Psicodrama: el arte de revivir en escenas para estar más presente
Estar en el “aquí y ahora” es una de las máximas más conocidas de la psicología humanista que pretende facilitar la autorrealización del ser humano mediante el desarrollo de su potencial. Y que solo puede alcanzarse cuando dejamos de estar atrapados en el pasado o ansiosos pensando en un futuro que solo existe como posibilidad.
El psicodrama es uno de los modelos fundacionales de la orientación humanista que trabaja desde la acción “dramática” el estar presente y que utiliza el cuerpo, la palabra y la acción en escenas para ello. Las técnicas de role playing o de escultura familiar, incluso la psicoterapia de la gestalt se basan en él. Profundicemos.
Vivimos en el presente pero existimos en un continuo temporal
Aunque continuamente nos proyectamos en el futuro y nos recordamos en el pasado, solo podemos conocernos en el momento actual. El pasado es una reconstrucción, una fábula que nos contamos para satisfacer nuestro ego, y el futuro es una expresión de deseos y temores.
Muchas veces, permanecer en el presente es complicado porque hemos aprendido a desarrollar una visión de nuestra identidad basada en las expectativas propias y ajenas (lo que pensamos que deberíamos ser o lo que pensamos que otros desean que seamos).
El presente es un estado de conciencia no un tiempo como tal
El ser humano como ente dinámico y cambiante no puede vivir en la inmediatez de su experiencia, necesita elaborar e integrar continuamente su historia y prever su futuro. Por eso, nos es tan difícil permanecer en el presente y por eso, incluso definir el presente resulta una tarea casi imposible.
“Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”.
-Heráclito-
Tomar conciencia del presente supone parar el flujo de la experiencia, focalizar y centrarse en una vivencia determinada y en las sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos que de ella se derivan. Como un observador externo que no juzga ni evalúa sino que acepta la vivencia tal y como es. Esto es precisamente dramatizar, psicodramatizar.
Somos dramaturgos de manera innata
Pensamos en escenas. Hay dos ejes fundamentales, dos coordenadas que definen cada escena de nuestra vida, cada recuerdo: el tiempo y el espacio. Tal y como sostiene Kia Nobre, neurocientífica de la Universidad de Oxford, “creemos que el tiempo es algo lineal, predecible, pero es algo que moldea nuestras experiencias y el estado en el que nos encontramos como organismos.”
Nuestro estado modifica la percepción del tiempo y del espacio, y la manera en la que construimos nuestros recuerdos modifica nuestra percepción de la realidad en tanto que “los recuerdos cambian constantemente nuestra forma de percibir el mundo”. Así, recordamos en escenas que integramos en función del guion que nos hacemos de nuestra vida.
El psicodrama captura en una escena, en una dramatización, el proceso por el que construimos nuestra identidad (pasado y futuro) y que aparece en el aquí y ahora. Así es posible darle forma y cambiar aquello que dificulta nuestro desarrollo personal y social.
El presente es el tiempo del cambio
No podemos modificar el pasado ni alcanzar el futuro, todo cambio es cambio en el presente. La eficacia del psicodrama radica en que reproduce el proceso natural por el que percibimos, procesamos e interpretamos la realidad. Esto lo hace de una manera sencilla y accesible a cualquier persona independientemente de su edad, condición o bagaje cultural.
El psicodrama coloca en un escenario físico el escenario mental de la persona, en un espacio donde todo cabe, donde todo es posible. Podemos dramatizar escenas del pasado, miedos y fantasías del futuro, sueños, anhelos… Y todo sucede en el tiempo de la escena: el aquí y ahora, ese en el que se pueden realizar todos los cambios que la persona necesite.
El teatro de las emociones
Hoy en día sabemos lo importante que es la gestión emocional para nuestro adecuado desarrollo. Tanto es así que el neurológo Antonio Damasio ha llegado a decir que “el cerebro es el teatro de las emociones y los sentimientos son la motivación de la mente”.
- La evocación de recuerdos sigue una pauta emocional. El tono y la intensidad emocional nos suelen llevar a unir determinadas escenas, situaciones y personas, y a partir de ahí construir mapas cognitivos emocionalmente marcados.
- Al rememorar, traemos a la mente los mapas, clústers (conjuntos de información) que nos facilitan la toma de decisiones, pero que muchas veces esconden actitudes de las que no somos conscientes, como si al mirar el bosque no pudiéramos ver los árboles.
Cuando dramatizamos, al jugar un rol en una escena determinada, activamos las múltiples inteligencias de las que nos habla Gardner, incluida la corporal cinestésica. De esta forma, podemos tener una conciencia más amplia para observarnos desprejuiciadamente y decidir y actuar con mayor libertad.
Somos a partir y a través de nuestros vínculos
“Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”.
-Paulo Freire-
Trata de recordar una escena significativa de tu vida en la que estuvieras solo. Quizás cuando eras adolescente encerrado en tu habitación o unos años atrás al tomar una decisión importante en tu casa, no importa mientras sea una escena relevante para ti. Después conecta con la emoción que acompaña a esa imagen y con aquella que te provoca rememorarla en este momento.
Permítete llevar por la emoción del presente y observa los recuerdos que van surgiendo en tu mente. Lo más probable es que aparezcan personas importantes de tu vida en ellos; de hecho, será bastante difícil no pensar en esas personas, casi imposible, ¿no es así?
Somos fruto de nuestros vínculos. A partir de ellos, desarrollamos un estilo de apego que según los estudios persiste a lo largo del tiempo e influye en la forma de amar (Alonso, 2016), en las dinámicas y elección de pareja (Barroso, 2014), con la psicopatología en la adolescencia (González, Ysern et al, 2011), el autoconcepto (Martinez y Castaneiras, 2011) y muchos otros factores esenciales para nuestra identidad.
En la medida en la que podamos ver a los otros tal y como será más fácil comunicarnos y adaptarnos de forma positiva al entorno. Poder vernos cómo somos en el aquí y ahora y poder encontrarnos con los demás sin engaños, prejuicios ni proyecciones es tan importante para un correcto ajuste a la realidad que en el psicodrama se considera un factor terapéutico.
El psicodrama nos enseña a revivir y recrear escenas del pasado activando los distintos tipos de memorias e inteligencias de forma dinámica, intuitiva e interactivamente. Nos ayuda de forma eficaz y directa tanto a tomar consciencia de nuestra situación como a resolver los posibles conflictos y problemas que bloquean nuestro desarrollo e impiden nuestro bienestar y lo hace recontextualizando y reactualizando nuestro estar en el mundo en el aquí y ahora.