¿Qué es la identidad sexual?
La identidad sexual forma parte de cada uno de nosotros. Antes de adentrarnos en este concepto, sería bueno hablar sobre la identidad sin apellidos. Lagarde (1997), citado en Alfarache (2003), definió la identidad como ‘un conjunto de dimensiones y procesos dinámicos y dialécticos que se producen en las intersecciones entre las identidades asignadas y la experiencia vivida, que expresa la diversidad de condiciones del sujeto’.
La identidad se configura a través de nuestras vivencias, de lo que sentimos, de lo que somos, de cómo nos relacionamos… Y está formada por todas las facetas importantes de nuestra vida (trabajo, amigos, pareja, relación con uno mismo, sexualidad…).
Así, cuando hablamos de identidad sexual, nos referimos al terreno de la sexualidad. Tiene que ver con nuestro sexo biológico y con cómo nos sentimos en relación a él. ¿Cuál es mi sexo? ¿Siento que mi sexo biológico corresponde (o está en consonancia) con mi sentimiento de “ser” hombre o mujer?
Identidad sexual: ¿en qué consiste?
La identidad sexual es el sexo biológico que se nos otorga al nacer, normalmente cuando interpretan los genitales, siendo estos masculinos o femeninos. ¿Por qué interpretar?
Porque a veces no resulta tan claro afirmar si un individuo es un niño o una niña; esta ambigüedad en la genitalidad puede ser debida a diferentes causas. Por ejemplo, a factores hormonales durante el embarazo (en este caso hablamos de intersexualidad).
Más allá de los órganos sexuales (internos y externos), el sexo biológico propio de la identidad sexual también viene indicado por las hormonas y por los cromosomas (XY para el sexo masculino y XX para el sexo femenino).
Más allá de ser hombre o mujer
Sin embargo, el campo de influencia de la identidad sexual va más allá de “ser hombre o mujer” a nivel biológico. Así, actualmente, este concepto se utiliza para hacer referencia a la percepción que una persona tiene de sí misma respecto a su propio cuerpo en función de la evaluación que realiza de sus características físicas o biológicas (Jayme y Sau, 2004, Cabello, 2016 y Barón y Rojas, 2008).
Estas características generalmente reflejan la apariencia física externa y el rol típicamente vinculado al sexo que uno desarrolla y prefiere, o que la sociedad intenta imponer.
Con esto queremos decir que la identidad sexual, o identidad de sexo, y más en la actualidad, tiene más relación con cómo uno se siente que con cómo uno nace (a nivel biológico).
Identidad sexual frente a identidad de género
Es importante no confundir la identidad sexual con la identidad de género. En relación a esta última, hace referencia al sentimiento propio de cada persona sobre su género; es decir, responde a si nos identificamos con el sexo masculino, femenino, andrógino (cuando se encuentran rasgos tanto masculinos como femeninos por igual, sin haber una dominancia de uno de ellos).
No olvidemos que el género es una construcción psicosocial de lo que implica “ser hombre o ser mujer” dentro del propio marco social, aunque esta visión cada vez tiene menos peso, y cada vez hay más corrientes y tendencias a eliminar cualquier tipo de rol de género. Sin embargo, si nos ceñimos a un sentido estricto (o tradicional) del término, podemos decir que expresamos la identidad de género a través de nuestra apariencia, de nuestra manera de comportarnos, relacionarnos o incluso sentir.
Identidad sexual vs. orientación sexual
Tampoco debemos confundir la identidad sexual con la orientación sexual. En el caso de la orientación sexual, hablamos de la atracción afectiva, romántica, sexual y psicológica que la persona siente de forma sostenida en el tiempo hacia un sexo, que puede ser el mismo que propio (homosexualidad), el contrario (heterosexualidad) o ambos (bisexualidad).
Así, en la orientación sexual nos referimos a qué nos gusta y en la identidad sexual hablamos de lo que somos (o cómo nos sentimos) a nivel sexual.
Trastorno de la identidad sexual
Cuando una persona nace con un sexo biológico que no se corresponde con lo que esa persona siente que es (hombre o mujer), aparece un trastorno de la identidad sexual. En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales) este trastorno recibe el nombre de disforia de género. El DSM-5 distingue la disforia de género en la infancia, en adolescentes y adultos (diferenciando también sus criterios).
En niños este trastorno implica que se produzca en el individuo, al menos durante 6 meses, una marcada incongruencia entre el sexo asignado biológicamente y el que se vive o siente (además de otros criterios, como malestar o sufrimiento e interferencia en la vida diaria). En los adolescentes y adultos ocurre lo mismo, aunque algunos criterios pueden diferir ligeramente. Según el propio manual, la disforia de género se ha incrementado en las últimas décadas.
¿Avanzamos? Una sociedad diversa y tolerante
La identidad sexual forma parte de quienes somos y de cómo nos sentimos en relación a nosotros mismos y al cuerpo. Normalmente, las personas que nacen con cromosomas XY (hombres biológicos), se sienten como tal, y las mujeres (XX) igual. Sin embargo, este sexo biológico y esta identidad sexual (cómo me siento respecto a mi sexo) no siempre coinciden, y es entonces cuando aparece la disforia de género.
En la actualidad, podemos decir que se ha avanzado mucho en este sentido (aunque aún queda mucho recorrido); hace años, cuando una persona decía sentirse del sexo opuesto al que había nacido, esto parecía un “pecado”, y los prejuicios, los estereotipos e incluso la discriminación tardaban poco en manifestarse.
Por suerte, estamos avanzando. Ahora, bien, para seguir haciéndolo es necesario que estos avances formen parte de la educación, que en los colegios la diversidad sea entendida como una fuente de riqueza y no como el origen de la discriminación.
Asentarlo en las bases hará que la sociedad no retroceda en este sentido y que las futuras generaciones tomen lo conseguido como casilla de salida para seguir conquistando hitos en lo referido a tolerancia y respeto. Dejarles ese legado merece la pena.
No importa cómo te sientas, ni a quien ames, solo importa que lo hagas en coherencia con lo que sientes y con lo que eres; con amor, respeto y libertad.
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- Alfarache, A.G. (2003). Identidades lésbicas y cultura feminista : una investigación antropológica (1. ed edición). Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-Universidad Nacional Autónoma de México.
- American Psychiatric Association -APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid. Panamericana.
- Barón, P. y Rojas, A. (2008). «Trastornos de identidad sexual en la adolescencia». En Gómez Restrepo, Carlos; Hernández Bayona, Guillermo; Rojas Urrego, Alejandro; Santacruz Oleas, Hernán; Uribe Restrepo, Miguel, eds. Psiquiatría Clínica: Diagnóstico y tratamiento en niños, adolescentes y adultos. Editorial Médica Panamericana.
- Cabello, F. (2016). Actualizaciones en sexología clínica y educativa. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.
- Jayme, M. y Sau, V. (2004). Psicología diferencial del sexo y el género: fundamentos. Icaria Editorial.