Psicomotricidad en la infancia: observación e intervención
El concepto de psicomotricidad que maneja la sociedad en muchos casos es difuso; muchas personas piensan que esta habilidad del niño tan solo consiste en saber moverse de manera adecuada. Sin embargo, la importancia de la psicomotricidad en el desarrollo infantil va mucho más allá.
La psicomotricidad es, por así decirlo, la ventana al mundo para el niño en todas sus funciones simbólicas, tanto conductuales como cognitivas.
Una buena psicomotricidad suele ser el preludio de la correcta adquisición del lenguaje y de su uso adecuado en la comunicación en las interacciones con los demás. Por tanto, el término psicomotricidad integra las interacciones cognitivas, emocionales, simbólicas y sensoriomotoras que operan en el niño a lo largo de su desarrollo cognitivo, motor y emocional.
En las intervenciones encaminadas a mejorar la psicomotricidad se trabaja, como podemos ver a continuación, aspectos de todos estos elementos:
- Motrices: equilibrio, lateralidad, coordinación.
- Cognitivos: percepción, representación o creatividad.
- Afectivo-relacionales: adquisición de límites, regulación de la impaciencia, emociones, seguridad.
Cómo estimular la psicomotricidad
En la Educación Infantil, la actividad psicomotriz -la vivencia corporal en relación al adulto y a los compañeros, a los objetos y en el espacio- es fundamental para el buen desarrollo del niño.
Las actividades para desarrollar la psicomotricidad, por tanto, deberían ser atractivas, variadas, motivadoras, placenteras y lúdicas. En este apartado veremos algunas ideas fundamentales para conseguir una buena estimulación psicomotriz:
1- Espacio, materiales y papel del adulto
El material tiene que ser variado y adecuado para la edad del niño. Tanto el educador como el espacio empleado en las clases, además, tienen que acompañar a los niños en su juego y movimiento. Las fases más indicadas para crear un espacio de psicomotricidad son las siguientes:
- El espacio: es necesario que se trate de un ambiente seguro. Al mismo tiempo, debe ser lo suficientemente estimulante como para que los niños puedan desarrollar las habilidades que nos interesan.
- Los materiales: cuanta más variedad de materiales haya en el aula, mayor será el desarrollo psicomotor de los niños.
- El papel del adulto: el profesor debe tener capacidad de observación y escucha, y de comunicación verbal y no verbal. Además, es fundamental la actitud y la implicación en el juego.
2- Estructura de las sesiones
Para que los niños puedan sacarle el máximo partido a las sesiones de psicomotricidad, es muy importante que estas sigan una estructura pensada de antemano. Por tanto, los profesores deberían planificar exactamente qué tipo de actividades quieren realizar durante las clases.
Por contraposición, también es bueno dejar que los pequeños improvisen lo que quieren hacer en algunas ocasiones. Este espacio de libertad no debe romper con la norma básica: el docente debe ser quien lleve la voz cantante en todo momento.
3- Importancia del juego
El juego, en contra de lo que pudiera parecer, es una de las actividades más útiles que los niños pueden realizar. Les sirve para cientos de cosas: para explorar el espacio que les rodea, para aprender normas, para crear, para experimentar, para relacionarse con otros de su edad…
Existen distintos tipos de juego. Cada uno de ellos tendrá un papel distinto dentro de las sesiones de psicomotricidad, pero todos ellos pueden servirnos para conseguir algún objetivo. Por ello, deberían convertirse en una de las herramientas principales de quienes quieran fomentar estas habilidades en los más pequeños.
El desarrollo de la psicomotricidad de 0-3 años
En sus primeros años de vida, el niño va desarrollando sus capacidades de psicomotricidad de manera que, entre otras cosas, mejorará en su autonomía personal y su capacidad para la relación con los otros.
En esta sección veremos cómo evolucionan estas habilidades en los primeros tres años de vida. De esta manera, nos será más sencillo determinar si la evolución de un niño está siendo la adecuada.
De 0 a 9 meses
- Mantiene la cabeza levantada cuando está boca abajo.
- Fija la mirada y la mueve siguiendo los movimientos de un objeto o de una persona.
- Sonríe respondiendo a un estímulo.
- Reconoce visualmente a la madre o la persona cuidadora.
- Responde positivamente a las interacciones sociales emitiendo algún sonido.
- Levanta y mueve la cabeza cuando está boca abajo.
- Gira desde la posición de barriga en alto a la posición de lado y al revés.
