¿Por qué me odio a mí mismo?
Hay personas que pueden pasar media vida o una vida entera preguntándose «¿por qué me odio a mí mismo?». Pocas realidades pueden ser más adversas que la de percibirse con desprecio, caminar por una cotidianidad sin agradarse, sin confiar en los propios recursos y sin sentirse a gusto con la propia piel y su ser.
Decía Lord Byron que el odio es una forma de demencia. En cierto modo así es, porque nada altera más la vida que ese sentimiento capaz de despertar lo peor del ser humano, bien sea proyectado hacia los demás o hacia uno mismo. ¿A qué se debe? ¿Qué hace que una persona deje de valorarse y se sitúe en ese inframundo en el que habitar junto a la baja autoestima, el autorrechazo y la desidia?
Las causas son múltiples y los efectos también. Porque más allá de todo ello, está la forma en que estas personas afrontan cada situación, cada relación y circunstancia. No podemos pasar por alto que, por término medio, quien se odia a sí mismo proyecta ese mismo sentimiento sobre los demás.
¿Por qué me odio a mí mismo? Causas, consecuencias y estrategias de afrontamiento
Hay personas que, efectivamente, tienen detrás de sí un historial de abusos o carencias afectivas en la infancia que puede explicar esa falta de respeto y aprecio a uno mismo. Ahora bien, hay casos más extremos, esos en los que no hay solo una baja autoestima o ausencia de amor propio: lo que hay es odio hacia la propia persona.
La retroalimentación que se genera cuando alguien orbita alrededor de ese diálogo interno despreciativo es muy lesiva. Uno puede decirse que no vale nada, que no sirve para determinados trabajos o, más aún, que eso de iniciar una relación afectiva va a ser completamente imposible… Porque quien se detesta, se invalida para casi cualquier dimensión existencial.
Entonces, ¿cuál es la fuente de ese autodesprecio? En realidad, hay varios orígenes.
Así te tratan, así te ves
Hablábamos más arriba del efecto de una infancia traumática. Cuando alguien se pregunta: “¿por qué me odio a mí mismo?”, debe profundizar en un hecho concreto. Nos referimos sobre todo al modo en que ha sido tratado a lo largo de la vida.
Si ya desde niños nos han devaluado resulta muy complicado construir las bases de una autoestima sólida. Sentirnos invisibles, que nos hagan creer que somos falibles o que no servimos para aquello que soñamos desencadena tarde o temprano un proceso de pensamiento de autodesprecio que continúa aunque hayan desaparecido las circunstancias que lo activaron.
En ocasiones, hasta haber vivido una mala relación afectiva, padecer acoso escolar o laboral hace que acabemos odiándonos a nosotros mismos.
La historia que te cuentas a ti mismo
A menudo, solemos decir aquello de que “las personas somos historias”. Bien, más que historias somos autonarraciones, es decir, somos aquello que nos contamos a nosotros mismos y la forma en que interpretamos lo que nos sucede. ¿Qué tiene que ver esto con la cuestión de “por qué me odio a mí mismo”? La verdad es que mucho.
Una de las teorías del psicoterapeuta Albert Ellis se basaba en el llamado modelo ABC. Es decir, A, somos las cosas que nos pasan (acontecimientos) que provocan B (interpretaciones) y estas provocan C (consecuencias/conductas).
A veces, algunos de nosotros aplicamos un tipo de interpretaciones claramente negativas e incapacitantes. Son esas del tipo “esto me pasa porque no valgo para nada, porque soy torpe, porque soy un cero a la izquierda…”. Esta forma de juzgarnos e “interpretarnos” está orquestada casi siempre por la baja autoestima, que deriva, tarde o temprano, en un claro desprecio hacia la propia persona.
¿Por qué me odio a mí mismo? Tu cruel crítico interior
Podemos culpar de nuestra infelicidad actual a nuestros padres, a esa pareja que nos hizo daño e, incluso, a ese trabajo al que le dedicamos tantos años y que acabó consumiendo nuestra dignidad e ilusión. En esencia, uno puede mirar al exterior para buscar culpables del malestar y la frustración. Sin embargo, cuando alguien indaga en el por qué me odio a mí mismo, debe hacer un viaje hacia el propio ser.
Allí, seguramente se encuentre con un crítico interior sobre quien recae toda forma de autodesprecio, dolor y sufrimientos. Es él quien susurra cosas como “no puedes, no mereces, no sirves, no lo harás bien, no vales para nada…”. Esta figura, la del diálogo interno debilitante, se estudia en el campo de la psicología desde hace décadas.
Ya en los años 70, destaca un trabajo realizado en la Universidad de Chicago por parte del doctor Louis Paul, titulado The cruel inner critic en el que se habla sobre cómo esa voz mental interna nos monitorea para que fracasemos, hablándonos siempre de forma hostil. Por tanto, más allá de buscar responsables a nuestro malestar, debemos tenerlo claro: a menudo, somos nosotros mismos quienes alimentamos el propio odio y autodesprecio.
¿Cómo puedo dejar de odiarme a mí mismo?
Dejar de odiarnos para vivir mejor, para realizarnos como personas y poder disfrutar de relaciones sólidas, de un futuro acorde a los propios deseos. ¿Quién no puede desear algo así? Prácticamente todo el mundo. Sin embargo, no es fácil generar ese cambio, sobre todo, cuando se lleva mucho tiempo integrado en un mismo patrón mental, emocional y conductual.
No obstante, puede lograrse. Un trabajo de investigación de la doctora Nele Stikens de la Universidad de Lovaina (Bélgica) habla de un tipo de terapia orientada a apagar el crítico interno negativo. El proceso pasa por ser capaces de percibir y detectar primero los pensamientos críticos, hostiles y negativos. Más tarde, debemos desarrollar una actitud más compasiva y realista hacia nosotros mismos.
Atendernos con afecto, dejar de juzgarnos y de boicotearnos es la clave del auténtico progreso.
Más tarde, habrá que dar forma a nuevos comportamientos, a cambios vitales que nos permitan sentirnos orgullosos de lo que somos, libres para iniciar una vida con mayor sentido sin que coarte el odio, sin que nos detenga el desprecio… Ese es el auténtico camino hacia el bienestar.
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- Paul, L. (1970). The cruel inner critic. Psychotherapy: Theory, Research & Practice, 7(3), 178–180. https://doi.org/10.1037/h0086583
- Stinckens, N., Lietaer, G., & Leijssen, M. (2013). Working with the inner critic: Therapeutic approach. Person-Centered and Experiential Psychotherapies, 12(2), 141–156. https://doi.org/10.1080/14779757.2013.767751