¿Qué se esconde detrás del hábito de fumar?
Fumar no es exactamente un placer para los sentidos. La primera vez que una persona se expone al cigarrillo, lo usual es que no viva una experiencia agradable. El tabaco tiene un olor fuerte e irritante. Cuando se aspira hay ardor y sensación de ahogo. Aún así, muchos se enganchan a este hábito y después les resulta casi imposible dejarlo.
La nicotina es la sustancia responsable de la adicción al cigarrillo. Ese compuesto es un alcaloide que genera dependencia. Después de inhalada, tarda unos 10 segundos en llegar al cerebro. Allí estimula la producción de dopamina, pero a largo plazo produce la liberación de una cantidad que sacia menos. Por lo tanto, se necesita de mayores dosis para que la nicotina vuelva a producir sus efectos.
“Un cigarrillo define al fumador, como el poema al poeta“.
-Richard Klein-
A diferencia de otras drogas, la nicotina no produce cambios radicales en el comportamiento. Así mismo, diversos estudios han podido establecer que en la adicción a fumar también influyen poderosos factores psicológicos. A este hábito se le considera un “refuerzo conductual” más que una dependencia estrictamente física.
Las razones por las que se empieza a fumar
Es muy frecuente que las personas comiencen a fumar durante la adolescencia. Esto no es gratuito. Tanto el tabaco como el alcohol son dos psicoactivos legales, de fácil adquisición y relativamente baratos. Se trata de un hábito usualmente prohibido por padres y maestros. Eso es justo lo que atrae a muchos jóvenes.
En un estudio llevado a cabo por Scientific Psychic se encontró que estas son las principales razones por las cuales la gente comienza a fumar:
- Desafiar al mundo adulto o los entornos restrictivos.
- Adaptarse a un círculo social.
- Demostrar que uno ya no es un niño.
- Reafirmar la independencia.
- Imitar a personas admiradas que fuman.
- Para bajar de peso.
En últimas, en el acto de fumar hay un fuerte componente psicosocial. Lo usual es que los adolescentes se presenten ante los demás fumando y no que mantengan este hábito en solitario. Muchos de ellos abandonan el cigarrillo, pero también otro gran grupo queda enganchado en las redes de la nicotina.
Aspirar, inspirar y expirar
En el acto de fumar también están involucrados varios aspectos inconscientes. En el psicoanálisis se habla de la adicción al cigarrillo como la expresión de un síntoma oral. Representa una regresión a una fase infantil de la vida.
Estudiosos del tema como Coderch indican que es un hábito propio de personas con madres sobreprotectoras que apaciguaban al niño gratificando oralmente. En otras palabras, calmaban su ansiedad dándoles algo de comer que les resultara agradable.
Muchas personas dicen que sienten ganas de fumar cuando están angustiadas. Según ellos, el cigarrillo los tranquiliza. Algunos autores sugieren que al aspirar el humo, literalmente, lo que hacen es tragarse sus aspiraciones. En ese sentido, fumar sería una respuesta ante la frustración. Simbólicamente contribuye a inhibir deseos.
En esta misma línea se ha afirmado que al fumar lo que se busca, simbólicamente, es inspiración. La falta de ideas, o de recursos, para solucionar una situación, lleva inconscientemente a fumar. Es un acto que representa el anhelo de inspirarse, sin lograrlo.
Lo que arde y luego se hace cenizas
Para muchas culturas ancestrales el tabaco es una planta sagrada. Intuitivamente saben que es un elemento con efectos positivos sobre el cerebro. Se ha comprobado que estimula la memoria, incrementa la velocidad del pensamiento y estabiliza el estado de ánimo.
La diferencia de esas culturas con las nuestras es que en ellas ninguna sustancia psicoactiva cae dentro de la lógica consumista. Hay momentos y lugares para el tabaco, como los hay para la hoja de coca y otras plantas similares. Es usual que formen parte de rituales colectivos y bien definidos. Ellos hacen uso de esas plantas para volverse más sabios, en cambio los occidentales se vuelven más “tontos” cuando las utilizan.
Dice una vieja máxima que “donde hay humo, hay fuego”. Esto puede aplicarse a quienes tienen el hábito de fumar. Viven incorporando y deshaciéndose de humo, al tiempo que el tabaco arde y se vuelve ceniza.
Los adictos a fumar llevan algo que arde dentro de sí mismos. Su respuesta es ponerlo afuera, en la espigada figura de un cigarrillo y dejar que se consuma. Algo es cierto: está probado que cuando desaparecen las motivaciones psicológicas para fumar, la adicción a la nicotina se supera con relativa facilidad. Hay que pensar en eso.
¿Qué puedo hacer para dejar de fumar?
El camino no es fácil, pero si se quiere, se puede. La fuerza de voluntad es más del 50 % del recorrido. El simple hecho de querer dejar de fumar nos puede dar la motivación suficiente para buscar ayudar y ponernos manos a la obra. Como menciona el equipo de Elisardo Becoña (2014) de la Universidad de Compostela en el artículo “El tratamiento psicológico de la dependencia al tabaco. Eficacia, barrera y retos para el futuro”, la combinación farmacológica y la psicológica da buenos resultados en el tratamiento para dejar de fumar.
Como afirman los autores “dada su eficacia, es habitual, recomendable y a veces así lo sugieren las guías clínicas, que se añada tratamiento psicológico o consejo conductual al tratamiento farmacológico”. El equipo de Fiore (2008) arroja datos muy esperanzadores sobre la efectividad de terapia psicológica. Afirman que “los tratamientos psicológicos se han utilizado con todo tipo de fumadores, ya que independientemente de su nivel de dependencia, sexo, edad, etc., son eficaces”. Así pues, ya no tenemos excusa para no cuidarnos. Aquellos que quieran dejar de fumar, solo tienen que proponérselo y pedir ayuda.
Imágenes cortesía de Eloïse Heritier