- Sonríe y mueve las piernas ante personas conocidas.
- Reconoce a sus cuidadores.
- Se mantiene sentado sin apoyo.
- Se aguanta derecho con apoyo.
- Sonríe ante su imagen en un espejo y trata de interactuar con él.
- Se altera y llora cuando se va su cuidador principal.
- Reacciona con incomodidad ante personas extrañas.
De 9 a 12 meses
- Se sienta y se levanta con apoyo.
- Gatea.
- Descubre objetos que han sido escondidos ante él.
- Pone y saca objetos de un recipiente.
- Da sus primeros pasos con ayuda.
- Interactúa de manera cariñosa con otras personas.
- Responde cuando se le llama por su nombre.
Señales de alerta a los 12 meses
- Todavía no se aguanta sentado sin apoyo.
- No puede sujetar objetos con las dos manos.
- No sonríe a las personas conocidas.
- Aún no se interesa por las cosas que lo rodean.
- No emite ningún sonido para llamar la atención.
- Todavía no llora ni protesta ante la ausencia de las personas que le son muy cercanas.
De 12 a 24 meses
- Se pone de pie y da pasos sin apoyo.
- Hace rodar una pelota como lo hace un adulto.
- Empieza a utilizar la cuchara agarrándola con fuerza.
- Empieza a comer sólido sin problemas.
- Manipula libremente juegos de construcción.
- Reconoce partes del cuerpo.
- Es capaz de reconocer a personas no familiares que pertenecen a su entorno cotidiano.
- Reconoce los objetos de uso habitual (cuchara, toalla, juguetes…).
- Imita en el juego los movimientos del adulto.
- Acepta la ausencia de los padres a pesar de que puede protestar de entrada.
- Repite las acciones que le hacen gracia o llaman su atención.
- Explora y muestra curiosidad por los objetos familiares.
- Bebe en taza aguantándola con las dos manos.
- Se agacha para recoger objetos.
- Reconoce los espacios básicos de su entorno habitual (casa, parque, escuela…).
- Juega con otros niños durante ratos cortos.
- Comparte objetos con otros niños cuando se le pide.
- Reconoce algunos elementos propios de la estación del año en que se encuentra: ropa, zapatos…
Señales de alerta con 2 años
- No anda solo.
- Aún no señala las principales partes del cuerpo.
- Nunca se acerca ni muestra interés para jugar con otros niños.
- No reconoce diferentes espacios muy familiares (cocina, baño, dormitorio…).
- Falla al imitar las acciones de los adultos.
- No responde a su nombre.
De 24 a 30 meses
- Salta con los dos pies.
- Lanza la pelota con las manos y con los pies.
- Se saca los zapatos y los pantalones desabrochados.
- Utiliza la cuchara y el tenedor y bebe en taza sin tirar los alimentos.
- Conoce el orinal y el WC y los usa por indicación del adulto.
- Se mueve con facilidad por los espacios habituales (casa, escuela…).
- Identifica algunos cambios en la naturaleza correspondientes a las estaciones del año.
- Reconoce en fotografías a las personas más cercanas. Juega junto a niños de su edad.
- Diferencia en imágenes termas referidos a: personas, animales y plantas.
- Saluda a niños y adultos conocidos si se le pide.
De 24 a 36 meses
- Realiza actividades de manipulación manual como enroscar, encajar, ensartar.
- Es capaz de correr y de saltar con cierto control.
- Pide ir al WC cuando le hace falta.
- Empieza a mostrar preferencias por algunos de sus compañeros.
- Muestra afecto hacia niños más pequeños y animales domésticos.
- Va conociendo las normas y los hábitos de comportamiento social de los grupos de los cuales forma parte.
Señales de alerta cuando el niño tiene 3 años
- No hace sus necesidades en el WC.
- Es incapaz de responder ante órdenes sencillas.
- No identifica imágenes.
- Permanece aislado. No muestra curiosidad por las cosas.
- Utiliza palabras aisladas sin conectores.
- No imita trazos sencillos (vertical, horizontal…).
Todas estas señales de alerta no son más que pistas que deberían llamar nuestra atención para, si se estima necesario, consultar quizás a un especialista que pueda ayudar al niño a reforzar ciertas capacidades.
Sin embargo, no es necesario preocuparse en exceso si nuestros hijos no han alcanzado los hitos normativos por edad. Con una intervención a tiempo, la mayoría de los retrasos en el desarrollo cognitivo del niño sano son fácilmente reparables.