Adiós a los malos hábitos mentales
Si te pregunto por tus hábitos seguramente te resultará fácil relatar lo que sueles hacer en tu día a día, qué actividades ocupan tu cotidianidad. Sin embargo, si te pido que me hables de tus hábitos mentales probablemente no tengas la respuesta tan clara. Y es que, por algún motivo, no otorgamos el mismo valor al cuidado interior y exterior.
Seguramente eres consciente de la importancia del ejercicio físico, la alimentación equilibrada y el uso de protector solar. Y es muy posible que te esfuerces cada día por mejorar en estos aspectos. Sabes que depende de ti crear rutinas que te ayuden a mantenerte saludable y trabajas en ello.
No obstante, probablemente ni siquiera te has planteado que tienes la misma responsabilidad con tu mundo psíquico y emocional. O, si lo has hecho, tal vez no sepas cómo actuar al respecto. Las prácticas de higiene mental y cuidado interior no están tan extendidas, no son tan conocidas. Sin embargo, el cerebro también se entrena.
¿De dónde surgen los malos hábitos mentales?
Nuestros hábitos mentales, sean malos o buenos, surgen en nuestra infancia y se van afianzando a medida que crecemos. Parten de la información que recibimos de nuestro entorno más cercano, especialmente nuestros padres. Ellos, con su guía (pero sobre todo con su ejemplo) nos enseñan a percibir el mundo de una manera determinada. Nos instruyen para mantener un tipo u otro de pensamientos.
Así construimos una imagen de nosotros mismos y de los demás, damos significado a lo que nos rodea y aprendemos a desenvolvernos. No obstante, este proceso puede ser diferente en muchos aspectos:
- Nuestra relación con nosotros mismos. Podemos aprender a vernos como importantes y valiosos, a tratarnos con amor y respeto y a animarnos a lograr nuestras metas. O, por el contrario podemos crecer con el hábito de sentirnos insuficientes y pocos válidos, juzgarnos y criticarnos mentalmente.
- Nuestra relación con los demás. De nuestros padres aprendemos a ver a los demás como bondadosos y confiables o a percibir el mundo como un lugar hostil y peligroso. Así tenderemos a esperar lo mejor o lo peor de las personas, en función del hábito mental que hemos adquirido.
- Las estrategias de afrontamiento que utilizamos. Ante la adversidad hay quien reacciona con ira, frustración, tristeza y desconcierto. Y también hay quien sabe adaptarse, reajustar el rumbo y salir fortalecido. Pero estas diferencias no son cuestión de suerte o azar, sino el fiel reflejo de los patrones de pensamiento de cada persona.
- La visión respecto al futuro. Desde niños aprendemos a ser optimistas o pesimistas, a visualizar las mejores oportunidades o los escenarios más catastróficos.
Cambia de hábitos
Toda esta programación mental adquirida en la infancia y desarrollada durante años hace mella en nuestra realidad. Debido a los hábitos mentales que hemos mantenido en el tiempo nos sentimos poco valiosos, solos, incapaces de afrontar el cambio y temerosos ante el futuro. Y, si bien no estuvo en tu mano decidir qué creencias te inculcaron en tu entorno, ahora eres totalmente responsable de elegir permanecer con ellas o modificarlas.
Para ello el primer paso consiste en identificar estos patrones de pensamiento que te acompañan y rigen tus actitudes. Indaga en los pensamientos más frecuentes que sueles tener en cada situación, anótalos si es necesario, y hallarás un patrón. Ahora, pregúntate si estas creencias te benefician o te perjudican. Y toma la decisión consciente de modificarlas.
Automatízalos
Como sabrás, un hábito se establece a base de repetición. Cualquier actividad novedosa, al inicio, requiere de toda nuestra atención para ser puesta en práctica.
Hemos de enfocarnos con nuestros cinco sentidos en lo que estamos haciendo y esto conlleva un importante gasto de energía mental. Mas, con el paso del tiempo y la repetición constante, este proceso se automatiza. Nuestro inconsciente se hace cargo, liberándonos del pesado trabajo de monitorear constantemente nuestra actividad.
Has de tener en cuenta que tu viejos malos hábitos están profundamente arraigados, ya que llevas practicándolos durante décadas. Por ello es necesario que seas constante a la hora de ejercitar tus nuevos patrones de pensamiento. Haz un esfuerzo deliberado por cuidar qué piensas en cada momento, por seleccionar los pensamientos más adecuados. Así, con el tiempo, descubrirás que tus viejos paradigmas han sido sustituidos y el pensamiento positivo se habrá vuelto un hábito automático para ti.
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- Olariaga, S. M., & Martín, A. Programación neurolingüística.
- Seligman, M. E. (2014). Aprenda optimismo: Haga de la vida una experiencia maravillosa. DEBOLS! LLO.