forma de carió que a todos nos hace bien. Además, pueden pasar dos cosas: que se habitúen a los guantes y ya no se los vuelvan a quitar, y por lo tanto renuncien a este calor para siempre, o que no lleguen a hacerlo y se muestren deseosos de quitarlos.
Este deseo actuará de la misma forma que una emoción muy fuerte, a la que contenemos o comprimimos demasiado para evitar que su energía nos afecte. Será un bomba a presión que estallará en el momento más inesperado. Así, la persona con una gran ansiedad por quitarse esos guantes lo terminará haciendo por un impulso, sin meditar cómo puede ser la temperatura del siguiente objeto que va a tocar.
¿Qué puedo hacer para minimizar el riesgo?
Abrir el resto de sentidos. Ver cómo trata a los demás. Una persona que critica a otros por la espalda lo terminará haciendo con nosotros. Una persona que no considera el interés de las personas que la quieren tampoco considerará el nuestro. Una persona acostumbrada a mentir para protegerse también lo hará con nosotros. Alguien que ve a los demás como instrumentos para lograr sus fines también nos incorporará a su caja de herramientas si nos acercamos.
Se trata de conocer más allá de lo que puede exponer en sus redes sociales o trasmitir con su discurso. Se trata de entender a la persona en su conjunto y de ver cómo encajan las piezas que percibimos. Lo importante no es quedarnos con la parte de un rompecabezas que el otro ya ha encajado y maquillado. Se trata de intentar bosquejarlo nosotros y evaluar si nos gusta, si la queremos como parte de nuestra vida.
Antes de tocar a una persona y dejar nuestra mano sobre ella (entregarle toda nuestra confianza) sería bueno que conociéramos su historia. Una buena parte del hilo conductor de su vida. Cómo a enfrentado los retos a los que se ha tenido que enfrentar, qué retos ha elegido ella misma para desarrollarse y cuáles son sus ilusiones futuras y qué estaría dispuesto a hacer por ellas.
Hay personas que queman
Las hay, por mucha fe que tengamos en la bondad del ser humano. Sea por sus circunstancias o su genética, hay personas que tienen un enorme poder destructivo. Dentro de este grupo, desgraciadamente hay personas expertas en camuflaje y que se saben la historia de la rana. Aquella que se metió en una olla con agua fría y que no fue capaz de salirse a tiempo cuando la temperatura del agua empezó a subir.
Pues bien, muchas personas proyectan la sensación de ser agua fría y una vez que han obtenido nuestra confianza van subiendo la temperatura, hasta que nos empiezan a quemar casi sin darnos cuenta. Así, cuando nos decidimos a quitar la mano… muchas veces ya hemos sufrido daños profundos.
En este sentido tenemos que ser conscientes de que las personas somos dinámicas y cambiantes, igual que el mundo que nos rodea. No digo que te conviertas en un paranoico y evalúes constantemente tus relaciones personales, pero sí es bueno que tomes referencias para que puedas identificar los cambios y estos, por muy graduales que sean, no te pasen desapercibidos.