¿Cómo reconozco una sonrisa verdadera?
Podemos sonreír para una foto, para quedar bien, para que el otro se sienta cómodo, por compromiso o porque realmente tenemos ganas. Si prestamos atención podremos saber si los demás nos están “regalando” una sonrisa auténtica o una simulada.
Sonreír es un acto que va más allá de la pose o de la amplitud de nuestros labios, es algo natural o disimulado que ofrecemos a quienes nos miran. Pero también es un presente que merecemos recibir de aquellos que nos rodean. Si hiciésemos una encuesta, seguro el resultado sería contundente: prefiero una sonrisa verdadera a una mentirosa. O quizás mejor una mala cara auténtica a una sonrisa falsa.
La sonrisa “diplomática”
Son varios los músculos que trabajan para que podamos esbozar una sonrisa. Aunque no nos demos cuenta, sonreír conlleva un gasto energético considerable para nuestro cuerpo. Más allá de la explicación científica, se trata de una manera de expresar lo que sentimos y lo que nos pasa. Puede ser sinónimo de alegría, de empatía o de disfrute…
¿Qué sucede entonces cuando optamos por sonreír aunque no tengamos ganas de hacerlo? La sonrisa tiene algo que las demás expresiones no poseen… el “don de la diplomacia”. Es decir, el arte de quedar bien con los demás (aunque no los soportemos o lo estemos pasando mal).
La sonrisa dibujada a la fuerza o sin fundamentos no es una sonrisa con todas las letras. Es tan habitual sonreír sin sentirlo, únicamente para aparentar ante los demás que somos felices o que nuestra actitud quiere ser cordial frente a ellos. Sin embargo, esta sonrisa está lejos de reflejar un estado de ánimo positivo, por eso no dejan de ser sonrisas amargas o tristes.
La máscara de la sonrisa puede ser más frívola de lo que pensamos y también más peligrosa de lo que creemos. Ocultar nuestros verdaderos sentimientos para que los otros no pregunten, no se preocupen o no se enteren puede convertirnos en personas vacías, inexpresivas y un tanto falsas.
Una sonrisa diplomática muchas veces te puede ayudar a evitar un conflicto o a entablar una conversación, pero en su costumbrismo o como habito conduce a nada positivo. Entonces, ¿tengo que andar por la vida con un rictus necesariamente serio? No es necesario llegar a esos extremos. No olvides que la sinceridad actualmente es un bien escaso y por ende, muy preciado. Si algo no te agrada, no lo ocultes, si lo enmascaras todas esas emociones negativas se acumularan en tu interior.
Busca la manera “diplomática” (para seguir usando el término) de indicar que prefieres estar en otro sitio o que te gustaría cambiar el tema de la charla. No seas como un muñeco o un robot que regala, sin sentirlo, sonrisas por doquier.
Cuando me sonríen: ¿es de verdad o no?
Ya hablamos de lo que nos sucede a nosotros ante una situación que no “merece” una sonrisa. Ahora es momento ahora de indagar un poco sobre lo que ocurre con los demás. ¿Es posible detectar cuando nos sonríen sin estar de acuerdo, solo por compromiso o “diplomacia”? Por supuesto que sí.
El neurólogo francés Guillaume Duchenne ha investigado sobre los diferentes tipos de sonrisas que existen y ha llegado a la conclusión que solo una es auténtica. ¿Cuál? La que combina el movimiento de dos músculos: el orbicular de los ojos y el cigomático mayor. Ninguno de estos se puede contraer voluntariamente. Es decir, no se puede fingir con ellos.
Como no somos médicos ni científicos, ¿de qué manera detectamos esos movimientos musculares faciales? La investigación de Duchenne indica que para que una sonrisa sea auténtica debe contener:
- Empatía en aquellos que la reciben
- Transmisión de una emoción positiva
- Arqueado de cejas
- Entrecierre de ojos (y arrugas alrededor)
- Levantamiento de pómulos y mejillas (se notan más pronunciados)
- Elevación de las comisuras de la boca (y se muestran los dientes superiores)
Entonces, si no se cumple con estas 6 premisas… la sonrisa no es 100% verdadera. Presta mucha atención la próxima vez que alguien te sonría y analiza su rostro. ¡Es más fácil de descubrir de lo que crees!
Y, para finalizar, una bonita frase de Sir Robert Baden Powell (el creador del movimiento Scout) que te hará reflexionar sobre el valor de sonreír genuinamente: “Una sonrisa es la llave secreta que abre muchos corazones”.